10 julio 2005

José Tono Martínez

Hace unas semanas tuvimos la oportunidad de asistir a una reunión de escritores organizada por Alba Pérez del Río, estupenda anfitriona, periodista y autora del libro Jardín de moras. Allí conocimos a José Tono Martínez, quien ha publicado recientemente La venganza del gallego, donde repasa sus cuatro años de vida y trabajo en Argentina. Tras compartir con nosotros durante la velada anécdotas y vivencias de su estancia en aquel país y constatar su exquisito buen decir, nos pusimos a leer el libro de inmediato. La venganza del gallego no es un libro de viajes al uso, sino un profundo estudio sobre Argentina y sus gentes desde un punto de vista antropológico, sociológico y cultural. Los cuatro años allí dieron más que de sí al autor para obtener todo tipo de informaciones y sensaciones. Al tiempo que dirigía el ICI – Centro Cultural de España en Buenos Aires, José Tono Martínez se movió entre los principales escritores, poetas, pintores y artistas del momento, conoció al argentino de la calle y al de las altas esferas, trató con políticos de todo tipo y de todas las tendencias, perteneció a los movimientos más progresistas e innovadores, involucrándose en todo lo que hacía; estuvo siempre, en fin, en el sitio y el momento adecuados.

Si a todo esto sumamos su don de gentes, su sensibilidad y receptividad para recoger impresiones y su capacidad para escribir y ordenar la información, el resultado es La venganza del gallego, el mejor ejemplo de cómo vivir en un país que no es el tuyo llegando a conocerlo mejor que si fuera el propio.

José Tono Martínez nos ha concedido una entrevista en exclusiva para que los lectores de Dosdoce podáis conocer mejor su obra y su pensamiento.

Dosdoce: ¿Qué atrae más al argentino, Estados Unidos por afinidad continental o España por afinidad idiomática?

Tono: Estados Unidos está tan lejos de Argentina que no existe propiamente una afinidad continental. Los esnobismos de afinidad emotiva y cultural han ido variando, sobre todo entre las clases dominantes. Hubo un tiempo en los que querían ser ingleses, luego franceses, luego alemanes, luego latinoamericanos. Casi nunca han querido ser simplemente lo que son. Es cuanto a España, es una relación de amor, sin duda, pero también de cierto despego y desprecio atávico. Sospecho que les desconcierta, intriga y descorazona que a España le vaya bien como país. De alguna manera contribuye a evidenciar un poco más su fracaso colectivo.

Dosdoce: Teniendo en cuenta el infravalorado papel de la mujer o la intransigencia con respecto a la homosexualidad, ¿son realmente conscientes los argentinos de sus temores y arcaicas posturas con vistas a una modernización y culturización del país?

Tono: No, no lo son. Excepto para ciertas minorías que no tienen relevancia en los medios políticos, culturales y directivos.

Dosdoce: El término «desesperanza» aparece varias veces en tu libro. ¿En qué medida afecta al argentino? ¿Crees que forma parte de su esencia?

Tono: Yo deseo y desearía que no fuese así. Pero por desgracia empiezo a creer que esa desesperanza es más esencial de lo que parecía, más sustancial que accidental. De modo que lo que comenzó siendo algo pasajero pero prolongado en el tiempo, esto es, «el descarrilamiento más largo de la historia», comience a perfilar el carácter, tal y como le sucede a los portugueses, y a otros pueblos aquejados del mal de la tristeza.

Dosdoce: Tú te consideras optimista y positivo. ¿Qué aconsejarías a los argentinos para que les fueran mejor las cosas?

Tono: Dejar de ser argentinos, en cuanto que la argentinidad tal y como está definida hoy es un pasaporte hacia la nada como país. Ya expliqué en mi libro por qué digo esto.

Dosdoce: Las ciudades en las que vivimos siempre se quedan con algo de nosotros, pero a cambio nos dan algo suyo. ¿Qué dejaste en Argentina y qué tomaste de ella?

Tono: Para decirlo con Borges, Argentina es una de mis patrias. Como no soy argentino, yo me puedo permitir desear serlo, y hasta aspirar, algún día, a ser condecorado por ese país. Tomé por tanto una nueva nacionalidad, una nueva impostura. En cuanto a lo que dejé, me pasó como al antropólogo Castaneda: el gobierno me envió a vivir entre los indios y me hice yaqui. En este sentido fracasé como diplomático. A cambio, gané muchos amigos.

