Nuevos hábitos de lectura. Lectura en pantallas
Por José A. Vázquez
No hace falta repasar la historia de la cultura oral y escrita –ya lo hizo
muy bien, entre otros, Alberto Manguel en Una
historia de la lectura– para saber que con cada cambio, en cuanto a la
naturaleza de los textos se refiere, llegaban también nuevos hábitos, no
exentos de crítica y suspicacias. Los hábitos son modos de proceder que tiene
cada persona de manera instintiva, y con los que se maneja en el mundo. Los
hábitos de lectura hace tiempo que ya han cambiado y este cambio lo ha
provocado Internet. La novedad de este nuevo hábito de lectura es que están
siendo los medios impresos los que se están adaptando a la costumbre de leer
cada vez más en pantallas, en cualquier lugar, gracias a cualquier soporte. No
ha habido que inventar nada como la imprenta; los ordenadores y la Red ya
estaban aquí. Por tanto, el nuevo hábito de leer en pantallas no es tan nuevo.
El cambio que sucede a esta manera de leer sólo atañe a partir de ahora apenas
a cuestiones técnicas, de mejora, para que las pantallas en las que hacemos
gran parte de nuestras lecturas sean cada vez más amables y cómodas, como ya lo
son algunas.
Es posible que hasta los más “ávidos lectores” en realidad lean más tiempo
delante del ordenador que libros impresos. Una vez más tenemos que recordar,
antes de seguir avanzando, que esta tendencia se va a incrementar según crezcan
las generaciones nativas digitales. No vamos a entrar otra vez en la discusión
de que si el papel es mejor (porque es con lo que he crecido) o que si los
libros electrónicos no son libros o que si leer en una pantalla no es leer
(tampoco lo era hacerlo en edición de bolsillo en la parada de autobús cuando
se popularizó este formato). Sobre todo porque, insisto, todos leemos con
pantallas (el 78% de la población sobre el 68%) por alguna razón u otra, desde la más profesional (investigación, búsqueda
de información, consulta, estudio, foro de discusión, etc.) hasta la más
aparentemente trivial (redes sociales, blogs, navegar por Internet, leer
correos electrónicos, “hojear” revistas digitales, páginas web, etc.).
Otra de las premisas de las que se parte cuando se habla de hábitos de
lectura es desde la idea de que leer sólo significa leer libros. Es más, sobre
todo en el ámbito del libro, a veces nos creemos –con cierta lógica gremial
algo egocéntrica- que leer es sólo leer a Kant o Tolstoy, y enseguida olvidamos
que, incluso nosotros mismos, pasamos más tiempo leyendo otras cosas en lugar
de los libros a lo que nos gustaría dedicar más horas. De nuevo, para observar
debemos tomar distancia con respecto a nuestros gustos personales, hábitos
propios y costumbres cercanas, y pensar en cómo actúan y van a actuar las
nuevas generaciones de lectores. Leer no es sólo sentarse en la butaca favorita
junto a una luz ideal y disfrutar de una buena edición de nuestro clásico preferido.
Sabemos que este tipo de lector es la minoría. Y este tipo de lector también ha
adquirido el hábito, antes de recogerse en su cómoda butaca, de pasar largos
ratos delante de una pantalla para leer, lo que sea. Y esta tendencia va a ir a
más.
La buena o mala costumbre de
leer en pantallas.
Ante esta evidente costumbre que compartimos la mayoría, habría que
analizar detenidamente la transformación de ciertos hábitos como el de la
lectura, no necesariamente malos por el hecho de ser otro al que hemos
practicado hasta hace unos años. Existen tantas lecturas como tipos de texto. Cada
lectura requiere su tiempo y su atención (en este sentido continúa siendo interesante
la diferenciación que ha establecido Scolari, siguiendo a Cavallo, G. y R. Chartier, entre lectura “intensiva” y
“extensiva”, en profundidad la una, más superficial y multimedia la otra. Está
bien como punto de partida, aunque se podrían matizar aún más a raíz de las
diferencias entre los soportes y los contenidos). Hay diversos estudios que afirman
que la lectura online es una lectura más fragmentaria, que dedica menos
atención al texto en profundidad y más al conjunto general de ideas, el tipo de
lectura que se hace de páginas web o incluso prensa online, pero también en
papel: ¿Quién se lee el periódico de principio a fin? Hojeamos, miramos
titulares, vamos y venimos según el interés que tenemos por las noticias, etc.
