01 enero 2007

La sobriedad optimista

Hay algo en los Conciertos de Año Nuevo que, por mucho que repitan año tras año un repertorio casi idéntico, los hacen tan nuevos como los años que inauguran. Por mucho que oigamos piezas como Moulinet-Polka, Künsterleben, la entrada fallida del Danubio Azul, con el consiguiente Prosit Neujahr! de la orquesta, y las palmas finales acompañando la Marcha Radezty, siempre hay algo que despierta nuestra atención.
En principio, los valses y polkas de la familia Strauss son un tipo de música que, de forma apresurada, podríamos catalogar como easy listening, música ligera de fácil consumo. Sin embargo, maestros como Zubin Mehta, el encargado de comandar la centuria vienesa este año, nos obligan a aguzar el oído y escuchar atentamente cada una de las piezas. Él mismo, cuando estudiaba en la Academia de Música de Viena, acudía cada año a los ensayos de este concierto, y «la música de los Strauss me cautivó desde entonces (…) no es música ligera, ni meramente jovial. Tampoco es una tragedia, pero uno debe interpretarla con seriedad y con una visión optimista y positiva» (Entrevista en El País, 31.12.06).
Y eso es lo que ocurrió en la Goldensaal de la Musikverein de Viena. La dirección del maestro hindú y el talento descomunal que atesoran los profesores de la Filarmónica vienesa nos regalaron un concierto muy notable, con unos ralentandi nada forzados y llenos de sentido musical. Destacaron especialmente las interpretaciones de Dynamiden, de Josef Strauss, donde los melómanos a buen seguro adviritieron varios compases que Richard Strauss tomaría prestados para los valses del barón Ochs en Der Rosenkavalier; el estreno de una pieza del más joven de los Strauss, Eduard, que lleva por título Sin freno; la sensual y bucólica Donde los limoneros florecen, de Josef Strauss; y la divertida, aunque el nombre así no lo indique, Elogio de la seriedad, de Johan Strauss, padre. En esta última, la más celebrada si cabe por el auditorio que presenciaba el concierto, profesores y maestro compusieron un cuadro en el combinaron el virtuosismo interpretativo de la orquesta con el optimismo y la jovialidad que brindaba la ocasión.
Antes, en el descanso del concierto, quienes seguían la retransmisión por televisión, pudieron contemplar un bello documental ambientado en el Parque Nacional, con excelentes interpretaciones de instrumentos de metal a cargo de Vienna Horns y The art of brass. Especialmente memorable fue su ejecución del Scherzo de la 3ª sinfonía de Anton Bruckner. Desde luego, fue de lo mejorcito de la mañana.
En las propinas, Mehta quiso conmemorar el centenario de Josef Helmesberger con otra pieza suya, además de Danzas de los elfos, interpretada al comienzo del concierto. En su felicitación, el maestro hindú dio la bienvenida a Bulgaria y Rumanía a la Unión Europea, justo antes de abordar el Danubio Azul, río que también cruza estos dos países. En la retransmisión, pudimos ver bailar este archiconocido vals a la española Lucía Lacarra, pima ballerina del ballet de la Ópera de Munich. Al final, como de costumbre, la Marcha Radeztky, esta vez con combinación estereofónica de las palmas, que hizo las delicias del público.
Y así, hasta el año que viene. Es difícil no concluir este concierto con una sonrisa en la boca y con la sensación de haber asistido a un concierto de una enorme calidad, musicalmente hablando. Quizá por ello, es el más visto de todo el mundo, en una especie de ritual del optimismo, de cara al nuevo año que comienza. Eso era precisamente lo que se buscaba cuando se institucionalizó este concierto, allá por 1939.
Texto: Felipe Santos
Foto: AP

1 Response

  1. Feliz año nuevo, Felipe!
    Acabo de navegar por tu blog sobre diplomacia pública, como últimamente hago a veces, pero en esta ocasión un click casual pero afortunado me llevó a este blog cultural con tu comentario y tus observaciones tan acertadas sobre el Concierto de Año Nuevo de Viena: Qué descanso de la diplomacia pública! 🙂 – …aunque, hay que anotar que este Concierto al igual que la mayoría de los eventos musicales en Viena, tales como los bailes y los conciertos de Opera, es el suelo de parqué y el escenario en el que la diplomacia pública realiza su vocación política y social con la mayor soltura y libertad creativa de expresión.
    Me hace mucha gracia y da placer que hayas tomado tan asíduos apuntes sobre la realización de cada pieza de música y los pormenores del porqué de la elección de para el concierto de este año. Lo cierto es que este Concierto quiere transportar un mensaje al mundo, a todos pueblos, y lo hace de un modo muy sofisticado: Mientras destaca el mensaje del optimismo y del júbilo compartido en momento tan señalado como es el inicio del año, hay varios sub-mensajes que se esconden en la manera de la interpretación de las piezas, en el orden de su presentación y el enfásis temático que se desarrolla en el concierto en su conjunto a través dar prevalencia a una u otra emoción (véase el concierto antes de la invasión del Iraq! que pidió una solución diplomática y pacífica del conflicto).
    En mi opinión este concierto es lo mejor de cultura musical que tenemos en Viena. Lo justifico con la suma trascendencia internacional que el evento ha adquirido con el paso del tiempo. Lo bello es que este concierto tiene el central propósito de celebrar la confraternidad (conciencia cosmopolita) entre todos. En ello se distingue notablemente del Baile de la Opera, el que sigue siendo de lo más exquisito a nivel musical pero que, a la vez, no renuncia en ninguna ocasión a dejar claro la diferencia abismal entre un indivíduo (famoso) y otro. – Se trata de dos acontecimientos y highlights culturales de música clasica con un matiz simbólico bien diferenciado.
    Enfin, quería expresar mi alegría sobre el hecho de que se haya dedicado en este espacio tan interesante un artículo al Concierto princal de mi ciudad natal (por cierto, lo escuché por transmisión española aquí en Madrid) y sólo me queda por repetir mis felicidades, a todos, para el 2007.
    Prosit!
    Elisabeth

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