23 enero 2006

El milagro de publicar

Escribir una primera novela puede llegar a ser un trabajo tan agotador que le vacía a uno por dentro. Pues bien, eso no es nada comparado con el de buscar editor si vas «por libre en la vida» y, para el que no lo sepa y tenga ganas de probar suerte, aquí le relato mi experiencia que, como toda vivencia, quizá no sea extrapolable, pero sí ilustrativa.

Provengo de una pequeña familia franco-española cuyos miembros se han destacado por ejercer esta noble profesión. Ninguno es escritor literario como lo podría ser un premio Nóbel, pero todos sabemos que dentro de la escritura existen infinidad de géneros. Un tío segundo mío, Paul Andreota, ganó el premio de la novela policíaca francesa y tuvo varios éxitos como guionista de cine y TV. Mi prima, Alexandra Lapierre, escribe grandes volúmenes sobre biografías de personajes peculiares, alguna con gran éxito y llevada a la pantalla, y suele publicar en Francia, Inglaterra, Italia y España. Mi tío Dominique Lapierre es uno de los grandes autores mundiales de Best Sellers, cuyos títulos como La ciudad de la alegría, O Jerusalén, Arde París, etc… se han convertido ya en clásicos de narrativa periodística y de investigación. Mi suegro, Eduardo Punset, acaba de obtener un gran éxito con su último ensayo científico(Cara a cara con la vida…) y ha estado en las listas de los más vendidos durante casi tres meses; y por último mi hermano, Javier Moro (el único hermano que tengo), lleva publicados varios títulos con éxito, hasta este último que ha escrito, Pasión India, cuyas ventas lo han situado este año en el número uno con 14 ediciones y 150.000 libros vendidos en apenas ocho meses.

Como dije, después de terminar mi novela, y de repasarla innumerables veces hasta que me convenció su estructura dramática, y siendo consciente de la familia que me arropaba, me dispuse a buscar editor. Tanto mi hermano, como mi tío y mi suegro publican en distintas editoriales del grupo Planeta, por lo que mi primera acción fue enviarles el manuscrito acompañado de una carta que, supuestamente, me recomendaba. Las editoriales de Planeta han ganado un montón de dinero con ellos y pensé que con ese aval obtendría «el crédito» necesario para que me publicasen, aunque hicieran una pequeña tirada. No tuve que esperar demasiado para darme cuenta de mi error al recibir cordiales negativas aliñadas con palabras biensonantes. ¿Tan sumamente mala sería que ni siquiera estaban dispuestos a asumir este mísero riesgo, aunque sólo fuese apostando por uno más de esa familia que sólo les había proporcionado jugosas rentabilidades? ¿Hasta ese punto había yo perdido la perspectiva y había entregado un bodrio de 250 páginas? Enseguida me surgió una inseguridad tremenda sobre la calidad de mi novela y sentí hasta vergüenza por habérsela enviado.

Antes de continuar buscando editor hice acopio de sangre fría y fotocopié el manuscrito una docena de veces para distribuirlo a amigos y conocidos de cuyo criterio me podría fiar, y así valorar lo que realmente tenía entre las manos. Con esta experiencia pasé de la depresión inicial a una euforia desmedida, ya que todos, absolutamente todos, me llamaron antes de transcurridos tres días. Incluso hubo uno que la leyó en el transcurso de un domingo, y son 250 páginas. La habían devorado y no habían podido dejar de leerla hasta terminarla. Justamente ése había sido mi desafío, conseguir una estructura dramática que apasionara al lector, y el hecho de que se leyera con tanta facilidad es un dato objetivo, independientemente de la crítica personal que cada uno haga sobre su estilo o contenido.

Con el ánimo renovado me puse a buscar editorial de nuevo. Esta vez sin recomendación y enviando el manuscrito directamente. Tardaron más en responder y siempre negativamente con una carta que pretendía ser personal, pero que analizándola te dabas cuenta de que se trataba de una carta tipo. Quizá sea por desidia, o porque les llegan tantos títulos que no tienen posibilidad material de leerlos todos, pero estoy convencido de que, si no gozas de algún tipo de recomendación, las editoriales no leen la mayoría de los manuscritos. Los aparcan durante un tiempo prudencial, y te los reenvían junto a esa amable misiva desestimando la publicación.

La cuestión es que me quedé sumamente desalentado y aparqué la novela definitivamente. Una mañana sonó el teléfono. Al otro lado de la línea una voz femenina no paraba de repetir:» ¡No me cuelgues, no me cuelgues! Soy M.C.M, ¿te acuerdas de mí? Poco a poco fui percatándome de la identidad de mi interlocutora. Se trataba de una empleada que había trabajado como encargada en una pequeña cafetería que tuve hacía más de 15 años y que me había llevado a los tribunales laborales. Era alguién a quién había odiado porque consideraba imperdonable su actitud en aquellas circunstancias. Por supuesto, perdí el juicio (en aquellos años el empresario siempre perdía) y me dolió profundamente porque lo consideraba un atropello y una injusticia cuyas vicisitudes no vienen al caso relatar ahora. El caso es que me llamaba para disculparse (15 años después), explicándome las razones que la llevaron a ese enfrentamiento y preguntándome qué podía hacer por mí.

