08 septiembre 2006

Ángela Lergo

Ángela Lergo siempre ha utilizado el cuerpo -propio o extraño- en múltiples acciones y performances y es el referente inequívoco de su escultura. Ha elaborado un discurso de raíz feminista, como el de la performance Ahora tenemos lo suficiente para dar la vuelta aérea al mundo dos veces, donde utiliza la tierra y un Burka para auto enterrar su cuerpo (de manera simulada y real) vestido con esta “singular” prenda y del que, como un símbolo de esperanza, nace y crece una planta. En un acto físico de empatía lanza un grito sordo que denuncia su enterramiento en vida. También fue así en la performance Madre, que realizó en el Museo Vostell Malpartida.

En las piezas que componen la muestra actual hay, como en todo su trabajo, una relación dialéctica entre autora, obra y espectador, realción que se manifiesta más en su interior y en su capacidad de transmitir, que en una determinada forma exterior.

En BAJO EL AGUA podemos hablar de la construcción de una naturaleza reflejada. Una de las cosas que saltan a la vista cuando nos acercamos a esta obra es que hay una especie de flashes que capturan nuestra mirada, la retienen y nos atraen hacia ella. Nos acercamos a las piezas y descubrimos un trabajo en el que hay una mezcla de frialdad y sentimiento, de Euritmia, que hacen que podamos hablar de “poesía en el espacio”. Esto es así porque el proceso de su trabajo es un minucioso estudio de las formas, de las proporciones y de la anatomía, de la capacidad de relación de la obra con sus partes y de aquella como un todo homogéneo en relación con el espacio que le es dado para manifestarse, buscando la concreción del concepto de instalación como creación de lugar.

En el proceso de creación de la obra modela –dibuja- el cuerpo desnudo para estudiar la anatomía, los movimientos, las relaciones de unas partes con otras y de la totalidad con el entorno, con este espacio con el que dialoga, desde donde va a ser vista. Son las relaciones entre la mirada, el gesto y las otras piezas las que conforman el cuerpo de la instalación y con las que el espacio es interrelacionado, creando la escultura como presencia. La obra final es un juego de miradas, el juego de la comunicación y el conocimiento.

Hay una intención de crear, o más bien re-crear un espacio, que no es otro que el del aljibe del museo. Un espacio particularmente hermoso y evocador. Estamos casi en la cota del agua del aljibe. Bajo el agua se encuentra el suelo y nuestro reflejo cuando nos miramos. Casi como si de la historia de Narciso se tratara, el agua nos devuelve nuestra propia imagen. Bajo el agua se encuentran simuladamente la mayor parte del cuerpo de sus esculturas, ahora sumergidas en sal.

Texto: Juan-Ramón Barbancho

Leave a Reply