27 diciembre 2006

Carta a mi inexperto y pacífico lector

Querido inexperto y pacífico lector,
Las páginas que te dispones a leer son una invitación explícita y urgente a la violencia.
Tú eres, por supuesto, apacible como lo son por regla general los lectores de libros, una especie humana en vías de extinción precisamente a causa de su mansedumbre, amén de la metódica y capilar tarea de analfabetización emprendida con éxito por el sistema escolar, conforme a las directivas de las “3 I”: Inglés, Iniciativa empresarial, Internet.
A decir verdad, los libros no están en vías de extinción, cada vez se escriben más, cada vez se imprimen más, las librerías rebosan de libros, e incluso a veces se vende alguno. Pero se leen poquísimos, y por lo general se hace a escondidas. Se suelen utilizar como elemento decorativo, con esas tapas tan bonitas de colores tan vivos, colocados aquí y allá sobre mesas y estanterías y algunos incluso en el retrete. No hace mucho, un editor emergente se ha impuesto sobre la competencia reduciendo drásticamente los precios de sus tapas, que no contenían sino páginas en blanco, enormemente útiles para tomar notas y para otros usos menos nobles.
Así empieza el prólogo del sorprendente libro «Blackout» de Nanni Balestrini (Acuarela Libros). El autor proyectó Blackout como un montaje escénico y musical para el cantante, investigar sonoro y activista Demetrio Santos, pero la repentina muerte de este último y la acusación de pertenencia a banda armada impidieron que se llevará a cabo.
El 7 de abril de 1979, junto con otros miembros de la Autonomia operaria, fue acusado de asociación subversiva, pertenencia a banda armada y participación en 19 asesinatos, entre los que se incluye el de Aldo Moro. Se refugia en París.
En el exilio francés, Balestrini entrega este documento de una realidad-lenguaje tratada y arrebatada a la cárcel, el compromiso infame, la violencia paranoica del principio de la realidad capitalista y el aplastamiento despiadado de uno de los periodos más lúcidos y potentes de la práctica colectiva europea.


