02 diciembre 2013

Los datos son el petróleo del siglo XXI

Juan Mateos García es economista y tiene un Máster en Política Científica y Tecnológica por SPRU de la Universidad de Sussex (Brighton). En la actualidad trabaja como investigador en el equipo creativo de la empresa británica Nesta y sus últimas investigaciones se centran en las nuevas herramientas de producción y distribución, redes sociales y en cómo el acceso a datos generalizado está transformando la innovación y el aprendizaje en las organizaciones, las comunidades, las industrias y la sociedad.

Juan es también investigador asociado en Centrim, donde está trabajando en un proyecto de alto impacto para medir el tamaño, crecimiento e innovación del cluster creativo y digital de Brighton.

Como experto en gestión de grandes datos acudió el pasado noviembre al V Congreso Iberoamericano de Cultura. Tras su ponencia decidimos conversar con él porque sabemos que nos urge una educación digital. Esta charla va dirigida a los usuarios en general, porque debemos aprender a ser más conscientes del valor de nuestros datos y más responsables (a la hora de ofrecerlos en Internet), pero también va dirigida a todos aquellos empresarios que deseen saber cómo operar en un mundo de medición de datos y sacar el máximo beneficio de ellos.

Dosdoce: Se puede afirmar que los “datos” son el oro del siglo XXI…

Juan Mateos García: Operar en un mundo de medición de datos es el equivalente de ver. Medir es la única forma de la que podemos aprender tanto de lo que tenemos como de lo que no, pero también sirve para mejorar; por eso lo datos son tan importantes. Según ha ido digitalizándose el mundo, los datos han ido ganando importancia y se han convertido en una especie de fuente de conocimiento que nos permite medir si lo que estamos haciendo funciona o no. Imaginemos que entramos en una tienda analógica del siglo XX, una que no fuera capaz de ver si la gente entra, si la gente está interactuando con sus productos y que no sabe lo que el cliente piensa de ellos. ¿No sería extraño?

Dosdoce: La industria cultural, que hasta ahora vivía de espaldas a sus consumidores, acaba de entrar a analizar comportamientos y tendencias. ¿Cuál crees que es la problemática específica que puede encontrar este sector?

J.M.G.: Yo creo que uno de los mayores problemas con que se puede encontrar a día de hoy este sector es que los canales de distribución están ya dominados por otras empresas. Pongamos por caso Amazon. El editor se encuentra con que quien maneja sus datos no es él sino que es Amazon, y esto crea desafíos. Por eso, a día de hoy, estamos viendo muchas empresas culturales que están creando sus propias vías de contactos y plataformas de venta directas con sus audiencias. Channel 4, por ejemplo, en los últimos años está invirtiendo en generación y análisis de datos, porque hubo un momento en que se dio cuenta de que Google, a través de los vídeos colgados en Youtube, sabía más que ellos mismos sobre sus propios espectadores.

Otro de los problemas de las empresas culturales es que al no tener un ánimo de lucro como primera instancia se reducen los incentivos para invertir en innovación. Muchas de las empresas culturales trabajan con subvenciones, por lo que, a menos que estas organizaciones gubernamentales apoyen y den incentivos para la investigación e innovación, ellos no van a hacerlo porque es caro. Además, en el caso del sector cultural, al estar formada por sectores fragmentados y pequeños dificulta aún más el acceso. Pero lo que han empezado a hacer algunos es crear alianzas y confederaciones para analizar los datos y compartir los resultados que surjan. Lo bonito de estas organizaciones artísticas y culturales es que como no compiten entre ellas se pueden aunar para obtener datos, y de esta forma, colaborando entre ellas, podrán empezar a moverse de pequeños datos a grandes datos.

Y lo que es más importante, hay que abandonar prejuicios. En la creatividad existen muchos prejuicios acerca de los datos, porque el artista cree que lo que hace es intangible, inmedible, y sin embargo los datos en este sector también ayudarán a medir cosas que antes no se podían medir, como es, por ejemplo, la diversidad, el capital social que están generando, lo que piensa la gente de una determinada obra, etc. No verlo es tirar a la basura los datos que nos serían útiles. Hay que abandonar estos miedos porque el proceso creativo, esto es, lo que hacemos, lo que creamos, lo que cantamos… siempre va a surgir de la creatividad y de la intuición.

Dosdoce: ¿Dónde está la delgada línea roja entre recopilar datos para conocer a tu cliente y convertirte en algo útil y apabullarlo con recomendaciones?

J.M.G.: Como economista me gusta predecir que aquellas empresas que molesten a sus consumidores y usuarios terminarán perdiendo ante aquellas que se comporten de una forma más equilibrada con ellos. Hasta ahora se ha hecho como los primeros, pero el resultado es que estas empresas se acaban convirtiendo en spam, ya que su sentido de la ética es bastante flojo. Pero yo, sinceramente, no creo que sean éstas las empresas que van a sobrevivir en el futuro sino aquellas que utilicen la ética para trabajar y aquellas que descubran la delgada línea entre explotar a los usuarios y utilizar sus datos de forma inteligente. Aunque para conseguir esto no olvidemos que hay que invertir en talento y en educación.

