09 abril 2012

Comercio electrónico móvil

Desde que fueron inventados en 1994 por una empresa perteneciente al grupo japonés Toyota, los códigos QR han agilizado diversos procesos de gestión en sectores como la automoción y el gran consumo. Su reciente llegada al mundo de la cultura supondrá no sólo una auténtica revolución en la forma en la que descubriremos nuevos libros y autores, sino que también tendrá un enorme impacto en la forma en que compramos estos contenidos, ya sea en formato papel o digital.

Bajo el nombre de Quick Response Barcode, los códigos de respuesta rápida -más conocidos como QR- representan pequeños cuadros de Mondrian en blanco y negro que abren un nuevo mundo de posibilidades al marketing cultural y al comercio electrónico social. Para acceder a la información almacenada en su interior, los interesados tan sólo tienen que escanear el código a través de su teléfono móvil para visualizar los contenidos. Al escanear el grafismo, el usuario accederá a todo tipo de información complementaria sobre el producto (precio de venta al público, promociones especiales, vídeos explicativos, etc.). Gracias a la irrupción del comercio electrónico social, el usuario de códigos QR también podrá comprar en todo momento cualquier producto que descubra a través de su dispositivo móvil inteligente. En otras palabras, cualquier esquina, farola o superficie puede convertirse en un punto de venta.

Más allá del código QR promocional

Hasta la fecha, el uso de este tipo de códigos en el mundo del libro se centraba básicamente en aportar a los lectores informaciones complementarias sobre el libro y algún que otro contenido extra. Por ejemplo, el último Anuario de Enciclopèdia Catalana incorpora códigos QR a lo largo de la obra. Mediante estos códigos, quienes consultan el libro pueden acceder directamente a vídeos, música y webs destacadas del año 2011. Varios autores, como Nick Bilton o Tony Wagner, también han incorporado estas matrices en el interior o en las cubiertas de sus libros para añadir contenidos audiovisuales que enriquezcan la experiencia de lectura de los mismos.

Poco a poco iremos acostumbrándonos a ver estos pequeños recuadros en todas partes. En los últimos meses no hay día que no me encuentre con un código QR en algún escaparate de una tienda, en el menú de un restaurante, como complemento informativo a una inserción publicitaria, en la solapa de un producto o hasta dentro de los artículos de algunos periódicos.

Estas pequeñas tablas de ajedrez, junto con el comercio electrónico, revolucionarán la forma en que descubrimos, compramos y leemos en la nueva era digital. Recientemente, “El Periódico de Cataluña” ha apostado por la incorporación de estos códigos como un puente de conexión entre la edición en papel y los contenidos actualizados constantemente en la web del periódico. Existe una amplia demanda por esta nueva forma de descubrir contenidos, como demuestra el hecho de que el primer día que se puso en marcha esta innovadora iniciativa más de 33.000 lectores accedieron a los contenidos audiovisuales del mencionado medio de comunicación.

Imaginaos que una persona está leyendo la reseña de un libro en un periódico, suplemento cultural o revista literaria. Tras leer la reseña decide que quiere comprarlo. Tan sólo tiene que escanear el código y accederá a una plataforma de comercio electrónico que le permitirá llevar a cabo la compra. Si quiere adquirir la versión electrónica, la plataforma le enviará un enlace que le permitirá descargarse el ebook. Si en cambio quiere comprar la versión en papel, el lector indicará a la plataforma a qué dirección postal quiere que le envíen el libro seleccionado.

Este proceso de descubrimiento de nuevos libros y autores se puede multiplicar por mil dado que Internet no tiene fronteras. Próximamente veremos estos códigos dentro de las propias librerías, que los utilizarán para agilizar procesos de compra de libros electrónicos así como para fidelizar clientes que prefieren leer en papel. Gracias al uso de estas nuevas tecnologías, las pequeñas y medianas librerías pueden hacer visible un mayor número de libros a sus clientes. Si por cualquier motivo se nos ha agotado un determinado libro, el librero puede imprimir la portada del mismo junto a un código QR y ofrecer a los lectores interesados la posibilidad de hacer el pedido online, ya sea para la versión en papel o digital. Próximamente veremos pantallas táctiles en las librerías llenas de portadas de libros con códigos QR como complemento a las mesas de novedades.

También los veremos en las bibliotecas, que los utilizarán para gestionar mejor los procesos de préstamo de libros. Pero lo más importante es que nos encontraremos con estos singulares grafismos en lugares insospechados y que permitirá a autores y editores dar a conocer sus libros más allá de los puntos de venta tradicionales. Así, nos toparemos con libros en paradas de autobús, en la cola del cine, a la salida de una obra de teatro, en una exposición de arte, dentro de un avión o viajando en AVE.

Revistas, periódicos, librerías y bibliotecas comenzarán a tomar conciencia de las posibilidades que ofrecen estas nuevas herramientas que dinamizarán las estrategias de marketing y venta de libros. Asimismo, otros puntos de encuentro culturales, como museos y galerías de arte, ya las emplean como medios para interactuar con sus clientes ofreciéndoles recorridos específicos, información complementaria, libros sobre el artista o la exposición, etc.

Estas nuevas formas de descubrir, comprar y consumir contenidos culturales indican, una vez más, que los tiempos están cambiando. Ya no basta con ofrecer un determinado producto al cliente, hay que ofrecerle una nueva experiencia que estimule su decisión de compra. Sin lugar a dudas vivimos un apasionante mundo de constantes transformaciones. Mudan los soportes y los formatos, cambian su piel e incluso su esqueleto; aunque, si bien bajo mecánicas diferentes y aspectos futuristas, no dejan de ser libros en busca de lectores.

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