Otra cosa es leer una novela o un ensayo. La diferencia estriba en el mismo
hábito. Si siempre se ha leído en papel, nos puede resultar cansado leer una
novela en la pantalla. Sin embargo, parece que todos nos hemos habituado a leer
la prensa online –la edición de prensa online ha crecido un 40% en el último
año, y son ya 21 millones de lectores del New
York Times en su formato digital-, y poco a poco lo vamos haciendo con
manuales o libros a los que sólo podemos acceder a través de la red y gracias a
la digitalización. En un interesante y extenso estudio sobre el futuro de
Internet, el 65% de los encuestados considera que la red mejorará la
comprensión lectora y de escritura; por el contrario, el 32% consideran que
Internet ha disminuido la capacidad de comprensión, no sólo lectora
Se afirma que la lectura en pantallas favorece la distracción en detrimento
de una lectura que potencie la atención y el pensamiento crítico (existen
programas para despejar una página web y dejar el texto limpio en la pantalla),
pero se parte desde la idea de la lectura en papel. Lo cierto es que
los
nuevos hábitos traerán una nueva configuración del pensamiento que no
tiene que
ser necesariamente inferior. En las generaciones que han crecido con
los
ordenadores se han detectado mayores índices de alfabetización y una
mayor
capacidad para el razonamiento complejo. La lectura en Internet ha
resultado
ser una gimnasia cerebral en muchos aspectos neurológicos.
Si bien, otros estudios indican que el papel favorece la comprensión lectora. Todavía no hay datos de lectores que sólo hayan leído en pantallas.
El cerebro muestra una gran capacidad de adaptación, mucho más rápida que
la voluntad que revelan sus respectivos dueños. Un adagio de los científicos
que trabajan sobre la inteligencia social dice que el ser humano se resiste a
los cambios, pero que se adapta fácilmente a ellos. Lo que en principio nos
cuesta, acaba por no resultarnos tan incómodo. Habrá generaciones que no
necesiten tal adaptación porque tendrán el hábito desde siempre. Es cierto que
las pantallas y soportes móviles no siempre están pensados para el tipo de
lectura que hacemos en un texto impreso. Salvo en el caso de los e-Readers, que
tratan de imitar la misma sensación, para la lectura en un ordenador, en un iPhone
o en una tableta tipo iPad ya se están configurando los formatos de acuerdo a
estas nuevas formas de acceder a ella. La tinta electrónica, E Ink, no supone el
mismo cansancio para la vista, con la luz adecuada. A su vez, para evitar la
inhibición de melanina, la excitación que supone en ocasiones la
retroiluminación de cierto tipo de pantallas al estar mucho tiempo expuestos a
ellas, se está experimentando con pantallas que adopten los dos modelos: tinta
electrónica y retroiluminación: las pantallas mixtas.
Las posibles alteraciones oculares, sensación de fatiga, por la excesiva
exposición de los ojos sobre estas pantallas ya están dejando de ser un
problema, si realmente lo han sido en todos los casos. El Dr. Travis Meredith, director del departamento de oftalmología de la
Universidad de Carolina del Norte, ha llegado a la conclusión de que son otros muchos malos
hábitos los causantes de esta fatiga, y no la tecnología. Las últimas pantallas de LCD no tienen que ver con las de nuestros primeros
ordenadores o las de las televisiones de sólo hace unos años. Ante toda
lectura, en papel o en pantalla, existen una serie de normas para evitar
problemas de atención y oculares, como tener una buena postura, leer con la luz
apropiada, hacer pausas durante la lectura y estar a una distancia prudencial
del texto. Sabemos que un papel ahuesado es más amable que el blanco, como el
de los folios, que, junto a determinado tipo de luz, puede ser muy molesto y provocar incluso dolores de cabeza, según la sensibilidad del lector (para la
lectura continuada, oculistas y neurólogos recomiendan la bombilla azul). Hay
otras cuestiones en cuanto a la vista cansada que atañen a la edición de los
textos, también universales en cualquier formato: una buena maquetación y,
sobre todo, una tipografía adecuada y clara. Con los libros digitales los
editores ya no tienen que ajustar interlineados y márgenes en cajas hasta el
límite de la hoja para ahorrar papel; nuestra vista lo agradecerá.
