28 mayo 2006

Conversamos con Vargas Llosa (Primera parte)

Mario Vargas Llosa se encuentra en plena gira de promoción de su última novela, Travesuras de la niña mala (Editorial Alfaguara). Mañana lunes 29 de mayo leerá fragmentos de la novela en el Teatro Romea de Barcelona y posteriormente también la presentará en Sevilla (Teatro Lope de Vega, 5 de junio) y en Jerez de la Frontera (en la Fundación Caballero Bonald, el 6 de junio).
Con motivo de su presentación en Madrid tuvimos la ocasión de compartir con él una serie de reflexiones sobre la obra y queremos haceros partícipes de esta conversación.
¿Qué intenta contarnos con Travesuras de la niña mala?
En Travesuras de la niña mala he querido contar una historia de amor moderna, es decir, un amor que no está tan condicionado por los mitos, los ritos y la retórica del amor romántico, del amor decimonónico, que pesa tanto todavía en nuestros días cuando se cuenta o se describe una historia de amor, sino por una realidad que es muy distinta de la del siglo XIX por unos usos, unas costumbres, una moral que ha transformado profundamente las relaciones amorosas, y eso es lo que he querido contar a lo largo de un tiempo considerable, casi cuarenta años, en el que han ocurrido extraordinarias transformaciones en América Latina, en Europa y yo diría para el conjunto de la humanidad.
Por una serie de circunstancias yo tuve el privilegio de vivir en algunas ciudades donde estaban ocurriendo esas transformaciones; creo que vivir en Francia, en París, en los años sesenta, cuando el mito de la utopía social, de la revolución recibe un enorme dinamismo gracias a la revolución cubana que encandila a las elites revolucionarias de izquierda progresistas en Francia y a partir de ahí a toda Europa y a todo el mundo, de alguna manera fue una experiencia que tuvo una enorme repercusión. Yo estuve allí esos años, vi cómo París se convertía en muchas cosas, en la capital de la literatura latinoamericana, dijo Octavio Paz en un ensayo que escribió en esos años para una revista francesa; al mismo tiempo también en la capital de la revolución latinoamericana, porque por las circunstancias políticas los latinoamericanos que querían ir a Cuba o que salían de sus países para recibir entrenamientos guerrilleros en Cuba, o en China, o en Corea del Norte, pasaban irremediablemente por París. Allí se tenía la sensación de que el mundo estaba cambiando y que, de alguna manera, París era el núcleo por el cual se cruzaban y se descruzaban todas las corrientes que iban a transformar a la humanidad y fundamentalmente a América Latina.
También las circunstancias hicieron que viviera en Londres en los años setenta, en los años de la revolución de las costumbres, de los hippies, que significó una gran transformación de los valores artísticos, culturales, morales, con esa rebelión pasiva y benigna contra las costumbres, contra el conformismo, contra las convenciones establecidas, una rebelión que significa además una verdadera revolución en lo que son los valores culturales, la importancia que empieza a tener la música para las nuevas generaciones, la cultura de la droga, la mitificación de la droga como un instrumento de liberación, de expansión de la sensibilidad como un instrumento para instaurar definitivamente la paz, para erradicar la violencia, la salida del ropero de los gays, los movimientos del orgullo gay,… todo eso es una transformación profunda de la cultura, de la sensibilidad, de las ideas, de los valores y también del vocabulario.
Y creo que también fue para mí un verdadero privilegio vivir muy de cerca la transición española, una transición que yo tengo por la más notable transformación que me ha tocado ver en una sociedad en el plazo de dos generaciones. Yo llegué a España el año cincuenta y ocho a vivir a Madrid como estudiante cuando Madrid era prácticamente una aldea, una ciudad pequeñita, confinada en sí misma, cortada no solamente del resto del mundo sino de sus vecinos más cercanos, y que parecía verdaderamente embotellada en un tiempo que se había quedado como fijado en un mundo que recordaba muchísimo el subdesarrollo, había una dictadura, había enormes desigualdades económicas y sociales, había un gran desconocimiento, una gran ignorancia del mundo, había unas costumbres profundamente conservadoras, una moral muy pacata,… -yo recuerdo haber visto a señoras que llamaban la atención en la Gran Vía a chicas que llevaban pantalones vaqueros-, y en el plazo de dos generaciones la transformación de esta ciudad y de este país es absolutamente prodigiosa. Quién hubiera pensado en los años cincuenta, comienzos de los años sesenta, que quince o veinte años después los europeos iban a venir a corromperse a Madrid, porque Madrid era la ciudad más “corrompida” de Europa, Madrid la ciudad más liberada, el Madrid de la movida, el Madrid de los excesos, el Madrid del desenfreno, el Madrid cosmopolita, el Madrid libre,…
¿Cuál es el contexto de la novela?
Es una historia itinerante, es una historia que comienza en Lima, en una ciudad casi prehistórica, en un mundillo pequeñito, ínfimo, en un barrio de familias de clase media que lo ignoraban todo, ya no sólo del resto del Perú sino del resto de Lima. Y luego la historia continúa diez años después en el París de los años sesenta, luego se traslada a Londres en los años setenta, en los años del swinging London y de la revolución hippie, y termina finalmente en Madrid en los ochenta.
Como en todas las novelas que he escrito, en esta novela hay una mezcla que ya para mí es realmente indiscernible de memoria y de fantasía; he volcado mucho de mi experiencia, sobre todo en la descripción del contexto social e histórico en que ocurre la historia de amor entre los protagonistas. Pero también en esta historia cuando se habla de amor como se habla de cualquier experiencia central es imposible no recurrir a la propia memoria; no es una historia autobiográfica ni muchísimo menos, pero sí seguramente hay un cierto tono en algunos momentos de nostalgia, del recuerdo de todas las ilusiones, los entusiasmos, las exaltaciones, los desgarros que acompañan siempre la experiencia amorosa y le dan esa extraordinaria intensidad. Es un libro que he escrito con mucha alegría, me ha divertido mucho escribirlo. Es un libro que continúa a dos libros muy distintos, como fueron La fiesta del chivo que es un libro más bien doloroso, una exploración de una dictadura feroz, terrible, y de una novela de ambientación histórica, como es El paraíso en la otra esquina, sobre Flora Tristán y el pintor Paul Gauguin, que me llevó a una verdadera inmersión en el pasado histórico. En cambio en esta novela no he tenido que hacer ningún trabajo de investigación, de documentación, sino sólo cerrar los ojos y evocar esos últimos cuarenta o cincuenta años de los que yo fui también testigo y actor, como todos los de mi generación.
¿Qué destacaría de las primeras críticas publicadas sobre su novela?
En las críticas que he visto, he observado que los críticos encuentran muchas alusiones literarias, y es muy interesante, porque de todas ellas hay una sola que es deliberada, que es una alusión a Flaubert, al personaje masculino de La educación sentimental, una de las, para mí, grandes novelas de Flaubert. Pero las otras alusiones que han encontrado los críticos han venido naturalmente y sin pasar por mi conciencia. No las niego, desde luego, están allí, son verdaderas, pero han aparecido de una manera completamente espontánea y natural. Lo menciono porque siempre me ha fascinado mucho escribiendo ficciones ver cómo hay siempre una colaboración del inconsciente, de la parte manos lúcida de la personalidad, que de pronto se hace presente, comparece en lo que uno está escribiendo, en lo que uno cree estar inventando, y resulta que son materiales que están empozados allí, en el fondo de la personalidad, y que en el trabajo creativo de pronto salen como a flote, salen a la superficie y se hacen presentes en el trabajo literario.


