03 octubre 2016

¿Qué sabe Facebook sobre ti?

Photo of Facebook alerts of friend requests, messages inbox and notifications on a monitor screen through a magnifying glass, vía Shutterstock

En el tiempo de la inteligencia artificial, los Big Data y los algoritmos, la cuestión de la privacidad se torna más acuciante en cuanto que tales avanzadas tecnologías saben mucho más de nosotros de lo que aún podemos intuir. Nos lanzamos a utilizar herramientas a diario cuyo precio es la pérdida de intimidad.

Cualquier usuario de Facebook, Whastapp o Instagram, por ejemplo, debe ser consciente de que está regalando un detallado informe de lo que es y le define: gustos, intereses, creencias, hábitos, religión, pensamiento político, educación, trabajo, aficiones, marca de coche, restaurantes habituales, gastos diversos, visitas web, y un largo etcétera que incluye, en ocasiones, hasta lo más privado, como la situación económica o financiera de sus usuarios. Todo un lujo para las marcas y entidades a las que Facebook les vende información de sus usuarios.

Una reciente iniciativa de ProPublica.org ha registrado hasta 1.300 categorías de las que esta red social dispone. A través de esta misma iniciativa, se han propuesto sacar a la luz, en una serie de cuatro episodios, todo lo que Facebook es capaz de saber sobre nosotros mismos.

Para ello, y contando con nuestra ayuda, han construido una extensión para el navegador Chrome que permite saber qué datos sabe Facebook de nosotros en cada momento; quien quiera puede compartirlos con ProPublica para ir alimentando la eficiencia de su labor de investigación.

Por otra parte, en el primer episodio de esta serie informativa se puede ver cómo es el funcionamiento interno y los algoritmos, en ocasiones secretos, que usan muchas empresas tecnológicas. Al cabo, lo que recopilan estas compañías es datos de todo tipo, incluyendo información tan delicada como la financiera, que ya hemos mencionado. Algo que puede generar o ahondar directa e indirectamente en las desigualdades sociales.

Se trata muchas veces de ofrecer una categorización de las personas que puede resultar sesgada e injusta, según el uso que se le quiera dar a los datos o quien quiera ser el beneficiario. No es lo mismo que sea una marca de refresco o una compañía de crédito quien acceda a determinados datos.

Algoritmos, Big Data o inteligencia artificial no son sinónimos de abuso. O no lo deberían ser. El buen uso, la política abierta al respecto por parte de las compañías, junto a la educación en la privacidad, sí deberían ser prácticas comunes que hicieran de estas tecnologías herramientas por el bien común y no sólo para una categorización mercantilista.

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