21 febrero 2007

Bar de anarquistas

José María Conget leerá varios relatos breves de su último libro, Bar de Anarquistas (Editorial Pre-textos), en la librería Rafael Alberti (Tutor nº 57) de Madrid. El acto tendrá lugar el viernes 23 a las 19.30 horas.
José María es licenciado en Filosofía y Letras. Ha ejercido la enseñanza y la gestión cultural en distintos puntos de España y en Escocia, Perú, Inglaterra, Estados Unidos y Francia. Actualmente vive en Sevilla.
A raíz de la publicación de Una cita con Borges, Juan Bonilla publicó en «El Mundo» (29 de noviembre de 2000) un artículo que es la más entusiasta y convincente invitación a la lectura de los libros de Conget.
Los «congetianos» (por Juan Bonilla)
Pertenezco a una secta secreta desde hace años. Es una secta en la que también militan Ignacio Martínez de Pisón, Félix Romeo o Miguel Pardeza. Es una secta muy cómoda, desde luego, porque no nos exige ningún sacrificio ni se nos pide que hagamos apología. Mi iniciación en la secta fue curiosa, tanto que llevaba años perteneciendo a ella sin saberlo.
Yo estudiaba en un Instituto de Jerez, y alguien apareció con un libro blanco titulado Comentarios (marginales) a la Guerra de las Galias. Dado que por aquel tiempo nos dedicaban a los alumnos a traducir párrafos de la Guerra de las Galias, pedí que me prestaran aquel libro por si entre los Comentarios el autor deslizaba versiones de los párrafos que teníamos que traducir y me aliviaba el trabajo.


Nada de eso, desde luego: se trataba de una novela desordenada, apasionante, muy divertida. El autor era por entonces profesor de Instituto en Cádiz, o sea, casi vecino: tardé aún 12 o 13 años en conocerlo, y no iba a ser ni en Cádiz ni en Jerez, sino en Nueva York, una ciudad menos extraña que las dos anteriores. El autor se llamaba José María Conget y la obra, publicada por Hiperión, era la segunda parte de una trilogía completada por Quadrupedumque y Gaudeamus. Siguieron a esas novelas Todas las mujeres, una espléndida obra en la que un escritor le escribe una carta a su editor tratando de explicarse por qué es incapaz de escribir novelas, Palabras de familia (una novela impresionante, de esas que se te cuelan en los sueños, yo he soñado con una escena asombrosa de ella en la que un padre invisible lee un libro en un kiosco, y empieza a hacerse visible cuando es víctima de la enfermedad que lo hará desaparecer definitivamente) y Hasta el fin de los Cuentos (un libro lleno de relatos, un libro lleno de Manhattan, un libro que es una apología de las ficciones que ayudan a vivir, un espléndido manual de autoayuda para desencantados del poder de la literatura).
Por supuesto, yo ya pertenecía a la secta congetiana antes de leer estas dos últimas novelas -las mejores de su autor- y como buen congetiano me preguntaba cómo era posible que un novelista tan exigente y singular, no encontrara nunca un sitio en las nóminas de novelistas que nos aturdían en los suplementos literarios. Y es que aún no había entendido que si a Conget lo ensalzaran en todas partes, y si se reseñaran con mucho fuego de artificio y bobada teórica en las reseñas oficiales de la madre patria, no iba a hacer falta la existencia de la secta. A pesar de pertenecer a la secta de los congetianos, no puedo evitar aún molestarme al comprobar que los libros de Conget tienen tan pocos lectores. Sacó dos tomitos en los que practicaba una magnífica prosa ensayística (Cincuenta y Tres y Octava, sobre su calle en Nueva York, y Vamos a contar canciones, sobre 10 temas musicales que le sirven para contarnos su vida), y apenas nadie dijo nada.
Ahora acaba de sacar una recopilación de ensayos (Una cita con Borges, en Renacimiento) y quizá los mil o dos mil ejemplares de la edición tarden medio siglo en agotarse. Pero los de la secta ya sabemos que eso no tiene importancia, que es cuestión de esperar, que la obra de Conget se justifica sola, que no necesita de críticos que la alaben con prosa gastada ni una cola de lectores para ser tan excitante y divertida, que su frescura durará.
Conget se vanagloria de ser un auténtico worst-seller, y a estas alturas los de la secta hemos convertido ese inconveniente en un marchamo honorífico, como si estuviésemos en posesión de un secreto alucinante, porque siendo tan fácil de descubrir no parece que haya mucha gente dispuesta a descubrirlo. Pero en la secta somos generosos, y admitimos nuevos integrantes sin exigir nada, porque lo que deseamos en la secta es desaparecer, o sea, que los congetianos seamos ya tantos que no sea necesario considerarnos una secta. Esa aspiración legítima puede que tarde en cumplirse, pero estoy seguro (como buen sectario soy un ciego fundamentalista) que se cumplirá.
Los lectores de este artículo pueden entrar en el ancho mundo de Conget por esta puerta reciente: Una cita con Borges. Verán aquí cómo la vasta cultura de José María Conget prescinde soberanamente de la pedantería para transformar cada dato en experiencia. Nos hable de Salgari o de Borges, de tebeos o de cine (no me he cruzado con nadie que sepa tanto de cine y de tebeos y camufle toda esa información con tanta elegancia), de Londres o de Raymond Carver, nos está hablando de sí mismo, y lo hace con una lucidez que consiente la carcajada y la reflexión profunda.
La secta congetiana, pues, le invita a este festín. Qué suerte tiene usted de no haber leído todavía ninguno de los libros de Conget: aproveche esa circunstancia y agréguese a nuestra secta. No sé, podría recurrir a una típica frase de perezoso crítico literario, pero prefiero acabar de manera tajante. Los libros de Conget están a su disposición. Ellos no le necesitan a usted ni usted a ellos, pero si lee alguno, no se arrepentirá y será captado por la secta. La literatura española de ahora no ofrece muchas aventuras tan prometedoras. Usted verá lo que hace.

1 Response

  1. mercedes

    Hola,me he metido en esta página, porque hace unos días me dio mucha alegría escuchar en un programa de radio el nombre de J.M.Conget. Me hizo recordar mis años de estudiante en un instituto de Sevilla, tuve a este gran profesor en literatura y no sabéis lo que pude disfrutar de sus clases y lo mucho que aprendí de él.Le perdí la pista pero ya se más o menos por donde anda y qué libros lleva publicados, yo tengo dedicado,por él, el de Todas las mujeres.
    Es un gran escritor y sobre todo docente.

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