El amor está presente en sus obras en toda su trayectoria, pero ¿diría que esta es su obra de amor por antonomasia?
Creo que el amor desde luego está presente en todas las novelas que he escrito, también en las obras de teatro, pero en ninguna es el tema central, como es en el caso de Travesuras de la niña mala, de ninguna otra de mis novelas se podría decir que es una historia de amor, en cambio de este libro sí. Espero que no sea sólo eso, que también haya algo más. Mi idea de la novela tiene que ver siempre como una experiencia totalizadora de la condición humana, de lo que es la vida humana, pero siempre hay algunos elementos que prevalecen sobre otros en una historia, y creo que en esta se puede decir sin ninguna duda que el elemento central, hegemónico, es la pasión entre Ricardo y la llamada niña mala.
Dice Vd. que anteriormente París era el núcleo por donde pasaba Latinoamérica, era como el icono donde todos esperaban ir. ¿Cree que ese núcleo se trasladó a Madrid en los últimos años?
Creo que París ya no es lo que era como mito; cuando yo era niño, adolescente, creo que el mito de París todavía era muy fuerte en todo el ámbito de América Latina y probablemente del mundo entero. Creo que los jóvenes que aspiraban a ser músicos, pintores, escritores, soñaban con un gran medio cultural estimulante, y eso es lo que creíamos que era París. Creo que eso a partir de los años setenta cambia mucho: Londres en un momento se vuelve enormemente atractivo; luego Barcelona, para escritores en los años setenta, de toda América Latina vienen muchachos, muchachas con vocación literaria a Barcelona porque allí están las editoriales, porque se considera que Barcelona es la tribuna desde la cual realmente uno puede llegar a públicos muy diversos y realizarse como escritor. Y hoy en día yo no sé si hay mitos equivalentes, pero en todo caso esos mitos están muy descentralizados. Creo que los pintores sueñan con tener éxito en Nueva York, ser reconocidos en Nueva York; otros muchos latinoamericanos vienen a España, de hecho la cantidad de latinoamericanos que vienen a España, algunos atraídos simplemente por la posibilidad de tener unas condiciones de vida mejores y otros porque España se ha convertido en un centro cultural muy atractivo. En cambio, el París actual no es de ninguna manera ese gran centro de creatividad en ejercicio, es un lugar donde hay un patrimonio maravilloso, pero lo que es la creatividad contemporánea se ha descentralizado enormemente, así que ese mito de París que en la novela se describe es ya parte del pasado.
Mañana publicaremos la segunda parte de esta conversación con Vargas Llosa.

3 Responses

  1. Gracias, Octavio. Nos ha llevado un buen rato transcribir cada una de las respuestas, pero considerábamos que, aunque eran muy largas sus respuestas, debíamos publicarlas en su totalidad dado que son reflexiones interesantes. El encuentro duró más o menos una hora!
    Mañana publicamos la segunda parte con una foto de VLL, pero no es nuestra, pertenece a la editorial. No llevé fotógrafo…
    Para tu información, mañana entrevistamos en Barcelona a Rebecca Blood, autora del libro Universo del Blog. En los próximos días publicaremos la entrevista en formato vídeo y texto.

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