Dosdoce: Me parece genial lo de que «los argentinos descienden de los barcos», con todo lo que ello conlleva. ¿Hasta qué punto es transmisible de generación en generación e incluso hasta hoy en día una «marca de la casa» tan particular y característica?

Tono: Se trata de una frase hecha que reflejó un pasado que les alejaba de la América de Bolívar y San Martín; les hacía ser más europeos que americanos, en definitiva, se trata de un mito que escondía un prejuicio. Estos son los mitos que más duran, los mitos de ocultación, los mitos que se crean para esconder una pequeñez o una sevicia. En cuanto a la capacidad para trasmitir mitos colectivos o agrandarlos, no hay pueblo mejor dotado que el argentino. Seguramente por eso allí arraigó el psicoanálisis de manera tan notoria y popular, gracias a un superego que les servía de campana de resonancia. Ese proceso de decantación de uno mismo hacia la irrealidad, que les hizo tal vez infelices, les hizo también intelectualmente muy finos, puesto que están acostumbrados a observarse, y a observar a los demás a través de esta observación. Esto en España, por ejemplo, es infrecuente.

Dosdoce: Por lo que nos cuentas, el gobierno argentino no es partidario de exportar su cultura al mundo. ¿Crees, volviendo al símil de los barcos, que prefieren dejarse descubrir o directamente no quieren compartir lo suyo con otros países?

Tono: No sé si exactamente puede decirse que yo pienso eso. Desde luego, sí diría que el país nunca ha exportado en serio más que grano, y eso a pesar de los gobiernos argentinos. Pero apuesto a que los argentinos del mundo de la cultura prefieren que sea así. «Ser exportado por el Gobierno argentino» suena tan mal, hasta tan «remal» que yo creo que los argentinos prefieren que los descubran de uno en uno, y los de fuera. Puesto que además nunca han tenido ninguna dificultad para alcanzar ese reconocimiento individual exterior. Sobra talento.

Dosdoce: Dices que Argentina vive una época de oro en lo que concierne a la poesía. Si carece de proyección internacional, ¿es exclusivamente para uso doméstico? ¿Pueden llegar a convivir fútbol y poesía?

Tono: No, no. La poesía nunca es de uso doméstico, salvo en algún caso. Pienso en el Romance de Prisionero. Que es tramposo, porque lo conocemos. No, no creo que la poesía, como fuerza, se avenga con límites temporales o espaciales. En cuanto a la convivencia del fútbol y poesía, sí, yo creo que pueden convivir. Yo mismo tengo inventado un poema situacional en el que un defensa se queda confundido ante la belleza de un delantero y se deja meter goles.

Dosdoce: Dirigiste, con éxito y dedicación, el ICI – Centro Cultural de España en Argentina hasta que, coincidiendo con una exposición de León Ferrari, sufriste la ira de los grupos fascistas, la iglesia argentina y, desde España, del gobierno Aznar, lo que provocó tu salida del país. ¿Qué grado de poder ostentan estas tendencias políticas? ¿Cuál es tu visión, como afectado, de todo lo que allí sucede?

Tono: He escrito el libro para responder a esta doble pregunta.

Dosdoce: ¿Sintetizarías en el caso de Gombrowicz la inconsciencia argentina para el reconocimiento de verdaderos valores de la cultura?

Tono: No, para nada. No hay tal cosa. El no reconocimiento de Gombrowicz durante su estancia en Argentina tiene que ver con varias cosas: el funcionamiento clánico del Grupo Sur; la propia dificultad Gombrowicziana, personal y literaria; el uso de una lengua de los márgenes, el polaco; y también tiene que ver con la suerte, primero con la mala suerte, según se mire, y luego con la buena suerte, aunque tardía.

Entrevista realizada por Iñaki Saldaña, colaborador habitual de la Revista Dosdoce.

José Tono Martínez es Licenciado en Sociología y Antropología (Universidad Complutense de Madrid) y Doctor en Filosofía (Universidad Autónoma de Madrid, 1997). Nacido en Guatemala Capital (1959), de padre vasco y de madre panameña, su familia se trasladó a España en 1963. Ha publicado libros de relatos, poesía y novela, entre los que se destacan Una fatal pérdida de tiempo, Cantigas de Andar y De los años próximos II. En los ochenta fue primero redactor-jefe y luego director de la mítica revista La Luna de Madrid. Ha residido varios años en Washington D.C. (1987-1993) y en Buenos Aires (1997-2001), cuando dirigió el ICI-Centro Cultural de España.

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