06 septiembre 2011

Crowdfunding en el sector cultural

Necesitaba 760 euros para contar una historia: «un relato sobre la supervivencia y la soledad de un individuo sometido a presión continua». Garrido Barroso aspiraba a cumplir el sueño de editar su propio cómic en quinientos ejemplares, cuarenta y ocho páginas en el siempre elegante blanco y negro, que cuentan las vivencias de un zombi que no es un zombi. Lo ha conseguido. Gracias al apoyo de cuarenta y una personas, entre ellas la web de contenidos culturales Dosdoce.com, Garrido Barroso ha hecho que el proceso creativo fuera más allá de la mesa de su escritorio y de los trazos de sus lápices.

Es el crowdfunding, que podríamos traducir como financiación en masa o colectiva, microfinanciación o también, para que nos entendamos, micromecenazgo. La Red ha puesto en contacto a millones de personas en todo el mundo que necesitan del apoyo económico de otros para poder sacar adelante sus proyectos personales o profesionales. Desde una revista que nos habla de ciencia, cortometrajes de ficción o proyectos de solidaridad como ayuda para que un grupo coral formado por niños pueda viajar a un concurso internacional de canto, hasta «Solo«, el cómic que finalmente Garrido Barroso ha conseguido financiar.

www.lanzanos.com es un sitio web que se dedica precisamente a buscar financiación para que estos «soñadores» puedan hacer realidad sus ideas y proyectos. Sin embargo no todos ellos verán la luz. El proyecto se envía a la página web y entra en el espacio denominado «La Caja»; sólo aquellos que obtengan mayoría de votos acabarán obteniendo el dinero solicitado por el aspirante. A cambio, los patrocinadores, cualquiera que esté dispuesto a dejarse desde 1 euro hasta 250 dependiendo del proyecto, recibirán diversos agradecimientos de los autores en función de la cantidad depositada. Garrido Barroso, para dar las gracias a aquellos que le ayudaron con su cómic, regalaba una edición digital del mismo a quien había donado tres euros o una copia original del relato con un dibujo original del autor a quienes habían contribuido con setenta euros.

Sin embargo, el patrocinio, el mecenazgo, el apoyo de personas, empresas o instituciones que necesitan de financiación para ver cómo su trabajo se lleva adelante ha encontrado en la Red una nueva vía de comunicación que hace unos años quedaba circunscrita a los ámbitos más reducidos del mundo cultural. La Red permite a los creadores, a los que tienen una idea cultural o empresarial, hallar una base sólida de apoyo financiero en cualquier lugar del mundo; una necesidad que no sólo están lanzando autores anónimos que buscan con sus proyectos abrirse un hueco en el mundo de la cultura, sino que cada vez son más las instituciones que piden a los ciudadanos que se impliquen de una u otra forma en sus proyectos culturales más allá del patrocinio o del mecenazgo de las empresas.

Un ejemplo de estas iniciativas es la llevada a cabo por el Ateneo de Barcelona. Esta institución catalana, con motivo de la celebración de Sant Jordi, lanza cada año una iniciativa para que, desde una cantidad que oscila entre la mínima de 35 euros hasta el límite de los bolsillos de entidades y ciudadanos, estos «apadrinen» un libro que necesita someterse a un proceso de restauración y conservación. En el año 2010, en la primera edición de esta iniciativa cultural, se inscribieron más de cien «padrinos» que lograron salvar del castigo del tiempo 43 obras literarias. Entre estas obras destacaba una composición de Francesco Petrarca editada en Venecia en 1586 ó «Los Seis Libros de la República» de Jean Bodin. En la edición de 2011, el Ateneo se lanzó a buscar financiación para devolverle la luz a la piel de 35 obras literarias de las 3.000 que necesitaban de apoyo. Una vez restaurados, los ejemplares pasan a formar parte de los archivos bibliográficos del propio Ateneo de Barcelona.

El crowdfunding ha encontrado en las redes sociales su despegue definitivo. Las viejas fórmulas de financiación altruista, como las donaciones, el mecenazgo o el patrocinio, se están viendo desplazadas por millones de almas que, en el mundo entero y de manera desinteresada, hacen cumplir los sueños y proyectos de muchos otros más allá de los intereses de posicionamiento de marca y marketing de las grandes empresas y corporaciones.

Uno de sus primeros suspiros lo dio en 1997 el grupo británico de rock Marillion. Necesitaba y obtuvo mediante una campaña en la Red de sus fans americanos sesenta mil dólares para pagarse la gira del grupo. En el cine fue en 2004 cuando los productores franceses Guillaume Colboc y Pommmeraud Benjamin lanzaron una campaña de donaciones por Internet para financiar su película Demain la Veille. En tres semanas tenían el dinero.

La Red ha abierto muchas posibilidades para comunicar hechos culturales, y gracias a ella muchos proyectos verán la luz más allá del beneficio empresarial. Si J. K. Rowling hubiera utilizado esta herramienta quizá Harry Potter hubiera volado en su escoba mucho antes de que una humilde editorial apostara finalmente por un manuscrito rechazado por las grandes casas británicas de la literatura fantástica.

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