23 enero 2014

La llegada de los lectores beta

No hay producto que no haga investigación de mercado mediante encuestas, pruebas, catas, etc., y ahora también los lectores podrían ser los siguientes en “probar” mediante su lectura el futuro de un libro. “Lectores Beta”, como les denominan en este artículo de Salon.

La incursión de los Big Data y de la monitorización de los hábitos de compra y lectura o recomendación de los usuarios de algunas plataformas en el sector editorial más digitalizado podrían ayudar a saber qué ingredientes tiene que tener un libro para conseguir su éxito.

Desde la mencionada Oyster en el artículo de Salon hasta Scribd Stats, de la que hablamos hace mucho tiempo en este mismo blog, muchas son las herramientas y webs que pueden recopilar datos de sus lectores. Lo siguiente sería la selección de estos lectores beta especialistas según los datos en determinados temas (como el lector que acompaña la imagen de este post) para hallar la fórmula del bestseller, que parece el tipo de libro más indicado para este tipo de prácticas.

Hasta ahora hemos visto iniciativas como las de Firsttoread, en la que algunos lectores privilegiados podrían leer adelantos de las obras antes de ser puestas en venta. La novedad sería que las conclusiones de estos lectores beta pudieran cambiar el curos de un libro, desde su argumento, personajes, estilo, etc.

Quizá por eso se diga que es tipo de lector que puede ser más útil en el mundo de los autores que se autopublican. Tampoco es una novedad en este sentido. Desde las webnovelas en las que los autores siguen recomendaciones de los lectores hasta el proyecto Red Lemonade, ya se han hecho experimentos similares en la que los propios lectores pueden guiar o enderezar el curso de un libro mediante sus recomendaciones y comentarios. Parece, sin duda, una propuesta ideal para foros y géneros concretos.

La novedad de esta suerte de crowdfunding editorial sería ver este tipo de lectores beta en grandes editoriales con tendencia a buscar bestsellers. Es cierto que las editoriales de este porte cuentan con su red de lectores de manuscritos (a veces tan poco considerados y sin embargo tan importantes), pero no llegan a decidir sobre un libro que aún se está escribiendo.

Por supuesto, sería una práctica para autores dispuestos a tal nivel de interacción e inmersión con su propia creatividad.

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