09 octubre 2010

La silenciosa belleza de Burdeos

Que Burdeos (Bordeaux para los francoparlantes) es una ciudad con encanto es algo que nadie duda; un
pequeño París muy cerquita de la costa y a tiro de piedra de España. Hoy nos
sumergimos en esta ciudad silenciosa pero no vacía, turística, acogedora, con
vida, llena de luz, de parques, de Historia. Es prácticamente imposible
encontrar un edificio desagradable a la vista. Incluso las construcciones más
viejas y descuidadas esconden su secreto atractivo. Barrios elegantes, barrios
bohemios y pintorescos, barrios étnicos… todos ellos con un encanto en común
que les confiere esta singular ciudad declarada en 2007 Patrimonio de la
Humanidad. Por algo será.

Sorprende al llegar a Burdeos desde España
encontrarnos en el centro de dos maravillas: a nuestra derecha, en paralelo y vigilando
nuestra llegada, el río Garona, ancho, caudaloso e imponente, tanto que es uno
de los pocos del mundo donde los surferos pueden remontar, en ciertas partes de
su recorrido, su «ola de marea». Río francés por excelencia a pesar de nacer a
los pies del Aneto en el Pirineo Aragonés. A nuestra izquierda, nos vamos
encontramos con el impresionante conjunto arquitectónico de la Plaza de la Bolsa,
dedicado a Luis XV y construido entre 1731 y 1755. Los jardines que lo rodean,
donde se mezclan flores ornamentales con hortalizas y todo tipo de plantas
comestibles,  y la curiosa explanada de agua donde todo se refleja nos ofrecen una idea del tipo de ciudad que comenzamos a descubrir:
limpia, llena de zonas verdes, pensada para ser vivida y disfrutada, útil y
bella al mismo tiempo.

En pleno
centro de Burdeos nos encontramos el característico arte de la calle Porte Dijeaux,
por la que bajando nos cruzamos con otra vía, Vital Carles, que nos lleva a la
librería Mollat. Librería digna de ver, pues aparte de ocupar el lugar donde se
encontraba la última residencia del filósofo Montesquieu es un local en el que
se respiran letras y café al mismo tiempo. Con varias alturas, es visita
imprescindible para los amantes de los libros, un sitio donde perderse una
mañana entera si se tiene tiempo. Como curiosidad, llama la atención la
iniciativa que han tomado de habilitar un carnet gratuito para todo aquel joven
bordelés de 0 a 25 años que desee obtenerlo consiguiendo así diversas ventajas:
descuentos en cine, conciertos y espectáculos, museos, etc.

Paseando por sus calles sorprende la modernidad del
tranvía, el poco uso del coche (y menos aún del claxon) y lo mentalizada que
está la gente en la utilización de la bicicleta y del paseo a pie, y es
precisamente así como llegas a todos los sitios que merecen la pena, o a casi
todos con un poco de paciencia, perdiéndote por las rues de tiendas, de
anticuarios, de iglesias, de brasseries, como Le Bistrot des Négociants, sitio
idóneo donde pedir un Kir Royal (mezcla típica de champagne y crema de cassis que se toma como entrante), un salmón ahumado con queso o un exquisito confit
de canard
(de pato) con salsa de miel (absolutamente recomendable) y patatas
asadas. Servicio impecable, y políglota (inglés, alemán, italiano,
castellano…). Al igual que la librería, es una parada indispensable.

Ya hemos
hecho las delicias de los lectores y las de aquellos a los que se conquista por
el estómago. Cómo no, los amantes del arte también tienen su lugar: Entrepôt
Lainé, el museo de Arte Contemporáneo (CAPC). En este espacio se combina
arquitectura y arte moderno. El edificio, también llamado Almacén de Productos
Coloniales, fue inaugurado en 1824 junto al barrio de los negocios, les
Chartrons, para almacenar azúcar, café, especias, algodón, etc. Hoy día, como
hemos dicho, alberga arte contemporáneo. El museo es gratuito, y sólo por ver
el magnífico interior del edificio la visita merece la pena. Para facilitarnos
la visita, un miembro del personal del museo se dirige a nosotros en perfecto
español para orientarnos y entregarnos un plano de la exposición temporal que
en ese momento tenga lugar.

