21 julio 2008

Franziska Nietzsche

En los últimos días del año 1888 Nietzsche sufre en Turín una crisis nerviosa de la que ya no se recuperó. Los médicos diagnosticaron parálisis cerebral progresiva. En enero de 1889, su amigo Franz Overbeck se desplaza a Turín y se lleva a Nietzsche a Basilea. Allí va a recogerlo su madre, Franziska, que primero lo interna en una clínica psiquiátrica de Jena y un año después se lo lleva a la casa familiar de Naumburgo, donde permanecerá Nietzsche hasta la muerte de Franziska en 1897.
Mi melancólica alegría, publicada por la editorial Siete Mares, lo conforman las cartas de la madre de Nietzsche al matrimonio Overbeck –la mayoría de ellas inéditas en castellano hasta ahora y nunca publicadas como libro en nuestra lengua–. Estas se inician con el viaje desde Basilea a Jena y se prolongan durante ocho años, hasta pocos días antes de la muerte de Franziska. En ellas, la madre da cuenta de la evolución de la enfermedad de su hijo, de la dura vida cotidiana de ambos, de los problemas económicos que atravesaron, de la suerte que corrió la obra inédita del filósofo y de los manejos de Elisabeth, la hermana de Nietzsche, para apropiarse y manipular el legado del que pronto sería considerado uno de los pilares del pensamiento contemporáneo.
Pero, más allá de su interés histórico, estas cartas son ante todo la más pura manifestación de la entrega de una madre al cuidado de su hijo enfermo; un hijo que, como escribe la propia Franziska pocos días antes de morir, seguía siendo para ella su melancólica alegría. Unas cartas que Stefan Zweig calificó como «uno de los documentos más conmovedores de la historia del espíritu».
Franziska Nietzsche, de soltera Oehler, nació en 1826 en Pobles, una pequeña localidad sajona. Hija de un pastor protestante, a los diecisiete años se casó con otro pastor, Karl Ludwig Nietzsche, párroco de Röcken, ciudad perteneciente a Prusia. En la casa parroquial de Röcken vinieron al mundo sus tres hijos: Friedrich Wilhelm, Elisabeth y Joseph, que murió antes de cumplir los dos años. En 1849 muere su marido, y Franziska se traslada a Naumburgo con sus dos hijos, su suegra y sus cuñadas. Allí vivirá hasta su muerte en 1897. Durante los últimos años de su vida estuvo dedicada al cuidado de su hijo, el filósofo Friedrich Nietzsche, que había perdido la razón. Durante ese tiempo, como tutora de su hijo, desarrolló también una intensa actividad en relación a la obra y al legado espiritual y material de Nietzsche, aunque al final tuvo que dejarlo todo en manos de su hija Elisabeth.

Leave a Reply