05 abril 2009

El libro del futuro ya está aquí

Cuando nos dicen que en pocos años vamos a leer en libros electrónicos no es de extrañar que la mayoría de los lectores rechace la idea. Su experiencia de lectura en pantallas se limita a la de un ordenador, que resulta muy incómodo debido a la intensidad de luz que emite su pantalla y que nos hace acabar la jornada laboral con la vista cansada de leer y escribir correos electrónicos. Si ya tiene mérito leer apretujado entre decenas de personas en el metro o en un autobús de vuelta a casa, no sorprende que los lectores abominen la idea de leer a su autor favorito en un ordenador, por muy pequeño y portátil que sea. Afortunadamente, la lectura de un libro electrónico no tiene nada que ver con la agotadora lectura en ordenadores.

Las pantallas de los libros electrónicos permiten leer los textos digitales con luz incidente, es decir, su lectura es igual de amable y cómoda que cuando leemos un libro o un periódico. Estos nuevos soportes cuentan con una tecnología, conocida como tinta electrónica, que permite disfrutar la lectura de forma muy similar a como se disfruta cuando se lee una novela en papel. Algunos lectores estarán ya pensando que no hay nada que sustituya al placer de leer en papel: el tacto de sus hojas, el pasar página, el olor… Sin lugar a dudas, esas experiencias nunca serán sustituidas por los libros electrónicos, pero estos nuevos soportes brindan otras comodidades.

Por ejemplo, si nos hemos olvidado las gafas en casa, podemos ampliar el cuerpo de la letra y continuar leyendo. También permiten hacer anotaciones al margen y subrayar frases y palabras, igual que en los libros de papel. Sin tener que interrumpir la lectura se puede acceder al diccionario para consultar un término, y también se puede escuchar música mientras se lee el periódico. Y como todo buen dispositivo electrónico, permite almacenar miles de libros, fotos y canciones en una biblioteca digital personal. Al igual que antes nos íbamos de vacaciones con un montón de libros en la maleta que luego no teníamos tiempo de leer, hoy en día salimos de casa cargados de gigas (con la ventaja de que no pesan) con todo tipo de contenido digital almacenado en un e-book o en un móvil y, probablemente, sin tiempo para consultarlo. Algunas cosas no cambiarán nunca.

Seguir leyendo este reportaje en el suplemento dominical del diario El PAIS

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