Nada impide pensar –solventados los problemas técnicos- que si las generaciones que nunca hubieran
pensado que iban a pasar tantas horas leyendo delante del ordenador se han
habituado a hacerlo, y durante mucho tiempo, las nuevas no sean capaces de leer
una novela en una pantalla sin problema. Todavía nos faltan datos para saber
qué diferencias se pueden establecer entre la lectura en papel y en pantalla,
diferencias que no significan necesariamente que una sea mejor que otra, como afirma la conocida científica noruega Anne
Mangen, que estudia nuestro comportamiento lector desde hace años. Y no hablamos de la que, a día de hoy, nos
resulte más cómoda y para según qué tipo de lectura. Una vez más es cuestión de
educación y de hábitos generacionales.
Presuponer que los niños se vuelven cómodos con Internet y no van a volver
a ser capaces de leer un libro porque la web es más divertida es generalizar
demasiado y dejar en manos de ellos mismos su propia educación. Lo cierto es
que si un niño o joven quiere leer, se le inculca la necesidad -al menos a esas
edades- de la lectura, lo hará, y es muy posible que lo haga en alguna
pantalla, y aún más posible que con menores distracciones que nosotros porque conocerá
mejor el medio. Si bien es cierto que es diferente la educación lectora que el hábito de
lectura, la introducción de las TIC es las escuelas van acercar ambos conceptos
sustancialmente. “A pesar de” Internet, los índices de lectura infantil se han
mantenido estables en estos diez años, incluso han aumentado.
Los nuevos hábitos en el
ámbito educativo.
Mientras se consigue que la lectura en pantallas sea más amable y la
plasticidad de nuestro cerebro se adapta a una lectura continuada en pantallas,
acostumbrado como está al papel,
los datos de lectura de contenidos digitales señalan que esta tendencia va en
aumento y, al contrario de lo que se cree, en función del hábito de leer,
estudiar
y trabajar con el ordenador. La evidencia es la cantidad de tiempo y uso que le
dedicamos al ordenador y a la red, tanto en el ámbito universitario como de
trabajo. Antes que dispositivos de lectura específicos como el Kindle, Papyre,
iPhone, Sony Reader, iPad, etc., a día de hoy casi la mitad de los lectores que adquieren
ebooks lo hacen para leer en el ordenador.
Las universidades y bibliotecas no son ajenas a esta tendencia. Por una
parte, las bibliotecas están adaptando sus infraestructuras a la digitalización. Por otra, las universidades están ya en el proceso de digitalización de los
textos (eTexts), con los que ya trabajan estudiantes y profesores. El
observatorio JISC, que se dedica a la investigación del impacto,
comportamiento y desarrollo de nuevos modelos de negocio alrededor de los
ebooks y libros de texto electrónicos, concluye en su último estudio que el
64,6% de alumnos y profesores de las
universidades del Reino Unido en las que han lleva a cabo su investigación
utilizan libros digitales. Ya en el 2008 el 53% de los estudiantes con
contenidos digitales sólo leían en la pantalla del ordenador. Los datos
de ese mismo año en nuestro país señalaban que el 51% de los estudiantes
optarían “frecuente o muy frecuentemente” por usar versiones electrónicas de
los libros antes que versiones impresas, frente al 32% que “a veces” prefieren los libros electrónicos. Sólo un 17 % afirmaba que siempre usaba la versión
impresa. En ambos ejemplos, es muy posible que los porcentajes disminuyesen con
estudios de humanidades, donde la relación con el libro impreso es otra.
En Francia, un estudio señalaba recientemente que el 48% de los que ya han probado
un ebook destaca la comodidad de la lectura como una de las ventajas de este
formato. El porcentaje es aún mayor -73%- entre los que ya son lectores
habituales de ebooks. Y el interés aumenta a medida que se lee más, es decir, que
se es un lector habitual.
Los nuevos hábitos llevan a nuevas formas de expresión.
Con estos datos está muy claro
que la lectura en pantalla va a ocupar cada vez más el lugar que antes lo hacía
el papel. En el ámbito de la prensa escrita ya hemos visto que está siendo así.
Determinado tipo de libro o género tardará más tiempo en ser leído en formato
digital, y una vez más los bestseller serán –ya lo son- la punta de lanza de
los ebooks; el lector de bestsller es el lector mayoritario de libros. Los
cambios están tan cerca que ya existen nuevas creaciones, quizá nuevos géneros,
que se adecuan a los nuevos soportes de escritura y de lectura. Tanto en
lectura online como para libros digitales. La característica que mejor define
un texto online es el hipervínculo. La lectura online no es lineal, es más
explorativa.
