23 septiembre 2006

Viajes con Heródoto

Viajes con Heródoto es un híbrido de varios géneros: el relato autobiográfico, la crónica de viaje y el reportaje periodístico. Pero ante todo es un doble recorrido: el que Kapuściński efectúa por la Antigüedad a través de la lectura y relectura de la Historia de Heródoto y el que le lleva como corresponsal periodístico por Asia y África entre los años 50 y 70 del siglo XX.

En 1956 el periódico polaco para el que trabaja envía a Kapuściński a la India. Es su primer viaje al extranjero pero no viaja solo, sino con un ejemplar de la Historia de Heródoto que la redactora jefe le ha regalado al despedirse. Este es el punto de partida de ese doble viaje. Kapuściński narra episodios de sus visitas a la India, China, Egipto, Sudán, Congo, Irán, Argelia y Senegal. Y en todas estas visitas le acompaña fielmente Heródoto de Halicarnaso, de cuyo libro cita amplios fragmentos.

Lo apasionante es descubrir que los hechos descritos en el siglo V antes de Cristo y las aventuras de un periodista en el siglo XX no son compartimentos estancos. Lo que los aproxima no es tanto las constantes de la naturaleza humana dentro de una asombrosa diversidad de culturas como el proceso de observación y comprensión de lo que nos rodea, la profunda curiosidad que manifiestan el antiguo griego y el polaco actual.

Kapuściński escribe en un tono elegante y sencillo, eludiendo el adoctrinamiento y transmitiendo el genuino asombro que le producen los acontecimientos que presencia. Pero no hay que confundir inocencia con ingenuidad. La inocencia de Kapuściński, como también la de Heródoto, estriba en la sinceridad de su propósito de conocer el mundo y de comprenderlo, sin dejar que ideas preconcebidas se interpongan en su camino. El descubrimiento de otros mundos, ideas y formas de vivir no es sólo un antídoto contra el provincianismo, esto es, la arrogancia de quien toma sus valores o su sociedad por referente universal. También es una forma de saber quiénes somos, pues “no podemos definir nuestra identidad hasta que no la confrontamos con otra”.

Pero aún hay otro provincianismo, más insidioso porque al estar tácitamente aceptado pasa más inadvertido. Se trata del provincianismo temporal, que consiste en dar por sentado que sólo nuestro presente importa y que el pasado es irrelevante, sin darse cuenta de que el pasado no es más que una “cadena ininterrumpida de presentes”. Kapuściński toma prestada la expresión “provincianismo temporal” de un ensayo de T.S. Eliot sobre Virgilio. El hombre (occidental, habría que especificar) del siglo XXI dispone de teléfono, de Internet, de aviones; el mundo está en sus manos. ¿Qué pueden decirle Virgilio o Heródoto? Si supiera ver y escuchar, si quisiera comprender, podrían decirle que la vida humana es la medida de todas las cosas, aquí y allá, ahora y siempre. Por eso no es más trágico perder la vida en la guerra de Irak  que en la batalla de las Termópilas, es una tragedia en ambos casos.

El mundo es igualmente grande e inabarcable para Heródoto o para nosotros y nuestra vida es un momento ínfimo de la Historia, pero el más importante e inmediato para cada individuo. Por mucha información de que dispongamos, la comprensión de la realidad es un acto individual, irrepetible e intransferible: no podemos abreviarlo ni delegarlo en otros. El contacto humano, de persona a persona, es insustituible y no hay sucedáneos para la sensibilidad, la inteligencia o la memoria.

Hay que agradecerle a Kapuściński que sea un gran periodista porque, en su caso, el periodismo es una de las formas más nobles del humanismo.

Texto: Elena R. Chamón, colaboradora habitual de la Revista Dosdoce.

 

 

 

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