Dosdoce: Se podría decir que la pesadilla universal del siglo XXI es ésta: suena el teléfono, descuelgas, escuchas la primera frase y, de mal humor, cuelgas de inmediato. La llamada viene de una empresa que quiere presentarte sus ofertas. ¿Por qué entran en tu intimidad sin tu permiso? ¿Cómo tendrán mi número de teléfono? te preguntas.

J.M.G.: He aquí la gran cuestión. ¿Recuerdas cuando dándote de alta en aquella plataforma de Internet introdujiste tus datos y, sin preocuparte por leer los términos del contrato, le diste a “ACEPTAR”?

Dosdoce: ¿Conoceremos un Internet más justo donde el flujo de datos pueda ser beneficioso para todos, empresas y consumidores?

J.M.G.: A la hora de hacer inversiones de fondos existen ya plataformas donde el usuario puede elegir si quiere investigar a las empresas e invertir sólo en las que utilicen energías sostenibles, por ejemplo. En realidad (hasta cierto punto esto lo podríamos hacer siempre cuando estamos interactuando con una plataforma que actúa de forma legal), muchas veces podríamos saber qué se hace con esos datos; lo que pasa es que no nos preocupamos de leer los términos que se nos ofrecen, porque son tantas letras, tantas páginas que nos fiamos y pensamos, o suponemos, que no van a hacer “nada malo” con nuestros datos, y luego nos sorprendemos, nos molestamos y nos da un poco de rabia cuando nos llaman por teléfono y no sabemos qué cauce han seguido para que nos alcancen.

Sin duda, hace falta regulación que esté bien equilibrada para no cortar la información que genera valor y para cortar la que lo destruye, y también hace falta una mayor educación de los usuarios y educación en los usuarios de los datos; aquí serán responsables las empresas contratantes, que deberán educar a sus trabajadores porque van a utilizar técnicas muy sofisticadas y todos queremos que esas personas tengan un sentido ético de lo que se puede hacer o no con estos datos. Yo creo que ésta, sin duda, tiene que ser una cualidad importante del currículum de las personas que se dedican a analizar datos. Es más, es algo que Google ya está aplicando en sus desarrolladores de software y les está exigiendo que sepan de ética en este nuevo mundo digital.

Pero el usuario también debe educarse. Hasta ahora nadie se planteaba la entrada en Facebook como una transacción, todos lo hacen como: “¡Qué bien! ¡Esto es gratis! Pero no lo es, porque a cambio les estamos dando nuestros datos y nuestra privacidad. A día de hoy, con toda la información que tengo, estaría más dispuesto a entrar en una plataforma de suscripción y pagar a cambio de la certidumbre de que no van a utilizar mis datos de forma que yo no quiera. ¿Merece la pena vender mi cuerpo digital a publicistas y anunciantes? Yo creo que no, pero una vez más el problema es que hace falta educación, que nos demos cuenta del valor de nuestros datos.

Dosdoce: ¿Seremos menos libres en el futuro? ¿Corremos el peligro de perder la perspectiva y llegar a creer que los datos nunca mienten, de sustituir la moral y el libre albedrío por la predicción determinista? ¿O cuáles crees que son los peligros reales?

J.M.G.: Yo creo que uno de los peligros más grandes es creer que los datos son la verdad. Los datos son ecos digitales de un fenómeno real y entre el fenómeno real y el eco hay cantidad de distorsiones. No porque dos cosas estén conectadas quiere decir que una sea la causa de la otra. Hay que conocer las debilidades de los datos, saber manejar las estadísticas y aplicar la metodología, porque si no estamos a merced de creer que todos los datos son verdad y no es así. Por ejemplo, un partido político que quiere utilizar los datos para evaluar sus programas tendrá que tener en cuenta los segmentos de población, tendrá que saber que aquellos que están más desfavorecidos van a generar datos a una velocidad mucho menor que otros segmentos de la población que genera datos a toda velocidad porque están constantemente conectados. Hay que tener en cuenta todas estas distorsiones que hay en los datos, cómo se miden, cómo se procesan.

Y aquí hay que volver a hablar de educación. Aquellos que manejan los datos tienen que estar educados y tener la habilidad de criticar a los propios datos, no sólo deben saber seleccionarlos sino también analizarlos. Porque los datos nos aproximan a la verdad, pero no nos van a llevar nunca a ella.

Entrevista realizada por Beatriz Celaya (socia fundadora de Biografías Personales. Como periodista colabora en Dosdoce).

Leave a Reply