08 marzo 2010

DRM. Panorama general

Por José A. Vázquez

La cuestión de la protección de los archivos digitales supone siempre un importante punto de desencuentro entre el consumidor y el proveedor de dichos contenidos digitales, léase aquí entre el lector y la editorial o la plataforma que los vende. Aunque la implantación de este sistema de protección es principalmente la lucha contra la “piratería” -término en exceso generalizado cuando hablamos de Internet-, existen otras implicaciones que afectan mucho más a los lectores de ebooks y que tienen que ver con la falta de información –o información velada- y la letra pequeña, como son la cuestión de la privacidad, la propiedad real de los libros o la compatibilidad real de los mismos fuera del sistema contratado. En muchas ocasiones, las personas que se animan a dar el paso al formato digital ignoran la mayoría de estas cuestiones y se encuentran que la lectura digital se puede convertir más en un problema técnico y legal que en una nueva manera de acceder a los libros y disfrutar de la lectura. Estos procedimientos tan incómodos para el lector sólo pueden contribuir a ahuyentarle y, con ello, las editoriales a perder una nueva y buena oportunidad para hacer llegar sus títulos a los lectores.

El pasado mes de octubre, en un estudio conjunto llevado a cabo por Dosdoce y Ediciona, se plateó la cuestión de la gestión digital de los derechos, DRM (Digital Rights Management), a los profesionales del sector del libro en España. Los resultados de aquella encuesta no dejan de llamar la atención porque, si bien existe todavía un alto porcentaje (37%) que asegura querer usar este sistema de seguridad -o restricción, según el punto de vista que se adopte- sin discusión ni excepción, el 59% lo considera necesario en circunstancias específicas (según el tipos de libros, lanzamientos especiales, canales de distribución, etc.), lo cual demuestra cierta agilidad y concienciación de que cada cosa tiene su tempo. Llama la atención porque los datos a la hora de querer acceder a los ebooks son otros y la verdad es que no es fácil encontrar libros sin DRM en las editoriales, sin excepciones de género, novedad o plataforma. Esta oscilación entre las respuestas y la realidad comercial puede ser porque, aún trabajando en el sector, todos somos –o así debería de ser- antes que nada lectores, y como tales sabemos que la cuestión de los libros con cerrojazo, siendo comprensivos -y en el mejor de los casos- es complicada e incómoda.

Los problemas de incompatibilidad se han sucedido desde el comienzo de la popularización de los ereaders, y no sólo por causa de la piratería. Cuando Amazon cerró su esquema para el Kindle y después adquirió Mobipocket, quería asegurarse su formato, es decir, sus ventas, para lo cual no permite otro sistema que el suyo, así como también obligaba a sus autores a editar con su DRM, sin otra opción. Después surgió el ePub (adoptado por Sony como estándar, con lo que abandonó su propia gestión de derechos DRM y se pasó a la de Adobe), un formato abierto para evitar las delimitaciones impuestas por Amazon -sobre todo a raíz su la adquisición de Mobipocket- que, a pesar de sus aspiraciones a estándar, se encuentra con que el DRM le impide esa voluntad de compatibilidad con todo tipo de ereaders. No obstante, Amazon, sin dejar de defender y argumentar –avalado por sus editores- la necesidad de incorporar el sistema de seguridad, ha abierto, una opción mediante la cual, con un simple clic, los autores y pequeños editores pueden publicar sus libros con o sin DRM. Una opción de la que apenas han hecho comentario o anuncio alguno.


Imagen: Nueva opción DRM de Amazon para autores y pequeños editores.

El modelo –hoy generalizado- de Adobe también es incompatible entre soportes. A pesar de las actualizaciones, muchas veces éstas fallan, dan problemas y el dueño de un lector se encuentra con que necesitaría un nuevo lector capaz de leer los cambios del formato recién adquirido. Quienes tengan libros para Mobipocket y ahora su ereader trabaje con ePub, no podrán acceder a esos títulos tras actualizarse (actualización que es opcional, pero si no se actualiza se limita a su vez el número de contenidos, antes o después se “abraza” el ePub); es lo les ha ocurrido a quienes tenían un iRex. Sony afirma que por ahora no ve razones para eliminar el DRM porque están convencidos de que les permite asegurarse unos ingresos que de otro modo perderían. El Nook de Barnes & Noble también trabaja con ePub y PDF con su propio DRM: una clave numérica que se asocia con el nombre del comprador y de su tarjeta de crédito. Lo que ahora se denomina “DRM social”.


