¿Y tú, has estado en la fiesta?
«Yo también estuve en ese fiestón, no me lo perdí» la letra de Tote King refleja de forma divertida la actitud de bastantes usuarios 2.0: la obsesión por mostrar que estuvieron ahí, a través de comentarios, de fotos, de enlaces… parece como si en vez de vivir y usar las redes sociales para comunicarse, optasen por vivir PARA las redes sociales. Con un exaltado afán por contar al minuto cada detalle por insignificante que sea, por ponerse en el escaparate, por acumular amigos y seguidores, como si se tratase de-y una vez más tomo prestadas las palabras del rap-: «puro ego, sólo quieres amigos que resuciten tu autoestima por los suelos«.
Afortunadamente sólo es el hábito de algunos individuos -también de algunas marcas-, que acabarán reconociendo o incluso sufriendo por su error. Las redes sociales y la tecnología nos brindan cada día más y más herramientas y posibilidades para comunicar más y mejor lo que queremos. Y han adquirido un peso tan importante que generan por sí mismas comentarios en todos los medios tradicionales, generan controversias y llegan hasta las expresiones artísticas más variadas. Si los raperos quieren mostrar cómo es la sociedad en la que viven, en algún momento tenía que oírse algo como este tema.
Y seguro que todos los que nos movemos en el ‘social media movement’ habremos oído / leído la relación de amor/odio de Andrés Calamaro con su cuenta de Twitter (que ha terminado como suele ocurrir en todo buen relato de amor/odio con el abandono y los amargos reproches hacia lo que, hasta no hace tanto, parecía ser tan importante que le dedicaba nada menos que media hora diaria). En el blog del argentino se suceden los comentarios al respecto y en cualquier medio digital o de papel pueden encontrarse los detalles de una historia que ha generado más de 140 caracteres, muchos más y mayor espacio que su trabajo musical (algo que él lamenta amargamente en su diatriba contra las redes sociales). Entre sus quejas hay perlas como que «las redes sociales son un vicio y ya me libré de vicios más peligrosos» o el «amorcillamiento cultural ideológico» en las que considera «una herramienta de ocio de la clase media, que no son la palabra del pueblo llano o soberano«. Pero, eso sí, reconoce que tenía un «lobby de abogados lisérgicos gestionando mi cuenta«. Vamos, que la tan denostada cuenta, no sólo le ocupaba a él 30 minutos al día, sino que la gestionaban otros.
En clave de sol Tote King y Calamaro nos han acercado a lo que también forma parte de la realidad 2.0 y que es mucho menos bonito que todo lo que intentamos preconizar. Por ejemplo, que el ritmo al que avanzan es tan rápido que antes de extenderse su uso, corren veloces las críticas e incluso el hastío. Que cuando una gran parte de la población aún no ha tenido la opción o la intención de utilizarlas, otros ya abusan y se «desenganchan» de ellas . Que sigue confundiéndose acumular seguidores y amigos con relacionarse. Que existen ya social-media adictos que sólo viven para publicarlo en su muro. Y que quienes contratan a una agencia para parecer más «enrollados» en la red, pueden acabar desilusionados viendo cómo un perfil puede fagocitar al usuario y su música.