14 agosto 2005

José Antonio Millán

José Antonio Millán ha publicado recientemente en versión hipertexto La lectura y la sociedad del conocimiento, un trabajo que realizó en 2000 por encargo de la Federación de Gremios de Editores de España. Como complemento a esta lectura, hemos entrevistado a su autor para profundizar en varios aspectos del mundo del libro. José Antonio es lingüista de formación y ha trabajado sobre temas relacionados con lengua e ideología a través de numerosos artículos. Acaba de publicar  ¡NO!,  una pequeña enciclopedia de la comunicación mediante signos en el mundo contemporáneo.

Varios estudios del sector del libro indican que el 50% de los españoles no lee nada, ni un libro al año. En tu obra «La lectura y la sociedad del conocimiento» mencionas que la lectura es la llave de la sociedad del conocimiento. ¿Es éste uno de los motivos por los que España se encuentra en el número 28 del ranking de países tecnológicamente desarrollados, siendo supuestamente la octava economía del mundo?

Bueno, no es sólo culpa de la falta de lectura: ésta es, en cierto modo, un síntoma. En general, en España ha habido un claro desprecio por el mundo de la ciencia y de la técnica, que hace que, según muchos indicadores (artículos publicados, número de premios Nobel, número de patentes), ocupemos un lugar tan bajo. Ahora bien,  la práctica de la lectura es muestra de espíritu de curiosidad, ansias de conocimiento, etc., y por eso no extraña que su situación negativa sea un elemento más de un panorama general en cierto modo desolador.

Varios libreros y editores nos comentan que los lectores, el otro 50%, están desconcertados con tantas novedades, premios literarios, etc. ¿Cómo no perderse en la marisma de títulos, autores y obras que aparecen cada día?

Es claramente imposible no perderse… La masa de títulos nuevos publicados cada año se alía con la progresiva desaparición de librerías, y con la presión que las distribuidoras ejercen sobre los puntos de venta para que ocupen con sus títulos un espacio forzosamente limitado. Así, hay un cierto tipo de libros que es el más jaleado mediáticamente, quizás el más premiado, y el que más se encuentra en las librerías y grandes superficies, pero que no es el mejor, ni mucho menos.

¿Cuál es la clave para llegar a ser un buen lector?

Leer. Leer mucho y de todo. Diría también que nacer en una familia de lectores, pero eso, por desgracia, no es algo que podamos elegir, ni enmendar. Leer, la pura operación de decodificar letras, es algo que se puede hacer bien o mal, pero un mal lector (en este sentido) es alguien que extraerá imperfectamente el sentido de un texto, que se cansará al cabo de pocas páginas, etc. Un buen lector es algo así como un buen nadador, o un buen ciclista: alguien que lo ha practicado mucho. En ese sentido hay un círculo perverso: el de los que leen imperfectamente; por eso se cansan más, y por eso leen menos, y al ejercitarse poco no acaban de llegar a leer bien…

Se dice que un editor no debe ser juzgado por los buenos libros que ha rechazado, sino por los malos libros que ha publicado; ¿deberíamos juzgar a los libreros por los malos libros que exponen en sus mesas de recomendaciones?

El espacio de las mesas es limitado, muy limitado. Y a lo mejor el librero no tiene la libertad de llenarlo como quiera. Puede venir el distribuidor diciendo: «Tengo este libro, que ha escrito la finalista de Gran Hermano que se acostó con el presentador del programa rosa. Se va a anunciar en televisión. Pero no te lo doy si no me pones en la mesa también éste y éste y éste». Es posible que si quiere asegurarse unas ventas (porque lo venderá), el librero deba quitar el espacio a otros libros, quizás mejores. Pero yo creo que estos libros de actualidad, muchos premios, etc. no forman lectores, sino que los defraudan. Pero ésa a lo mejor es una postura elitista…

¿Cuál es el futuro del librero de toda la vida? ¿Qué puede ofrecer a los lectores para competir contra las grandes superficies y las librerías virtuales?

Frente a las grandes superficies, el librero de toda la vida debería ser el mejor aliado de la «bibliodiversidad» (palabra que aprendí en el Gremio de Editores de Madrid). Debería servir de punto de contacto entre el público y una producción muy rica de todo tipo de editoriales pequeñas, medianas, o incluso grandes (¡cuántos libros interesantes salen en el catálogo de un gran grupo, ahogados por la morralla!). Frente a las librerías virtuales, la librería clásica tiene la ventaja de lo real, del contacto, incluso físico, con el libro, del hojeo (aunque en las mejores librerías virtuales  ya se puede ver el contenido de los libros), ¡e incluso del tachiyomi! (la práctica japonesa de lectura de pie: http://jamillan.com/lecsoco.htm#Una%20sociedad%20lectora). Un buen librero que conoce los gustos de su público puede ser un consejero eficaz y especializado (aunque cuidado: un simple recurso como el «quien compró este título compró también…. » de Amazon puede ser también muy útil).

Hoy por hoy, la presencia en Internet de librerías españolas es mínima, y ni siquiera la existencia de un ordenador para consultas es algo habitual en las propias librerías. ¿A qué se debe esta ausencia de cultura tecnológica en el sector del libro?

Bueno, con tantos ordenadores por todas partes, yo no sé si un ordenador para consultas es lo mejor que se puede meter en el espacio limitado de una librería… Yo pienso que el sector de la librería está dando un salto de gigante en informatización para pedidos, conocimiento de novedades, etc. Y hay unas cuantas que cuentan con proyectos web de venta al público, incipientes pero bien planteados. El problema es que probablemente no podrían luchar contra la apertura de un amazon.es, con su gran marca, know-how y práctica… De hecho,  amazon.com ya está vendiendo libros en español… Tienen hasta siete u ocho míos…

Cada día nacen en Internet centenares de revistas digitales, weblogs literarios, editoriales digitales, etc. ¿Crees que Internet ampliará la comunidad literaria? ¿Ayuda a descubrir nuevos talentos?

A mí, esa proliferación de producción en Internet me parece maravillosa. Me recuerda la eclosión y el desorden de la época que simultaneó la difusión manuscrita y la imprenta (que ha contado magistralmente Fernando Bouza en «Corre manuscrito»: http://jamillan.com/correman.htm). De ahí puede surgir cualquier cosa… Hay uso del Internet como mediación con la edición tradicional, del tipo que hace Proscritos (http://www.proscritos.com),  o bien como punto  de encuentro de creadores de diversa índole, como hace «La lectora impaciente» (http://es.geocities.com/lalectoraimpaciente/), de expresión de una voz personal, como Mariano Gistaín en su «Texto casi diario» (http://www.gistain.net/); etcétera, etcétera, etcétera…

¿Cómo crees que está influyendo y va a influir el fenómeno bitácora en el mundo de la edición?

Las bitácoras o blogs sirven para cualquier cosa, de modo que podemos encontrar blogs dedicados a informar sobre el mundo de la edición y del libro (¡el mío!: http://jamillan.com/lbblog4.htm), otros que son utilizados por autores en ciernes para darse a conocer (o conjurar sus diablos), como el de Paz Vega (http://www.pazvegalopez.com/). Ahora bien, está empezando a darse el fenómeno de que empresas periodísticas o editoriales financien blogs, como el Retiario de Pepe Cervera en El Mundo (http://navegante2.elmundo.es/navegante/weblog.html), o el que Espasa ha puesto a Arcadi Espada como preludio de un libro (http://arcadi.espasa.com), en el que, por cierto, destaca la participación de los lectores. El género blog es tan flexible que no puede extrañar que albergue casi cualquier tipo de proyecto…

Texto: Redacción Dosdoce

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