Imagen: Fuente: http://www.mobiletechreview.com/gadgets/nook.htm

En cuanto al recién nacido iPad de Apple, por ahora no se plantean trabajar con el DRM de Adobe, parece ser que van a adoptar su propio sistema, el FairPlay, el mismo que utilizaron con el iTunes. Siguen la línea de Amazon, es decir, sus libros sólo se podrán leer en su aparato. O incluso más cerrado que Amazon, porque al menos los libros del Kindle se pueden leer en el PC, Mac, iPhone y Blackberry. Una táctica comercial para la venta de soportes, pero a la larga no sé si tanto para vender ebooks. Aunque, según señalamos más adelante, es posible que también se pasen a un sistema más flexible o social de protección.

Como vemos, todo resulta un poco caótico y se necesita tener muchos datos presentes y bien ordenados para saber si se podrá leer o no leer determinado libro en el lector propio. De manera que tener un ereader significa estar atado a un dispositivo específico, a una plataforma o sistema concreto, una importante barrera a la motivación digital. La limitación del formato estándar de Adobe (PDF o ePub) a, por ejemplo, seis ordenadores o cuatro lectores electrónicos (Mobipocket), tras registrarse y conseguir su respectivo identificador ID en cada plataforma no deja de ser una restricción. Y, aunque sabemos que el modelo de negocio y de uso del ámbito digital es distinto que en el analógico e impreso, es pretender mucha comprensión por parte del consumidor estar sujeto a tantas contrariedades y barreras tecnológicas cuando lo único que desea es descargarse un libro y leerlo como, donde y hasta cuando se quiera, sin temor a no saber si al día siguiente le plateará un problema el hecho de querer abrir -o encender, más bien- su último ebook. El lector se encuentra con que todo lo que eran facilidades con el formato digital (rapidez, conectividad, hipervínculos, peso, etc.) pueden quedarse en nada frente a la cuestión de los diferentes sistemas y el DRM. No parece la mejor manera de promocionar el uso y la lectura de los ebooks. Si el miedo a la piratería ha generado argumentos favorables para creer que este tipo de gestión de derechos es la única manera de que la edición digital salga adelante como nuevo modelo de negocio, parece que el mismo miedo ha hecho olvidarse de tener en cuenta el punto de vista del lector, y consumidor.

La postura de editoriales

No obstante, a pesar de las dificultades e incertidumbres que conlleva para los lectores, las editoriales continúan convencidas de las virtudes del DRM, si bien algunas parece que, al menos, se están planteando dar un cambio en su política de restricciones. La poca aceptación y, como luego veremos, el hecho de que su influencia en la piratería es apenas temporal y por tanto casi nula –entre otras razones- son las causas principales para este ralentizado cambio de opinión.

En el panorama internacional, Pan McMillan está en conversaciones con sus autores para saber si éstos tendrían algún problema con publicar sin DRM; además, creen que las ventas pueden aumentar sin la protección. Jane Friedmann, ex HarperCollins, hoy flamante directora de Open Road, volcada de pleno en el formato digital y multimedia, se está pensando muy despacio si sacar los ebooks cerrados. Smartly, que pertenece a Harlequin, advierte a sus autores que el contrato no incluye el DRM, así se reserva su utilización o no. En Fictionwise, mientras cada editor se lo permita, ofrece miles de ebooks libres de protección. El caso de O´Reilly quizá haya sido más comentado porque son quienes mantienen un debate más claro y abierto sobre el tema: han decido dejar su ebooks libres en los tres formatos: ePub, PDF y Mobipocket. Queda por ver a qué acuerdos llegará con Apple; ya hemos visto que, por ahora, optan por la vía menos transigente.

