15 agosto 2006

Andrés Serrano en ARTIUM

ARTIUM de Álava presenta, hasta el 8 de octubre, la primera gran exposición en España de Andrés Serrano (Nueva York, 1950).
Los fluidos del cuerpo, la exclusión, el fanatismo, la religión, la enfermedad o la muerte han sido objeto de su atención pormenorizada en series como Bodily Fluids, Immersions, Nomads, Ku Klux Klan, The Church, The Morgue… Quizá por eso la obra de Andres Serrano haya sido vista a menudo bajo el prisma de la polémica. De hecho, su nombre saltó a la fama internacional a raíz de la denuncia que los senadores Jesse Helms, de Carolina del Norte, y Alphonse M. D’Amato, de Nueva York, hicieron de su obra Piss Christ (1987) –un crucifijo inmerso en la orina del propio artista– ante el Senado de los Estados Unidos en 1989.
Andrés Serrano. El dedo en la llaga”, presenta 60 fotografías de este gran artista neoyorquino pertenecientes a sus series más conocidas, “Bodily Fluids”, “The Morgue”, “A History of Sex” y “America”. Desde sus primeras obras de comienzos de los 80 hasta su última serie de retratos, dedicada a analizar la complejidad de la sociedad norteamericana e iniciada a partir de los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Más allá de la controversia y el debate que siempre han despertado sus fotografías, Serrano se ha caracterizado por la elección de temas universales, los más candentes de su tiempo, como la religión, el sexo, el racismo, o la exclusión, que trata con crudeza pero con gran delicadeza y belleza en los resultados.
Según Oliva María Rubio, comisaria de la exposición “su fascinación por la iconografía y los temas relacionados con la religión, tan presentes en su obra, tiene que ver, según el propio autor, con sus irresueltos sentimientos sobre su educación religiosa”. Serrano confiesa “tener con la Iglesia una relación sumamente compleja, dominada por sentimientos encontrados. Por una parte, se encuentra atraído por la figura de Dios, pero tiene problemas con la Iglesia católica, a la que califica de opresiva respecto a sus planteamientos sobre las mujeres, los negros, las minorías, los gays y lesbianas, y cualesquiera otros aspectos que no concuerden con su programa. En este contexto, sus obras le ayudan a redefinir y personalizar su relación con Dios. Como ex católico y como alguien que incluso hoy en día no se opone a ser llamado cristiano, siente que tiene todo el derecho a utilizar los símbolos de la Iglesia. Por ello, no cree ser un hereje, ya que forma parte de la tradición del arte religioso y, más que destruir, está convencido de que crea nuevos iconos, de que con sus obras no hace sino humanizar la religión. Su atracción por todo lo religioso se manifiesta, incluso, en su vida diaria, que pasa rodeado de símbolos del catolicismo. Su apartamento en Nueva York está amueblado y decorado con una gran cantidad de elementos vinculados a la religión católica, desde un Cristo sangrante en la cruz con la corona de espinas hasta un baldaquino, pasando por cuadros, muebles y esculturas del Barroco. Penetrar en su apartamento es como hacerlo en una iglesia barroca”.
La contundencia de sus imágenes se apoya, asimismo, en los mecanismos de la publicidad: en el recurso a la iluminación y, sobre todo, en el uso que hace del lenguaje, en la precisión de los títulos, en la utilización, en definitiva, de las palabras de un modo a la vez breve y elocuente, algo que aprendió en una agencia de publicidad en la que trabajó cuando tenía veinte años. Ello le permite transmitir sus ideas de forma rotunda y atractiva.
Foto: Piss Christ. 1987. Cortesía del artista y Paula Cooper Gallery, Nueva York

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