Condoleezza Rice
La Secretaria de Estado de Estados Unidos es una de las personas clave del círculo más próximo al presidente George W. Bush con quien le une una gran amistad, compartida también con su esposa Laura. Los tres pasan largos fines de semana hablando de política y fútbol americano en Camp David, en reuniones familiares presididas por Bush padre, ex presidente y ex director de la CIA. Bush junior ha llegado a afirmar que “después de su esposa, Condi, es la primera persona con la que habla por las mañanas y una de las últimas con las que discute por las noches”.
Una trayectoria brillante
La amistad de Condoleezza Rice con la familia viene de lejos. Con Bush padre entró en el Consejo Nacional de Seguridad como asesora sobre la ex Unión Soviética y Europa del Este, siendo la primera mujer que formaba parte del selecto grupo de asesores presidenciales. Sus antecedentes académicos eran de récord: Ingresó en la Universidad de Denver con 15 años y se licenció cum laude en Ciencias Políticas con tan sólo 19. Después de un máster y un doctorado, con 26 años, Rice ejerció de profesora en el Centro Universitario de Stanford para la Seguridad Internacional y el Control de Armas llegando a ser la rectora más joven del país y la primera de raza no blanca en ocupar ese cargo.
Cuando la administración Bush subió al poder en el año 2000, el prestigio intelectual y la influencia de Rice sobre las estrategias republicanas en política internacional eran ya indiscutibles. Protegida y alentada por la que fuera entonces primera mujer Secretaria de Estado de EE.UU., Madeleine Albright y su esposo Josef Korbel, un refugiado checo, rápidamente se convirtió en una asesora imprescindible para George W. Bush. Su capacidad pedagógica y su fortaleza conceptual fueron claves para su incorporación en el equipo del presidente, quien necesita consejeros que le simplifiquen la complejidad, con análisis claros y sencillos. La primera persona que le dijo al presidente que los Estados Unidos estaban siendo “atacados” el 11S y, por lo tanto, en “guerra”, fue Rice. Ella fue la ecargada de definir las condiciones políticas y ambientales necesarias para el desarrollo de la estrategia de guerra preventiva contra el terror, en sustitución de la obsoleta estrategia de disuasión militar sostenida durante la etapa de la Guerra fría.
Una fuerte personalidad
El perfil de Rice está definido por cuatro características que la convierten en una de las personas más populares en los Estados Unidos y en el resto del mundo. Primero, una sólida formación académica; segundo, una singular y progresiva carrera de liderazgo político inusual en una mujer, negra y joven; tercero, unos orígenes humildes y duros que han formado un carácter basado en el esfuerzo y en la moral religiosa; y, cuarto, un estilo formal cuidado y trabajado al detalle que, junto a su sensibilidad artística y sus cualidades en las relaciones humanas, la proyectan públicamente como la figura con mayor proyección internacional de los próximos años.
El padre de Rice, pastor y profesor de instituto, compartió con ella su entusiasmo por el deporte y el conocimiento. De su madre, profesora de música, heredó la sensibilidad por el piano y su habilidad con este instrumento la llevó a matricularse para estudiar música con la intención de convertirse en una pianista de música clásica. Ambos le enseñaron otra valiosa lección, inculcándole que en los Estados Unidos no había límites para el poder de quien se esfuerza, siendo la educación la mejor respuesta ante la segregación y los prejuicios.
El repertorio musical de la “princesa guerrera”, como la conocen en la Casa Blanca, es clásico: El quinteto con piano y el segundo concierto de Brahms son las obras que la han tenido ocupada en los últimos tiempos. Shostakovich figura también entre sus músicos predilectos. Interpretó, paradójicamente, la delicada composición “Oración por la paz” de Brahms, durante la clausura de la tradicional y ridícula gala de la conferencia de la ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático) del pasado mes de julio, recibiendo numerosos elogios de los ministros de exteriores allí presentes. El bochorno ha sido habitual en este tipo de veladas, incomprensibles para la mayoría de la opinión pública que se escandaliza viendo a sus ministros haciendo el payaso con actuaciones patéticas, mientras el mundo se desangra por su pasividad irresponsable o su actuación deliberada.