En Francia, Publie.net, una iniciativa de Le Tiers Livre, lleva a cabo un modelo de suscripción que, mediante el pago de 65 o 95 euros anuales, permite el acceso a los aproximadamente 200 títulos publicados desde enero de 2008 y a los que se vayan publicando en adelante. Se pueden descargar los textos a un dispositivo lector Sony Reader, Cybook, iPhone y otros, sin DRM pero con una suerte de ex-libris digital personalizado, cerca también del DRM social, con el que el lector tiene siempre acceso a su biblioteca sin miedo a perder dicho acceso, como ocurre muchas veces con la clave de identificación ID de Adobe (de hecho, parece que por esta razón Adobe está flexibilizando su DRM para hacerlo un poco más “social”). Editions Dialogues tienen sus ebooks en varios formatos pero sin ningún bloqueo porque, según afirman, no quieren cometer los mismos errores que el sector discográfico y porque estiman que quizá sea sólo un 1% de los lectores a quienes se les pueda considerar piratas.

A pesar de estos primeros indicios, experimentos y ligeros cambios de rumbo, la norma es que, de un modo u otro, el DRM está instalado en todas las editoriales y plataformas. En España no es diferente. Algunos ejemplos: Edi.cat comercializa sus libros digitales protegidos por el sistema DRM propio de Adobe (Adobe Content Server) y de Mobipocket. Harlequin Ibérica lo explica y cree tenerlo claro en su web: “Gracias al sistema de seguridad DRM sobre los ficheros PDF los editores se sienten seguros para distribuir sus publicaciones en eBook no permitiéndose así que sean enviados por correo electrónico ni tampoco descargados de otra manera”. Grup62 trabaja con Leqtor desde un principio, por tanto, con cualquier dispositivo o lector electrónico que soporte el formato ePub y DRM de Adobe; al menos previenen a los más que posibles desinformados lectores de que no es viable tener en un lector de libros el formato Mobipocket y ePub simultáneamente. La editorial Odisea acaba de hacer su entrada al ebook vía Todoebook, es decir, con DRM. Amabook ofrece sus libros en formato ePub con DRM de Adobe (también advierten en su web que el DRM es un programa que protege al libro contra la piratería: como si fuera al lector al que le importara, cuando la preocupación es para el editor). En Leer-E, que trabajan con DRM Mobipocket y Adobe (ePub y PDF), tras preguntarles por la causa de esta decisión afirman que “en temas de DRM, son los autores, agentes y editores los que toman las decisiones. Nuestro sistema de distribución de contenidos está preparado tanto para contenidos con DRM como sin DRM”. Aseguran que de momento no tienen a la venta ningún libro sin DRM, aunque es cierto que algunos de los libros que regalan con los aparatos no llevan protección.

Imagen ID de Adobe

Otras plataformas o librerías importantes como puedan ser las de El Corte Inglés o Casa del Libro, incluso la librería Díaz de Santos, también trabajan con el sistema de Adobe y su identificador. Es interesante reproducir el texto que añade Publidisa en su web: “Publidisa informa al editor de que cuando él autoriza la comercialización electrónica de su obra, después de verificar nuestro sistema de protección de la misma, dicha comercialización se hace bajo su responsabilidad y su autorización, por lo que Publidisa no será responsable de la rotura de la protección del eBook realizada por algún tercero. No obstante, Publidisa se compromete a realizar las acciones judiciales oportunas conjuntamente con el editor contra cualquier persona que manipulara la protección de los eBooks que hubiera creado”. Enseguida veremos lo que esto significa con respecto a las leyes de propiedad.

¿Combate realmente el DRM la piratería?

La evidencia dice que las editoriales y plataformas –estaría bien saber la opinión de los autores que están bien informados- optan por el camino rápido y directo del bloqueo para evitar la piratería, o también para asegurarse un mercado, según hemos visto. Queda claro entonces que, desde el punto de vista del editor, es necesario -si no obligado- establecer un sistema de seguridad anti-copia; y que para el lector semejante sistema no deja de ser un incordio, porque, por muy concienciado que esté ese lector de que hay que preservar algunos derechos y evitar las copias ilegítimas, la manera para luchar contra esto no acaba de compensar tanto peaje.

