Escenas de la vida de Londres por «Boz»




El lector de los esbozos de Londres quedará sin duda sorprendido por la riqueza y minuciosidad con que se detalla lo cotidiano salpimentándolo con notas de humor y sentimiento característicos de la narrativa dickensiana. Estos ensayos fueron escritos con el pseudónimo de “Boz”, que como explica Martínez-Cabeza en las notas procedía del apodo infantil “Moses” con que Charles llamaba a su hermano Augustus cuando eran niños en honor a uno de los personajes de “El vicario de Wakefield”; “Moses”, pronunciado por Augustus, sonaba algo así como “Boz”. El pseudónimo tenía el objetivo deliberado de que no se identificara al autor de ficción con el Dickens reportero parlamentario. Las Escenas de Londres contienen 25 esbozos que se pueden agrupar en cuatro amplios bloques: la vida diaria de “Las calles”, “Las tiendas y los comerciantes” o “Las licorerías”; un segundo bloque donde el lector puede imaginarse las diversiones de la época con las “Diversiones londinenses”, “Los teatros privados” o “Las cenas de gala”. Los deshollinadores tienen su homenaje en “El primero de Mayo” y los trajes de la época cobran vida con personajes imaginarios en tono de comedia; el grupo de esbozos de tema legal adopta un tono más serio en “Los tribunales de justicia” o “Los Doctors’ Commons”; finalmente hay una serie de divertidos ensayos dedicados a los grandes cambios de la época en los transportes, como el “El último conductor de cabriolé y el primer revisor de ómnibus”, donde se indica el sencillo procedimiento para subir y bajar de un cabriolé: “Un salto y estamos en el primer escalón, giramos el cuerpo ligeramente hacia la derecha y estamos en el segundo, nos doblamos con gracia bajo las riendas cambiando de dirección a la izquierda al mismo tiempo y estamos dentro… cualquier instrucción sobre el arte de bajarse… es del todo innecesaria si usted va a desplazarse a cierta distancia porque la probabilidad es que lo lance a uno fuera del carruaje antes de haber recorrido tres millas” (págs. 210-211). La capacidad de observación y atención al detalle que reflejan las escenas las convierte en fiel reflejo de la realidad de la vida diaria londinense de principios del siglo XIX, lo que incluye en ocasiones reflejar el habla de la calle, el “cockney”, imposible de traducir pero trasvasado con humor: “…aquí está la pobre señora Sullivan, que tiene a sus cinco angelitos y no pué salir a limpiar una tarde sin que llegue una fresca y le engatuse a su propio marío, que llevará casá con él doce años…”.
Las Escenas es un libro para disfrutar del Londres previctoriano en pequeñas dosis, deleitándonos con instituciones, costumbres, personajes y contradicciones que la gran metrópolis albergaba en aquella época, desde los tenderos que acudían a primera hora al mercado de Covent Garden hasta el último borrachín que abandonaba la licorería, cuando todos acudían en tropel a la feria de Greenwich o los pobres aprendices se gastaban los peniques del almuerzo en pasteles rancios. Las escenas cobran vida en un presente continuo en el que casi desaparece el narrador y donde el lector contempla, imagina y se recrea en situaciones que mezclan sentimiento y humor en la proporción justa.
Texto: Mª Carmen Espínola Rosillo