07 noviembre 2006

Eulàlia Valldosera

La artista Eulàlia Valldosera (Villafranca del Penedés, 1963) expone en la Caja de Ahorros de la Inmaculada de Zaragoza su trabajo más reciente Lugares de trabajo. En esta serie, mostrada anteriormente en la galería Helga de Alvear de Madrid, la artista vuelve a los temas habituales de su trayectoria.

La exposición se compone de dos series de fotografías que una vez más se refieren a los lugares cotidianos e íntimos para trazar una metáfora del sujeto artista.

En la primera de estas series, Lugares de trabajo I, utiliza su propio estudio que aparece a oscuras, apenas iluminado por los pilotos y leds de los aparatos tecnológicos presentes en la habitación. El negro, la oscuridad, nos remiten a la sombra, habitual en el trabajo de la artista, pero esta vez se llena de nuevos significados: el vacío, la inactividad pero también la creación generadora.

Si en anteriores ocasiones Valldosera partía de negativos químicos que le permitían alterar los fragmentos de la realidad hasta concebir una imagen nueva, el uso de las nuevas tecnologías digitales la conducen por el camino inverso. En esta ocasión va desvelando las sucesivas capas de la realidad, aclarándola hasta llegar al blanco del papel, del soporte.

En Lugares de Trabajo II el estudio en soledad se convierte en la oficina como lugar de encuentro; la oscuridad en luz del día y la meditación en establecimiento de relaciones. Distintos personajes interactúan en un mismo espacio y las relaciones que se establecen entre ellos se ponen de manifiesto por medio de rayos de luz.

Ambas series conforman un ciclo que va desde la oscuridad hacia la luz; de la soledad a la sociedad. Es el camino que recorre el artista que va desde la creación en solitario hasta el trabajo y la colaboración en equipo. Como dice la propia artista «Por un lado está la demanda externa del artista que se ve impelido a producir y crear un trabajo en equipo, imagen actualizada de la forma en que éste desarrolla su trabajo. Y en el otro extremo, la demanda interna, que requiere soledad e incomunicabilidad, y que le pide penetrar en la noche para encontrar el alimento del que se nutre su poesía.»

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