En realidad, desde el mismo momento en que se sabe que todo DRM puede ser craqueado (el de Kindle y el de ePub ya están rotos), la discusión debería acabar aquí, junto al DRM, y buscar nuevas fórmulas –a la vez que hacer estudios severos, no sobre supuestos- para evitar las copias no legales sin que el lector lo padezca. Muchos nos saben lo que es hasta que les toca lidiar con las descargas. Mientras, va a seguir habiendo opiniones que consideren que el DRM impide un uso justo, personal, de los libros, cuando en realidad no impide las sucesivas copias una vez que se rompe el código. Es precisamente la rotura del bloqueo lo que juega más a favor del DRM en asuntos legales; como la cuestión de derechos de propiedad digital puede entrar en debate con otras nociones legales como el fair use o el préstamo, por ejemplo (puesto que son nociones construidas sobre bases sociales de prácticas y acciones comunes en un contexto analógico), la implantación de un DRM sí asegura que, al menos, ha existido fraude informático al romper un código de seguridad privado. Es lo que señalaba el aviso de Publidisa, arriba citado. La realidad es que se van romper todos y, en ocasiones, como en toda la red, un foro o un buscador hacen que cualquiera pueda hacerlo.

En el último TOC las conclusiones han sido que el DRM no tiene apenas impacto contra la piratería. O´Reilly había hecho público su “experimento”, desde hace dos años, para sacar los títulos sin protección y, según sus cifras, las ventas habían aumentado un 104% desde entonces, aún conscientes de que existían copias de sus libros por la red, pero la venta del formato libre les había compensado (el periodista del New York Times, David Pogue, les secundó el experimento con resultados similares). Parece que el hecho de que sea una editorial muy específica sobre libros de tecnología no convence como ejemplo a otros editores más convencionales. Otro argumento en contra del DRM es que la aplicación de estos sistemas de seguridad son un freno al desarrollo y la innovación para los usuarios,  un retraso, en definitiva. Del mismo modo que el DRM, como hemos visto, sólo ralentiza las posibilidades de que los libros sean copiados por un hacker habilidoso. Christopher E. Meadows, de Teleread, escribió una carta abierta a Random House en la que exponía los motivos de su descontento por la protección de un ebook legalmente comprado en un formato Mobipocket. Además, pone un ejemplo conocido como es el de la circulación de ejemplares no legales de Harry Potter, (también lo último de Stepen King o El último símbolo, de Dan Brown; siempre bestsellers de seguidores impacientes o fanáticos de estos autores, no creo que sucediera lo mismo con otro tipo de libros o autores), incluso antes de que estos salgan al mercado. Muchos de estos ejemplares han sido escaneados a mano, algunos incluso sin pasar por el OCR (lo cual debería hacer pensar a los editores sobre lo conveniente de sacar el formato al menos a la vez que el impreso). Sencillamente, los incondicionales no han esperado a la edición digital del libro. Copias ingentes que es muy posible, -como ocurre en el caso de los documentos libres que corren por Internet- al final no se acaben leyendo. Cory Doctorow, reconocido por ser el escritor que más predica contra el DRM y más ensayos con ventas, escritura y marketing online lleva a cabo, publica algunos de sus libros en la editorial Tor porque están de acuerdo con que los ponga a la venta el mismo día de su publicación sin protección DRM. Si bien es cierto, a veces el problema de algunos de estos casos es cuando se confunde el marketing con el modelo de negocio.

El libro en la nube y los derechos de propiedad del libro

Un ebook o ereader defectuoso, un problema con la clave de acceso, incompatibilidades con las actualizaciones, incluso el hecho de que una de las plataformas quebrase o cerrase, unido a las dificultades que plantea a un lector medio el DRM están haciendo que los editores se acerquen cada vez más a la postura del DRM social, vinculado a una cuenta y una tarjeta de crédito cifrada, accesible desde otros soportes en cualquier momento. Un modelo similar a tener la biblioteca en la nube. El problema puede ser parecido si, aún estando en la nube, para llegar a los ebooks hay que entrar por otras tantas plataformas diferentes. Tener los libros en la nube, es decir, en una biblioteca virtual, online, debería al menos asegurarnos poder accede siempre a ella. Hasta ahora el problema ha sido cuando, como es el caso de Amazon, “se reservan el derecho de modificar, suspender o interrumpir el servicio en cualquier momento”; la misma letra pequeña que encontramos en Sony o iTunes de Apple, es parte de la gestión de derechos digitales. El ya famosos caso 1984 de George Orwell y su eliminación, sin previo aviso por parte de Amazon, de los Kindle de aquellos que lo habían comprado llamó la atención al poner en evidencia que, cuando adquirimos un ebook en realidad se trata de una cesión de derechos de utilización y no de una venta.

