04 enero 2016

El fetichismo en el mundo del libro digital

Muchos de los que saben de mi pasión y defensa de lo digital pensarían que les estoy tomando el pelo si consiguieran verme en casa por un mirilla: leyendo un libro en mi dispositivo de lectura de tinta electrónica mientras tomo un té en una taza con el nombre de mi autor favorito, tomo notas en una libreta de mi librería de referencia con un lápiz que compré en la Biblioteca de Nueva York y disfruto dentro de una camiseta con la portada de ese libro que me marcó para siempre.

Los fines de semana hago habitualmente una excursión a mi parte preferida de mi biblioteca personal, mi colección de libros de artista, que guardo como si fuesen ”incunables”. Así como mi selección de primeras ediciones, que también preservo tras una puerta de madera y cristal, y que muestro orgulloso a algunas personas que vienen a casa y aman los libros de papel como yo, aunque he de confesar que prefiero disfrutar de estas pequeñas joyas en solitario.

Efectivamente, muchos se sorprenderán y encontrarán estos hábitos algo contradictorios, pero a los ávidos lectores como yo les parecerá la cosa más normal del mundo. Desde que aparecieron los lectores electrónicos no hemos dejado de oír sobre las bondades del libro en papel y de las que, supuestamente, es imposible prescindir: su olor, su tacto, la sensación de llevar un libro bajo el brazo, esa sensación de bienestar, de serenidad… Pero el causante de estas maravillosas sensaciones no es sólo el formato, el libro en papel, sino todo lo que rodea al mundo de la lectura: el orgullo de leer, la necesidad de tener un ejemplar determinado, contemplar la biblioteca, leer las dedicatorias de las primeras páginas, coleccionar marcapáginas y lápices de las principales librerías y bibliotecas del mundo, firmar las primeras ediciones con pluma, viajar en cada desayuno a algún lugar del mundo con la taza que compraste en esa librería emblemática de Londres, São Paulo, Ciudad de México, Nueva York o Bilbao.

Tras la irrupción de la lectura en pantallas en general, cada día más lectores se pasan a este medio, pero sin querer desvincularse de lo que supone la esencia o el espíritu fetichista de la lectura en papel. Es más: puede que el libro se oculte tras una pantalla, pero el verdadero lector quiere manifestar públicamente su amor por la lectura.

En este contexto, el mundo de los libros de artista tiene cada día más seguidores en la sociedad, así como la aparición de ediciones de lujo de esos libros que queremos conservar para siempre o el afán por conseguir primeras ediciones… Junto a ello, la proliferación de los objetos recordatorio que desde siempre han rodeado a los letraheridos. Cada vez son más las librerías que ofrecen al ávido lector todo tipo de complementos a la experiencia lectora: mochilas, carpetas, tazas, lapiceros… Ya no sólo los encontramos en los museos y centros de arte, sino que ocupan enormes espacios de librerías, bibliotecas y tiendas especializadas online de todo el mundo. Espacios llenos de objetos relacionados con el mundo del libro que aumentan de tamaño a medida que crece el número de adeptos a la lectura en pantallas.

Y es que estos objetos consiguen enraizarte al mundo del libro, leas en el soporte que leas, puesto que lo que estás haciendo es leer, ni más ni menos.

Javier Celaya

Socio fundador de Dosdoce.com

Este artículo ha sido publicado originalmente en el número #0 de la revista Cosas de Libros con motivo del lanzamiento de la tienda especilizada en artículos relacionados con el mundo de la lecturaMás información en www.cosasdelibros.com

 

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