Continuación de la carta a mi inexperto y pacífico lector
Todos sabemos que los libros son escritos por individuos enfermos de narcisismo agudo, sobre todo para gustarse con sus novias y sus amigos, y que los únicos que suelen comprar algunas copias para regalárselas a unos y otros son los autores. Todas las demás van derechas a la trituradora, incrementando la floreciente economía editorial que da trabajo a papeleros, linotipistas, encuadernadores, distribuidores, expedidores, libreros, amén de cantantes o futbolistas famosos que alquilan su nombre para que figure en la portada de libros de gran tirada en lugar del autor (en esta lista no aparecen los redactores editoriales, eliminados hace tiempo por su proterva obstinación en querer publicar libros inteligentes y por lo tanto invendibles, y sustituidos por directores comerciales procedentes de eficaces experiencias en el sector de los saneamientos y de la comida para animales).
Ahora bien, tal vez te preguntes, inculto lector, de dónde proceden los beneficios necesarios para remunerar a un número tan grande de trabajadores atareados en este business tan lucrativo. Tampoco esto es un secreto, el dinero se saca de la industria del reciclaje del papel de los libros, que tras una breve estancia en las librerías son entregados en su práctica totalidad al editor, que a su vez los manda a la trituradora. En efecto, la regeneración del papel es un procedimiento bastante más rentable que su producción ex novo, que permite además la obtención de recompensas y subvenciones ecológicas por el grave daño evitado a la masa forestal. (Que el reciclaje del papel resulta altamente contaminante y que, por el contrario, lo más apropiado desde todos los puntos de vista, excepto el del beneficio, sea cortar árboles y volver a plantarlos, es una insinuación sin fundamento, propagada por los habituales enemigos ultrarreacionarios de las nuevas tecnologías y de la globalización.)
Y tú, inconsciente lector, participas alegremente en esta megaestafa, es más, eres su principal peón, su razón de ser. Sin embargo, eres dócil y no te asalta el violento deseo de enviar a la trituradora y a las plantas de reciclaje a papeleros, linotipistas, tipógrafos, diseñadores de portadas, encuadernadores, distribuidores, expedidores, libreros, amén de cantantes y futbolistas famosos. No alimentas contra ellos impulsos homicidas, porque ellos dan vida al mejor de tus mundos, a tu evasión, a tu paraíso perdido, a tu refugio dichoso contra las adversidades y canalladas que te ofenden y te humillan todos los días.
Pero ahora, a medida que te adentres en la lectura de este libro, estupidísimo lector, a cada línea algo cambiará dentro de ti, e incluso tu cuerpo se transformará lentamente. Tus dedos rollizos y blancuzcos, que deshojan suavemente estas páginas, poco a poco irán volviéndose arqueados y perversos, tus ojos se inyectarán en sangre, una mueca satánica deformará tu rostro…
Detente, cálmate, relájate. Es todo mentira, era una broma, lo he escrito para tomarte un poco el pelo, porque en el fondo eres simpático y voluntarioso. Sin embargo, no debes creer siempre ciegamente todo lo que lees en los libros, es más, no debes creértelo nunca. Los libros no se leen para sacar de ellos algo en lo que creer. Y entonces, me preguntarás, ¿por qué se leen? No te lo diré, perezosísimo lector, tendrás que descubrirlo por ti mismo.
Sin embargo, te veo un poco aturdido, en un aprieto, y llego a sentir miedo de que nunca llegues a conseguirlo. Y como estoy obligado a ser amable contigo, porque sin ti ya me dirás qué podría hacer, trataré de soplarte algo, aunque eres tan tonto que no te lo mereces.
Ante todo, debes tener claro que no se lee para sentir emociones, alegría o tristeza, melancolía o exultación, lo que es tan estúpido como pretender sacar algo parecido de un cuadro o de una música. La gente suele hacerlo, y fantasea de dicha con basura contaminante en la que se ve reflejado, surtiendo un efecto tranquilizador y gratificador.
Ahora bien, una obra auténtica (libro, cuadro, música) sirve para hacerte ver algo distinto o, mejor dicho, para cambiar tu modo de ver, de percibir las cosas y el mundo, sirve para iluminar tu mirada sobre aspectos de la realidad que te son desconocidos, para sacudirte por un instante de tu estado habitual de robot sonámbulo. Para despertarte, aunque sea por pocos instantes, dándote el vértigo de algo desconocido, que infringe las normas y las reglas en las que vives encajonado y anestesiado.
Albergo serias dudas de que llegues realmente a tener una mirada nueva, amable lector. Estas páginas, podrán, así lo espero, dejarte vislumbrar que, detrás de las palabras de los periódicos y de la televisión, detrás de la violencia de la información mediática que casi siempre nos cuenta una versión deformada y falsa de las cosas del mundo, se abren abismos que revelan realidades ocultas e inquietantes. No tienes más que revolver un poco las líneas, desplazar el punto de vista, rechazar lo déjà vu…
Por supuesto, no pretendo que este mundo, tal y como te lo ofrecen perfectamente empaquetado y maloliente, lo impugnes o lo rechaces, infame lector. Ya lo intentaron otros, que terminaron fatal (como también queda registrado en este libro). Así que continúa atontándote tranquilamente con tus tapas de colores, sueña incluso lo que quieras, refúgiate, evádete feliz bajo la sonrisa imbécil de los caballeros que desde grandes anuncios colocados por todas partes te prometen más dinero y más mierda.
No obstante, si por un casual te viniera alguna vez en la vida un impulso repentino e irresistible de romperlo todo, ójala por una vez no te contengas, deja que salgan las toneladas de violencia no expresada que durante tantos años te has estado tragando y enviando a la trituradora dentro de ti. Déjala explotar en un gesto demencial, que de solo pensarlo ahora te pone los pelos de punta: agarra una buena piedra y, con mucho cuidado de que nadie te vea, tírala hacia arriba con todas tus fuerzas contra, a tu elección: a) el careto del cartel publicitario; b) el semáforo rojo; c) la luna llena; d) el gato encima del muro; e) el banco de la esquina…
Más información sobre este libro en Acuarela Libros.
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