Imagen: http://www.eff.org/deeplinks/2010/01/updated-and-corrected-e-book-buyers-guide-privacy

La mayoría, por no decir todos, puede hacer uso de este dudoso privilegio, y no sólo de éste, sino de saber qué estamos leyendo en determinado momento, hacer un seguimiento de lo que compras o compartir dicha información con otras empresas. Es decir, los DRM actúan para proteger los contenidos, pero a la vez incluyen mecanismos para validar, controlar, autentificar, identificar transacciones, preferencias y comportamientos del usuario, en este caso especialmente el DRM social. Este tipo de control también actúa en contra de los soportes móviles y de la lectura digital. Con los avances tecnológicos, pantallas de ordenador menos agresivas, con posibilidad evitar la retroiluminación, cada vez más cerca de conseguir el efecto visual del de la tinta digital de un erader sin perder color, es factible que los ordenadores sean la mejor opción para leer, al menos en casa, el formato digital. Sobre todo para las generaciones que trabajen casi exclusivamente en el aula con portátiles. Según datos de este reciente TOC, el dispositivo más popular de lectura digital para el 47% de sus clientes es la pantalla de su ordenador. Kindle vendría en segundo lugar con el 32%, seguido del 11% para iPhone, el 10% para el iPod, el 9% entre Blackberry y netbooks, y el 8% entre el Nook de Barnes & Noble y el Sony Reader.

El paso dado por Google Editions va en esta dirección: a diferencia de Amazon o Barnes & Noble, la tienda de libros de Google no será para un soporte específico y está tratando de que pueda ser leído en el PC, portátil e incluso en el mayor número posible de lectores que ya existen en el mercado. Un sencillo dispositivo con un navegador web será capaz de acceder a la tienda de Google Edition. Después de comprar y acceder online al título por primera vez, se almacenan en la caché, con lo que el libro permanece disponible incluso sin conexión. Existe también una plataforma, eBooks Just Publisher, que publica diariamente obras nuevas sin DRM para leer en pantalla. Esta nueva versión de la propiedad está dando argumentos a aquellos que desean adquirir los ebooks más baratos en cuanto que no nos pertenecen realmente físicamente. El DRM también tiene sus costes, la cuota por contratar la protección incrementa el precio de los libros; aunque este –la cuestión del precio de los ebooks- es otro tema.

Conclusiones sobre la cuestión DRM

Lo cierto es que las editoriales se han cubierto las espaldas antes de tener datos y antes de haberse posicionado con fuerza en el mercado editorial con los formatos digitales. Ha habido tiempo de experimentar más con los ebooks, con su comercialización, con el tipo de lector que accede a este modelo de contenidos, probar modelos mixtos, pero se ha preferido mirar al sector discográfico, una vez más sin detenerse a analizar factores particulares del entorno editorial. No puede ser equiparable todavía el ámbito de los intercambios de archivos de música, particularmente joven, un tipo de contenido de rápida asimilación, con un lector donde la media de edad es más alta, dedica más tiempo al contenido, puede trabajar o investigar con él, está algo menos familiarizado con las redes de intercambio y, al ser potencialmente más mayor, tiene más posibilidades de tener ingresos propios, preferir lo seguro de la calidad, es decir, la copia original, y tiene mayor conciencia de que puede que infrinja algún daño si escoge otra vía para adquirir un libro que no sea en la librería o plataforma que lo distribuye.

