24 enero 2009

La cena de los notables








La pasión por pensar de un crítico

La experiencia nos enseña; por eso, los que estamos enfermos de lectura es relativamente fácil que nos engañemos con lo que leemos creyendo que es la vida. O no, si sabemos que la ficción no es la vida. Martín Edén, Madame Bovary, Don Quijote, tres edades, tres desengaños, tres malas lecturas de la vida. Y se nos dice: la lectura sirve para impulsar el conocimiento, más conocimiento por leer, menos conocimiento por no leer. ¿Y estas tres figuras literarias? Las figuras literarias tienen un cometido, una función que cumplir como es la de representar, metaforizar.

La voz que proviene de intereses ajenos a los de los trabajadores dice que hay que leer, nos dice que leyendo seremos más cultos – en algunas librerías ponen un cartel que dice: “Leer nos hace más cultos”. ¿Cartel para atrapar lectores?-. Que seamos cultos. ¿Cultos? ¿Por qué no nos explican qué quieren decir cuando dicen “cultos”? ¿Leyendo lo que las empresas multinacionales reparten gratis o venden? Los resultados de ese “ser cultos” están en la calle de la sociedad capitalista que tenemos. Contar oralmente, leer para uno mismo, son vías distintas de terminar en el otro. Contar, leer es dar con un significado, el significado es “una propuesta de realidad”. La lectura es un trabajo que nos damos para “encontrar un sentido. El sentido es… el mensaje que es”. Luego, leer para encontrar ¿qué propuesta de realidad? Y si el sentido es el mensaje ¿qué sentido y qué mensaje leemos? ¿Vamos a ser “cultos” según la propuesta de realidad y el sentido y el mensaje que nos regalan y venden las multinacionales? Sí, asimilaremos su cultura, cuya propuesta de realidad, cuyo sentido y mensaje tiene como punto de partida el que el capitalismo no se puede cambiar y debemos “educarnos” en el miedo a lo extraño al sistema y en la sumisión a lo imperante. Leer entonces ¿para qué?

Los entrecomillados pertenecen al libro de Constantino Bértolo “La cena de los notables”, editado por Periférica. Constantino Bértolo es editor y director de la editorial Caballo de Troya, y es uno de los principales críticos y pensadores al margen de la norma, uno de los pocos de que dispone la literatura española. Arranca en su libro “La cena de los notables” con reflexiones en torno a lo señalado al comienzo y disecciona las formas de leer, así como indica a partir de qué acciones descubrimos lo literario; el autor entra por múltiples caminos a lo escrito y a la lectura: las intenciones de los discursos, las diferentes comunidades y sus diferentes literaturas, los narradores y sus intereses, los escritores, sus robos y el medio social, el acto individual y las palabras de la comunidad: “Quien monopoliza su definición detentará la legitimidad”; la legitimidad de los escritores y sus estrategias de contrapoder, la filosofía de la Ilustración y el nacimiento de la crítica, el autoproclamado mercado libre y la inflada individualidad, los dueños del mercado dueños de la palabra escrita, las maneras de argumentar y la manera de decir. ¿Compromiso de los escritores con la literatura?: Constantino Bértolo arremete contra esa frase tan manida, tan demagógica: “Un compromiso es siempre con alguien, y con alguien que pueda reclamar el cumplimiento de ese compromiso”. ¿El susodicho compromiso literario no encubre otro tipo de compromiso vergonzoso? ¿No nadan en ese mar, para la mayoría oscuro, los subterfugios empresariales para acallar la crítica como modo de protegerse –una propuesta de realidad…un sentido que es el mensaje-, acabar con la crítica, decía, e implantar la parálisis cerebral y de acción, aumentar las ventas y con ellas el beneficio como sello de legitimidad? La respuesta pasa por negarse a leer libros con esa propuesta de realidad, con ese sentido y ese mensaje. Negarse a servir, organizar la razón.

El libro de Constantino Bértolo es una reflexión estimulante en torno a estas cosas, es la puesta en marcha de un proceso, la pasión de pensar del autor pone en marcha el proceso, que hace que nos interroguemos sobre los caminos de la lectura, la crítica y su función social, pero también sobre lo que decimos, sobre lo que escribimos, sobre la comunicación con los demás: las palabras ayudan a cambiar el mundo, fíjense en éstas: “agrupémonos todos”, “a las barricadas”, “nosotros somos palestinos”, “boicot a los productos israelíes, código de barras 729”…, son elementos para la acción,  cumplen una función bien definida, con ellas han ido multitudes y grandes ideales, de justicia social, de unidad y combate de solidaridad,… Por eso el poder tiene tanto miedo a las palabras y hace lo posible por dominar todos los medios de expresión y hace circular discursos que no modifican el estado de cosas. Cuando la verdadera palabra del crítico es aquella que enjuicia la obra bajo el prisma de si es o no es arte, arte como respuesta a la experiencia del mundo, esa experiencia que lo es porque cambia continuamente y por eso la obra se hace irrepetible.

Haciendo honor a la profesión de crítico, que es bien distinta de la de los comentaristas-anunciantes-vendedores que tanto proliferan, Constantino Bértolo declaró en cierta ocasión: “Una sociedad que se siente y quiere ser responsable de su propio destino busca en la lectura conocimiento. Una sociedad que se aburre busca lecturas entretenidas”. “La cena de los notables” es un libro para cualquier lector en busca de pensamiento y criterio propios, y que impulsará su capacidad reflexiva sobre lo que ocurre en nuestro entorno, entorno tan manipulado que a poco que se descuide lo convierte  en un ser amorfo.

Leer sí, pero libros así. No pierda de vista este título ni a su autor.

Texto: Ramón Pedregal Casanova

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