Algo confuso, porque no sabía si me enfrentaba ahora a una perturbada o realmente esta señorita estaba en sus cabales, le comenté que acababa de escribir mi primera novela y que no me servía ni para papel higiénico. Me pidió el manuscrito, lo leyó y le encantó. M.C.M se había convertido, además de en una gran lectora, en una eficiente secretaria de dirección de una prestigiosa empresa, y acabó revelándose ante mí en todo un ejemplo de honestidad y sabiduría.

Estaba de viaje en las Azores cuando me llamó un editor anunciándome que M.C.M le había hecho llegar el manuscrito y que le interesaba publicarlo.

Escéptico, inmediatamente pensé que sería uno de esos editores que practican la autoedición (por la cual el autor se ve avocado a pagar su propia publicación y el libro jamás se distribuye). Nada más llegar a Madrid fui a visitarlo. La editorial Dilema se asienta sobre un local repleto de libros hasta la extenuación, en una angosta y olvidada calle del barrio de Carabanchel. Es una editorial especializada en títulos de medicina alternativa, cursos de yoga, tratados sobre espiritualidad oriental etc…, y acababa de iniciar una colección de novela (Manakel) en la que ya había incorporado tres títulos y necesitaba más. Francisco Herranz, que así se llama el editor, es un hombre culto, educado y trabajador que no conocía a mi vieja enemiga pero a quién interesó la novela porque aparecía en el momento oportuno. Me puso como condición para publicarla que buscase alguien de reconocido prestigio que redactase el prólogo. Conseguí que lo escribiera mi ilustre y admirado José Luis Borau. A continuación discutimos un poco por la portada y bastante sobre el título( se acabó llamando UN GIRO AL SUR), y saldría en el mes de marzo, prácticamente al mismo tiempo que el libro de mi hermano.

ESCRITOR RICO…ESCRITOR POBRE.

–¿1000 ejemplares? ¿Cómo se puede salir con una impresión de 1000 ejemplares a nivel nacional? Con esa cantidad ni tan siquiera el boca oreja tiene posibilidades de prosperar,– me lamentaba amargamente. Mi hermano salía en las mismas fechas con 15.000, con una campaña de promoción perfectamente orquestada por él mismo, aunque apoyada por Seix Barral, y su libro se distribuiría por todos los rincones de España.

Mi novela, UN GIRO AL SUR, apenas alcanzaría a exponerse en algunas librerías de Madrid, como fue el caso de La Casa del Libro, que lo apoyó todo lo que pudo. En un principio pensaba, con cierto romanticismo, que las editoriales pequeñas disponían de todas las ventajas que tienen los guerrilleros frente al ejército: necesitan poco para subsistir, cambian rápidamente de dirección y no se precisa un costoso y engorroso equipo para guiarlos. Pero la realidad es que los guerrilleros, en este caso, representan una resistencia testimonial frente al rodillo de las grandes editoriales. El pequeño editor no dispone de una red de distribución propia y debe recurrir a subdistribuidores regionales, que reciben un libro de la misma manera que un cuaderno de dibujos para niños o una revista porno. Todo llega en el mismo paquete a la librería, que a su vez le cuesta asimilar la abrumadora e ingente aparición de novedades, por lo que al final devuelven los paquetes sin tan siquiera haberlos abierto.

A pesar de todo me dispuse a promover mi propia campaña de promoción. Fue un trabajo agotador ya que la mayoría de los medios no te hacen ni caso si eres autor novel. Sin embargo conseguí, a base de perseverancia, que algunos periodistas leyesen la novela, y en cuanto la leían me llamaban para hacer la entrevista. De esta forma pude hablar en varios programas de radio, alguno de ellos de gran audiencia como Protagonistas, y también tuve algunas buenas reseñas en revistas. Pero todo esto no sirve de nada si no está el libro en la calle. Me refiero en cada librería de cada barrio, de cada pueblo, en los aeropuertos, en los quioscos, porque el lector potencial que acaba de escuchar la entrevista necesita verlo expuesto y no tener que encargarlo y esperar 15 días a recibirlo.

Las grandes editoriales, como las del grupo Planeta que son las que más conozco, se han convertido en una gran maquinaria comandada por administradores, y funcionan de la misma manera que si fuesen fabricantes de coches, lavadoras o maquinaria pesada. Se acabaron los grandes editores que se arriesgaban por un autor, o por un relato en el que creían o con el que se encariñaban. El grupo Planeta es un Lobby de poder, con todo lo de burocratización que eso conlleva y que, como cualquier otro, solo busca incrementar su poder adquiriendo nuevas empresas ( como fue el caso con Antena 3 y Onda Cero).