Un estilo propio
Rice sorprendió a todos los invitados haciendo su entrada en el hotel Istana de Kuala Lumpur ataviada con un glamouroso vestido rojo diseñado por Faisol Abdulá, un amigo del primer ministro malasio. Horas antes, en su etapa en Israel, se pudo observar su estilo más conocido. Trajes chaquetas de corte clásico, ceñidos, que resaltan la silueta y las piernas de una mujer de 50 años que se conserva en forma con ejercicio y dieta regulares. Tejidos con colores cálidos o azules oscuros y negros. Grandes botones y solapas largas y rectas. Corte de mangas japonés para realzar sus largas manos y brazos, y las muñecas, siempre descubiertas, sin bolsos, sin carteras, ni dossieres que dificulten la visibilidad del conjunto.
Rice se maquilla con habilidad, está bien asesorada. Naranjas suaves en las mejillas. Labios intensos que resaltan su retocada dentadura. Peinado lacio -haciéndonos olvidar sus rizos afroamericanos- que se presenta inmóvil y refuerza sus facciones y expresividad. Mueve las manos con energía y con visibilidad calculadas. Sus largos dedos numeran habitualmente sus argumentos con solvencia y plasticidad. Su cuello alargado y trabajado luce casi siempre collares con grandes perlas blancas, a juego con los pendientes (también de grandes perlas, montadas sobre una base de oro). La perla simboliza la creatividad, la fertilidad femenina, el conocimiento, la pureza. También la humildad y la salud. Atributos, todos ellos, que encajan en la cuidada puesta en escena de Rice y que forman parte del poder y la persuasión de la comunicación del busto y de la cabeza.
Rice debe saber que, aunque abundan las leyendas sobre las perlas, hay un hecho innegable: las perlas son la gema conocida más antigua, considerada durante siglos la de más valor, compitiendo con el oro en simbolismo de riqueza y poder. Los indios de Norteamérica, por ejemplo, usaban las perlas de agua dulce del río Mississippi para hacer collares, cosiéndolas a los tocados y colocándolas en adornos de cobre. Y en el Corán se dice que un buen musulmán, cuando entra en el Reino del Cielo, “es coronado con perlas de un brillo incomparable y le esperan hermosas doncellas que parecen perlas ocultas”. Seguro que lo sabe bien. Rice no deja nada al azar.
Una rivalidad creciente
La historia de la presidencia de EE.UU. cuenta con músicos notables como Jefferson, Nixon, Truman, Wilson o Clinton y con melómanos como Kennedy. Pero ninguna mujer. Ni blanca, ni negra. Ni demócrata, ni republicana. Ni con perlas, ni sin ellas. Las elecciones legislativas de noviembre de este año pueden darnos pistas sobre el futuro de los candidatos o candidatas para las próximas elecciones presidenciales de 2008.
En el campo republicano, Rice va asumiendo cada día más protagonismo y liderazgo. Su suerte puede estar íntimamente ligada al desenlace libanés, con la paz regional de fondo, y a la retirada ordenada de Irak. Pero todavía quedan dos años. Tiene tiempo.
Y, en el otro campo, el demócrata, Hillary Clinton espera agazapada, acumulando recursos de todo tipo. Pero la prudencia puede jugarle una mala pasada como le ha sucedido al que fuera número dos de Al Gore en las presdidenciales de 2000, el veterano y poderoso senador Lieberman. Éste ha perdido las primarias demócratas en el Estado de Connecticut para las legislativas del próximo noviembre, frente a un desconocido que le ha superado manifestando una radical oposición a la guerra de Irak.
Quizás ha llegado el momento de las perlas. Hillary contra Condoleezza. La más codiciada frente a la más codiciosa.
Antoni Gutiérrez-Rubí
Asesor de comunicación
www.gutierrez-rubi.es