De obligada visita es también la Catedral de Saint
André, de estilo gótico aunque de origen románico (finales del siglo XI), del
que sólo conserva los muros interiores de la nave principal. Separado de la
catedral llama la atención el impresionante campanario o torre Pey-Berland, una
enorme torre cuadrangular construida en el siglo XV que ofrece unas espectaculares
vistas de la ciudad de Burdeos a quien se atreva a enfrentarse con su
interminable y empinada escalera de 231 peldaños. Por experiencia, cuidado con
la cabeza al salir al mirador de la altura superior.   

Motivo de orgullo para los habitantes de Burdeos es
el Gran Teatro, inaugurado en 1780 y que llama la atención por su preciosa
fachada neoclásica con sus doce columnas corintias. Está considerado uno de los
teatros más bellos de Francia.

Cambiando radicalmente de escenario, llegamos al
cementerio de la Chartreuse donde como sabéis fue enterrado Goya tras su exilio
en Francia, aunque ahora sólo permanece un monumento en memoria del pintor,
pues su cuerpo fue trasladado a Madrid. Las visitas están permitidas hasta las
5 de la tarde. Pasear entre los panteones te transporta a una época anterior
donde se percibe el olor a restos de opulencias pasadas. El cementerio por lo
general está bastante descuidado aunque pasear por sus caminitos merece la pena
para contemplar algunas esculturas cubiertas de musgo y de enredaderas
demasiado crecidas.

Hablando de enredaderas, el jardín botánico de
Burdeos se ideó como tal en el año 1629 aunque no fue hasta 1858 cuando se
instala en el parque público de Burdeos, actual emplazamiento. Pasando por el
arco tras atravesar el parque (lugar ideal donde echar una siesta «tipical
spanish») lo primero que se ve es un estanque lleno de peces y nenúfares de
colores. El resto se equipara con la más amplia imaginación de colores y
formas. Aunque no es muy grande, las especies raras y parterres dan muchísimo
de  sí. Hay que verlo para saber de lo
que hablamos.

Visitando esta zona… ¿cómo no hablar de su vino? Pecado
sería no acercarse a la localidad de Saint Emilion, patrimonio de la humanidad,
famosa por sus viñedos y su iglesia subterránea. En este pueblito se encuentran
muchas bodegas sobre todo familiares, tiendas de canelés (dulces típicos a base
de huevos, leche y vainilla) por doquier y, como decíamos, su famosa iglesia,
la Iglesia monolítica de Saint Emilion. Ésta fue excavada, no construida, a
finales del siglo XI por monjes benedictinos. El campanario, de 4500 toneladas,
fue construido aparte entre los siglos XII y XV. Lo que realmente impresiona
son las dimensiones de la iglesia, teniendo en cuenta que fue excavada en la
roca, de una sola pieza y en esa época, contando con los medios de entonces. Es
una lástima que apenas existan fotos de la misma, pues hoy por hoy es de
propiedad privada y están prohibidas en el interior del recinto. Es la iglesia
monolítica de la época medieval más grande de Europa. Forman parte, además, de este rico patrimonio  excavado en la roca una ermita y una capilla contiguas a la catedral.

Por último, nombrar la estrella de Burdeos: los macarons.
Sí, sí, aquellos que comía María Antonieta mientras el pueblo se moría de
hambre. La receta de los macarons es, en cuanto a ingredientes se refiere, aparentemente sencilla:  básicamente, azúcar, almendra molida y claras de huevo. Sin embargo, según los profesionales  de  la repostería es una de las masas más complicadas de hacer. Por eso, sin desanimar a nadie y siendo prácticos, os recomendamos sin dudarlo una pastelería en el centro de Burdeos: Maison Larnicol.
Son de los pocos, si no los únicos, macarons de Burdeos que no tienen
conservantes ni colorantes. ¡No os los podéis perder!

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