Si eres periodista y tienes acceso a los medios de comunicación y por lo tanto a promocionar tu libro, es posible que te publiquen. Si eres famoso, también. Incluso si eres un profesor de literatura o un político con cierta proyección por tu prestigio. Si apareces en la TV no tendrás ningún problema. Eso es lo que de verdad cuenta y no el contenido de la historia. Si eres un mindunguis no pierdas el tiempo dirigiéndote a ellos. Te ningunearán como si fueses aire contaminado. Tal y como están organizados, esa gente jamás descubriría a ningún autor que se saliese de lo ortodoxo. ( Boris Vian o Franz Kafka se morirían de hambre a su lado.) No les interesa.

Este grupo editorial ha montado un engranaje perfecto de promoción y distribución en el que fabrican sus propios premios que se otorgan a sí mismos, sin ningún recelo, bajo el más que probable mandato del departamento de márketing. Por eso no es de extrañar que esos premios resulten tan sospechosos cuando los incrédulos los compramos; porque esos premios están fabricados con la finalidad de obtener divulgación mediática y así incrementar su cuenta de resultados. Sus editoriales son parte de un entramado hosco, aburrido y bien administrado, que carece del más mínimo talante ocurrente. No entiendo como al jefe Lara, con el prestigio que ha heredado, le puede satisfacer encabezar ese grupo de poder; o quizá sea que el poder te engulle como un vicio letal al que no te puedes resistir. En una ocasión fui a una de esas fiestas que organizan para autoconcederse un premio. Estuve sentado al lado del premiado toda la cena, y por cierto, este buen señor ya sabía antes de sentarse que le habían concedido el galardón. Sin embargo, la parodia proseguía. Y ahí estaba el jefe Lara, junto a sus acólitos y súbditos. (directores generales, de ventas, de marketing etc..), y también estaban todos los autores, con cierto aspecto de colegiales sumisos. Y lo cierto es que los autores no tienen alternativa, porque rebelarse contra este sistema significaría, básicamente, su suicidio económico.

Un título que se vende mucho en una gran editorial reduciría sus cifras en un par de dígitos si se publica en una pequeña que no tenga red de distribución propia . Existen algunas honrosas excepciones, pero son sólo eso, excepciones. Y los éxitos no se suelen presentar de forma evidente. Para que un libro se convierta en éxito necesita un gran apoyo, y no simplemente que esté publicado. El caso de La Sombra del Viento de C.Ruiz Zafón, (también del grupo Planeta) es ilustrativo. Había llegado a los 10.000 ejemplares con un lanzamiento anodino por lo que el jefe Lara decidió defenderlo y promocionarlo (sabia decisión del jefe). Ahora lleva más de un millón de ejemplares vendidos en el mundo. El boca a oreja solo funciona si el libro se encuentra en todas partes, si no es ineficaz. Con una pequeña editorial probablemente La Sombra del Viento sería uno más de esos títulos que pasan por las imprentas sin pena ni gloria. Un ejemplo de lo contrario podría ser , Volando en la cárcel, de Antonio Valero, un impresionante y estremecedor relato sobre la experiencia de un rebelde llevado la límite de los límites. Tuve que esperar 10 días para recibirlo, porque no lo encontré, y no tengo dudas de que este libro, distribuido por una gran editorial , sería un best-seller.

Mi hermano me acaba de llamar anunciándome la decimoséptima edición de Pasión India, y a mí me ha llamado una amiga anunciándome que había descubierto mi novela, por casualidad y después de mucho buscarla, en la estantería de las novedades de un Corte Inglés.

Mi editor me anima anunciándome que UN GIRO AL SUR ha sido con diferencia la novela más vendida de la colección. «¡ Debes de tener ánimo, Carlos, porque las demás han ido mucho peor!», me dice. Y al llegar de vacaciones recibo un e.mail de una agente literaria de Barcelona indicándome que le había gustado la novela y que le mostrase lo que estaba escribiendo…

No tengo nada escrito porque simplemente no sé si me interesa escribir otro libro. En mi caso escribir y estructurar una novela representa un gran esfuerzo que no tiene sentido si no es para que tenga la oportunidad de llegar al gran público. Sería muy frustrante realizar otra vez todo ese trabajo para avocar, con suerte, en una edición de 1500 ejemplares. Es muy duro, y quizá estúpido, trabajar solo por amor al arte.

Carlos Moro es un escritor autodidacta, que convivió con el final del movimiento alternativo (los Freaks) en India, Afganistán y Nepal a finales de los 70. Ha sido road manager, empresario, promotor inmobilario y cineasta (su primera película documental – Hippies Forever – está a punto de estrenarse). Su novela, Un Giro al Sur  www.editorialdilema.com  se ha convertido en un proyecto cinematográfico cuya producción está en marcha.

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