02 febrero 2014

El talento de Mr. Bublé

Michael Bublé, considerado el mejor “crooner” del siglo XXI, colgó el pasado 31 de enero en Madrid, como era de esperar, el cartel de “no hay billetes”. Un Palacio de los Deportes absolutamente abarrotado brindó una calurosísima acogida a este artista al que Madrid admira y quiere, cariño que ayer creció un poco más tras las muchas palabras de Bublé en castellano, idioma que va mejorando día a día gracias a su mujer argentina.

Acostumbrados como nos tiene al magnífico nivel de sus directos, nos preocupó que empezara el concierto con algunos problemas de afinación,  pero que fue solucionando poco a poco, y eso que entró en calor desde el primer minuto con unos impresionantes géiseres de fuego que brotaban del escenario.

Michael Bublé tiene un talento fuera de lo común. Su calidad vocal, su potencia, su limpieza de voz, su musicalidad, su forma de decir las cosas. Y algo que particularmente me maravilla: su facilidad. Canta como si nada, sin esfuerzo alguno, natural. Y no necesita de gorgoritos ni pseudomalabarismos vocales (a los que estamos tan acostumbrados con algunos cantantes españoles…) para demostrar que tiene buena voz (como el pasado año, y con el  mismo tema, terminó su concierto apagando el micro y llenando sólo con su voz y un suave acompañamiento de piano el gigantesco recinto).

Su inevitable comparación con Frank Sinatra le ha ayudado a la hora de recuperar su repertorio, su público y establecer una referencia, pero Sinatra sigue siendo Sinatra. Porque para ser justos, y aun siendo un incondicional de Michael Bublé, ayer salí algo decepcionado. La apabullante puesta en escena me dio algunas pistas. Así como la presentación en Madrid de hace unos años, en un auditorio más pequeño, sin efectos audiovisuales, sólo con la voz y el encanto personal del artista, fue absolutamente reveladora e impactante, lo de ayer fue diferente. Bublé ha potenciado sus dotes de showman, enamora al público, pasea entre él, se autofotografía con los smartphones de la gente, lee sus pancartas y cumple sus deseos, hace sus gracias, cuenta sus cosas, canta canciones de Bee Gees y los Jackson Five… Y todo rodeado de una escenografía espectacular, con los más modernos juegos de luces, de sonido, con escenarios y pasarelas que suben y bajan, proyecciones imposibles, fuego, corazones de papel que caen sobre el público mientras sus canciones hablan de amor… Todo tan espectacular que en un momento dado me di cuenta de que no estaba prestando atención a Bublé… Había pasado a un segundo plano, y eso no es nada bueno.  Nunca pueden ser mejores la caja y el lazo que el propio regalo. El Bublé de antes no necesitaba envoltorio, se bastaba solito. El de ahora parece que sí.

Puede que haya decidido apostar por otro concepto de concierto, más espectáculo, más al estilo Las Vegas, pero se ha perdido ese calor y esa calidad del “crooner” que conocíamos, que nos dejó con la boca abierta la primera vez. Incluso sus músicos, excelentes, no brillaron como otras veces. Sinatra, sin embargo, nunca necesitó de artificios y parafernalias para demostrar lo que era, el mejor. Quizá fuera cuestión de carácter. O de talento.

No quiero dejar de confiar en que Bublé volverá a ser el que era, pues pienso que tiene unas enormes condiciones para ser uno de los grandes, pero creo que se ha despistado. Para el público que oyó y vio ayer a Bublé por vez primera, el concierto fue un éxito, increíble, sin parangón. Para los que repetimos y vimos a “Miguelito Burbuja”, como se hace llamar ahora, echamos de menos a Michael Bublé. Esperamos que vuelva pronto.

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