Poco a poco surgen los datos. Por ejemplo, en BitTorrent, un conocido programa P2P para compartir archivos, de los archivos que existen para compartir el 46% son programas de televisión y películas, el 14% pornografía, otro 14% juegos y software, un 1%, imágenes y sólo un 1% de libros. Por supuesto, existen otros datos y otras cifras que señalan pérdidas millonarias en Estados Unidos debido a los P2P (aunque hay que mirar detenidamente estos estudios y quién los hace, porque es posible que sea una empresa que vende servicios de protección de archivos, como es el caso; no se pueden dar cifras de archivos compartidos sin saber qué título o tipo de ebooks son, en estas cuantificaciones suelen incluir PDF de todo tipo, sin distinción). De todas formas, como hemos adelantado, es factible que más de la mitad de estos libros no sean más que versiones escaneadas del formato impreso. Aún así, si las editoriales perseveran en que sus libros tienen que tener algún tipo de protección, será mejor pensar en otro sistema que “premie” de alguna manera al lector (el problema para las bibliotecas sería mayor), dispuesto a tragar con los inconvenientes antes expuestos. O´Reilly, una vez más –qué le vamos a hacer si son de los pocos que se animan a probar-, ha fijado que con la compra de uno de sus libros el lector tiene asegurada toda actualización de ese título. Parece ser que la exclusividad de Apple con su modelo de DRM para el iPad se aceraría a un modo similar de, al menos, gratificar la paciencia y fidelidad del lector, aunque no deje de ser un DRM “encubierto”. Este tipo de actualizaciones o de valores añadidos periódicamente no sólo sirven para libros técnicos, al contrario de lo que se piensa; cualquier género es apto para ofrecer al lector nuevos servicios: entrevistas, reseñas nuevas o de la época en que fue escrito el libro, documentales, narraciones, reportajes, etc. En definitiva, todo tipo de contenidos posibles según autor o título. Siempre y cuando sean de calidad, no como si fueran “pegatinas” o “cromos” o cualquier excusa de falso valor en formato digital. Más bien sería algo como lo que hace Penguin con sus clásicos enriquecidos, pero actualizando entradas y contenidos. Quizá no siempre sea necesario o conveniente el contenido multimedia, cada género o tipo de título invita a pensar su edición de un modo distinto pero, de algún modo, si el DRM va a ser innegociable, las editoriales van a tener que darle muchas vueltas a las ideas de gratificación, descuento, valor añadido o actualización para hacer comprensible su insistencia. Es decir, entender con la mentalidad del inocente lector que sólo quiere comprar un libro.

Además, otra posible opción sería un DRM limitado en el tiempo o perecedero. Si sabemos que los libros que más corren por los P2P son esencialmente los bestseller, o en su defecto, las novedades, y las novedades apenas aguantan un mes en el escaparate, se puede dejar libre el ebook una vez el editor considere que ha pasado un tiempo prudencial para que la novedad deje de serlo. En definitiva, se trataría normalizar el acceso a la lectura digital, no poner más piedras en el camino, como se suele decir. Lo ideal sería eliminar cualquier restricción que limite el uso y propiedad de los ebooks al que debería ser su legítimo dueño; ya hemos visto que hay razones más que suficientes para hacerlo. Con ello nadie dice que los autores -y cualquier trabajador de la cadena del negocio- deban poner en riesgo su trabajo –si así lo entienden aquéllos; esto sería otro debate- innecesaria o gratuitamente, pero mientras sea el lector quien pague todas estas imperfecciones y debido a estos pequeños desajustes y retrasos de la edición digital, van a seguir existiendo argumentos y felicitaciones -como pequeñas y particulares batallas ganadas- por parte de quienes, todavía algo incomprensiblemente, siguen viendo los ebooks como un enemigo, en lugar de una reciente oportunidad para un formato nuevo de lectura, que, por otra parte, es lo único que son los libros digitales. Quizá en su momento también hubo editores que maldijeron la normalización de los libros de bolsillo, versiones “pobres” que denigraban la existencia de los exclusivos y cuidados libros de tapa dura. Otros debieron pensar: “Bendito Penguin”.

Si se quiere establecer cierta normalidad con la implantación de este nuevo formato, mejor vender libros asumiendo riesgos –que no son tantos- o apostar por nuevas fórmulas menos agresivas y mucho más agradecidas con el lector, que no vender nada y acabar con este modelo porque los lectores han huido despavoridos ante semejante catálogo de desencuentros.

José Antonio Vázquez

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