26 julio 2006

Al piano

¿Hay vida después de la vida? Y si es que sí, ¿con qué vamos a encontrarnos allí? La pregunta del millón. Al piano nos ofrece una posible solución a este enigma. Max Delmarc, un famoso y reconocido pianista de música clásica, lleva en París una vida con pocos alicientes. Si bien es cierto que el público lo aclama en las más prestigiosas salas de conciertos y sus grabaciones son un éxito en ventas, Max no es feliz, y en su soledad se pasa el día persiguiendo al fantasma de Rose, una violoncelista a la que no ve desde hace treinta años, a quien cree ver en cualquier parte, por incongruente que sea el momento, y de quien desconoce que siga perteneciendo al reino de los mortales. Para colmo de males, y a pesar de pasarse la vida sobre los escenarios, el pianista tiene miedo escénico, y lo combate, cuando puede y le dejan, con alguna copita que otra. Siempre es igual. Hasta que una noche al volver a su casa es víctima de un atraco, y tras lo que allí ocurre despierta en una especie de hotel-hospital con visos de purgatorio donde, a la espera de destino, entablará amistad con estrellas de cine como Dean Martin o Doris Day…

Cualquier situación que pueda resultar inconexa está en este libro perfectamente conectada y relacionada. Jean Echenoz (Orange, 1948) compone en Al piano un magistral retrato de Max, plagado de matices y sensaciones, realizado con inteligencia y ternura (genial el examen de conciencia al que se somete el protagonista ante la expectativa de su destino final). Con un elegante y apropiado lenguaje (felicidades a Javier Albiñana por su acertada traducción), lleno de humor, ironía y sensibilidad, Echenoz nos muestra, con abundantes evocaciones e imágenes, una ingeniosa visión del infierno y el paraíso. Quién sabe si no será así realmente…

Jean Echenoz es autor de novelas como El meridiano de Greenwich, Cherokee (Premio Médicis), La aventura malaya, Lago (European Literary Prize 1999), Nosotros tres, Rubias peligrosas (Premio Novembre) y Me voy. En 1988 fue galardonado en París con el Premio Gutenberg como la mayor esperanza de las letras francesas, y elegido por Le Nouvel Observateur el novelista internacional más relevante de la década de los noventa.

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