Sobre la lectura online podemos ver diversos ejemplos de cómo
un texto puede ser leído de un modo que facilita su comprensión. Un buen
ejemplo de ello es la edición online del Finnegans
Wake, de James Joyce; un texto de por
sí difícil y que en su versión en red favorece una lectura, precisamente, sin
distracciones. Otro ejemplo es una edición del Cándido de Voltaire, llevada a cabo por la Biblioteca Pública de
Nueva York. Un Cándido 2.0 para
la lectura online en el que caben todo tipo de comentarios, aclaraciones,
relaciones, etc., siempre y cuando sean pertinentes. Un texto social sobre el
que se puede debatir, apuntar, compartir relaciones, pero respetando el
texto original del autor. Otra cosa son los nuevos experimentos en los que la
obra quede abierta por voluntad de su autor y en colaboración con sus potenciales
lectores. En las últimas jornadas de ANELE tuvimos ocasión de escuchar las interesantes propuestas al respecto de Peter
Brantley sobre la posibilidad de interacción y la autoría o de Tíscar Lara
a propósito de las competencias
digitales y el conocimiento abierto, más enfocado a la educación.
Las posibilidades de narración
pueden ir más allá del hipertexto y alcanzar las cotas de lo multimedia. No
vamos a entrar aquí en si es o no es literatura, pero lo cierto es que como
posibilidad ya existen ejemplos, y sobre la calidad, sean o no géneros nuevos o
tonterías interconectadas, quizá todavía es demasiado pronto para juzgarlos. Como
en cualquier ámbito creativo, las obras son buenas o son malas, sin entrar a
valorar cómo o por quién están hechas, aparte de los gustos personales, claro. Desde
las micronovelas para el iPhone, superventas en Japón, a otros ejemplos de la
llamada webliteratura, se abren nuevas formas de expresión que hacen de los experimentos con nocilla
algo obsoleto, si no lo eran ya antes. Son tales las diferentes posibilidades
de leer hoy en día que se están creando plataformas para debatir estas nuevas
formas de expresión que unen la literatura con las nuevas tecnologías. Un
ejemplo muy reciente de esto es The
Literary Platform. En España están haciendo un trabajo importante sobre literatura digital y
electrónica desde el Portal de Literatura Electrónica Hispánica, alojado en el
proyecto Cervantes Virtual, con un interesante blog sobre
las novedades de estos nuevos posibles géneros.
Como es lógico, nuevas maneras de
escribir y de leer conllevan nuevos modos de interpretar y pensar: En Portugal,
José Afonso Furtado, desde una perspectiva textual, o en Francia Jean Philippe Pastor, desde una perspectiva más cercana a la filosofía con claras influencias
derrideanas, están profundizando en las consecuencias de la hipertextualidad,
los textos digitales, el metadato y cómo repercute no sólo en la creación
textual sino también en un nuevo modo de pensar y entender el mundo, un nuevo
mundo interconectado y multimedia que requiere una nueva revisión hermenéutica.
Aquí, desde una perspectiva textual o de lectura, Antonio Rodríguez de las
Heras o José Antonio Millán,
entre otros, también dirigen su mirada en sus análisis a los cambios
fundamentales que suponen tanto la lectura como la escritura digital.
Lectura responsable
A partir de ahora podemos,
expectantes, observar hacia dónde se van a dirigir las palabras, en compañía de
qué otros modos de representar una idea o una historia. Hasta dónde va a llegar
el texto y cómo van a seguir afectando estos cambios a nuestra manera de leer.
En pantallas. El debate sobre el libro y su mística (Blanchot, Steiner), y con
él el del texto y sus variaciones (Bajtín, Barthes, Genette, Derrida, Deleuze,
Iser y Jauss, etc.), toma ahora un nuevo sentido cuando pensamos en las
posibilidades de la lectura y escritura en o para las pantallas. El “ruido” que
provocan las imágenes alrededor de un texto, las distracciones de un género interdisciplinar,
multimedia o sencillamente hiperanotado son sólo tales si el lector no se
compromete con lo que está leyendo. No es la primera vez que sugiero que este
tipo de lectura no lineal requiere de un lector más responsable –más aún que
lector de libros impresos-, que sepa conducirse durante la lectura.
Las posibilidades de lectura se
han multiplicado. El tiempo que pasamos leyendo también, cualesquiera sean los
tipos de texto. El genial George Steiner ha escrito, en un alarde de
exageración aristocrática que a él se le puede permitir, que “los libros de
bolsillo no forman una biblioteca”. Me temo que si miramos con esa perspectiva
al futuro no vamos a tener ninguna biblioteca en casa y, sin embargo, nunca
vamos a dejar de leer.