Literatura electrónica
En lo que se refiere a las obras que ahora se vierten en formato electrónico, éstas también experimentan mutaciones. En tanto en cuanto, las obras clásicas o concebidas para el formato libro, son sometidas a nuevos análisis, en muchos casos, exhaustivos y casi matemáticos; análisis que son susceptibles de arrojar nuevos datos sobre la estructura, composición y sentidos ocultos de las mismas; éstas pueden y son, en ocasiones, reinterpretadas a la luz de ese nuevo punto de vista generado por las posibilidades de la informática. La hipermedia, además, permite con bastante soltura realizar lo que Faulhaber ha denominado hiperedición. Se trataría de poner a disposición del lector, no ya una edición crítica definitiva, sino las múltiples posibilidades que el texto genera –manuscritos, borradores, versiones, diferentes ediciones a lo largo del tiempo, correcciones del autor…- Si bien esto es bastante interesante desde el punto de vista académico o de investigación a cualquier nivel, no podemos perder de vista que puede ser engorroso y hasta contraproducente para el lector medio, el cual, como ya es aceptado por casi todos, va perdiendo competencias lingüísticas y literarias de manera progresiva y bastante alarmante.
Por último, tenemos la denominada ficción interactiva, que no es más que aquella literatura que surge en y para un medio electrónico. Estos discursos van a ir incorporando, paulatinamente, tanto imágenes como sonidos; elementos estos que, por otra parte, ya estaban presente, de un modo u otro en la literatura –baste recordar la larga tradición de los libros ilustrados, tradición que se remonta a los papiros del antiguo Egipto, o la literatura oral medieval-. Pero las transformaciones que se llevan a cabo en la literatura, con la introducción de los medios informáticos, no se reducen sólo a esta incorporación de los multimedia o a la nueva lectura de la literatura pre-existente; sino que, desde el punto de vista de los cambios operados en el mensaje literario, tenemos que centrarnos, también, en la anulación de la jerarquía entre las distintas partes del texto. Si la jerarquía estaba bastante delimitada en las obras impresas, en el formato electrónico esta característica, en la mayoría de los casos, debido al propio carácter consustancial con el hipertexto, se difumina o no se percibe con claridad. Hay, sin embargo, que poner esta idea en cuarentena, puesto que, aunque en un hipertexto, la lectura se puede iniciar y proseguir por distintos puntos, siempre hay un orden, e incluso, una mínima jerarquía impuesta por el autor del mismo. De hecho, el formato hipertexto, a nuestro entender, es prácticamente perfecto para discursos cortos con mensajes claros y sencillos pero, entendemos, que puede ser de difícil lectura –e incluso, de ejecución laboriosa- si lo aplicamos en escritos de cierta amplitud y/o de lenguaje elaborado desde el punto de vista de la sintaxis.
Si estos son los cambios que se operan desde el punto de vista del mensaje, en el nuevo papel con el que se reviste el lector nos encontramos con competencias no exploradas hasta ahora: si el receptor es el responsable, en parte, del significado otorgado al discurso; en virtud de las nuevas herramientas y de los nuevos medios a su disposición, se puede convertir –hecho que se da con más frecuencia- él mismo en escritor. Es lo que Bou ha denominado escrilector; un lector que, ocasionalmente, se embarca en la escritura, en la creación de nuevos textos que, generalmente, se insertan en sitios pre-existentes en Internet.
Por último, los cambios no son de menor importancia cuando se estudian desde el punto vista del emisor. Ahora, el escritor debe tener presente no sólo las múltiples posibilidades de presentación o de corrección que las nuevas tecnologías le ofrecen para su obra sino que, además, nos encontramos ante la posibilidad de gestación de la escritura siguiendo los modos operativos del cerebro –por conexión entre conceptos más que de una manera lineal- De forma paralela a este desdibujamiento de conceptos tan asentados como el de autor o el de copyright, se está empezando a trabajar en verdaderos textos colectivos; una posibilidad creativa que puede dar frutos bastante interesantes, aunque aún es una vía por explorar. A pesar de la desmitificación de la figura del autor, en la base de cualquier hipertexto, como de cualquier texto, siempre se encuentra la voluntad de un creador que organiza y estructura el mismo y algo, que es aún más importante, siempre existirán obras que por su nivel de excelencia y por su competencia, tanto artística como intelectual, merezcan ser colocadas en una escala más elevada, para que los lectores, independientemente de su intervención e incluso de su posible interpretación, las tenga como referentes obligados.
Si bien los medios de información electrónicos han supuesto una revolución tanto en la presentación como en la transmisión o la cantidad de la información, -una revolución que quizá no tenga marcha atrás y que ha condicionado, como hemos visto, papeles tan asentados como el del lector y del autor- en ciertos circuitos las cosas siguen tal como están, y el libro impreso continúa teniendo el mismo papel que tenía hasta ahora. Estamos, para finalizar, ante una superposición de distintas formas de comunicación que de nosotros depende sea enriquecedora en todos los ámbitos de la cultura.
Texto: Candela Vizcaíno Macero candelavizcaino@yahoo.es