10 noviembre 2011

Mi bolso era una rueda

Le llamaban “el gomas”. Su fantástica habilidad para hacer arreglillos e inventos caseros con este material le había dado una merecida fama. Su capacidad para crear iba más allá del caucho. Una biblioteca para la casa de veraneo hecha con cajas de madera de las de antes para transportar lámparas, con el desperdicio de un carro de la compra roto de su mujer hizo hace muchos años una sillita para llevar a su hija en la bici cuando, tras viajar hasta Francia buscando una, se dio cuenta de que no existían tales inventos. El único costo que tuvieron estos cachivaches fue el empleo de sus manos, su imaginación y su tiempo. En su cajón de sastre nunca, nunca faltaba un trozo de la cámara de la rueda de una bici o un coche.

Al parecer Miriam Rolania tiene el mismo don, con la diferencia de que lo utiliza para la moda. Esta joven diseñadora valenciana seguramente tenga como lema “reciclar o morir”.

De su cabecita loca, como ella dice, salen infinidad de complementos: bolsos hechos con la cámara de aire de un camión troquelada por ella misma cuyo mecanismo de cierre son bolsas de agua (de las que nos ponían en la cama) forradas con tela de leopardo, collares elaborados con chapas de latas, llaveros hechos con resina y residuos electrónicos (microchips, etc.), pulseras también de resina cuyo interior alberga unas gominolas o una cremallera, bolsos de teclas de ordenador, también de metro de costurera, cinturones, tocados… cualquier cosa vale como material si la idea es buena, pero el quid de la cuestión es esa imaginación, ese afán de recicle que posee Rolania.

Tal es su talento que colabora con sus productos en desfiles de moda o con sus creaciones directamente.

Sin duda, si todos tuviéramos el ingenio de “el gomas” o de Miriam Rolania daríamos mucho más valor a las cosas a las que antes no hacíamos. Después de todo, ¿quién iba a pensar que mi bolso antes era una rueda?

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