27 julio 2006

El observatorio editorial

Jorge Herralde, fundador y director de Anagrama, vive y habita la edición como religión, credo, way of life, forma de ser, el alfa y el omega, el principio y, sobre todo, el fin de todas las cosas. El título bajo el que Herralde hace comulgar a estas páginas –El observatorio editorial– me parece acertado y revelador. Herralde es uno de esos profesionales que no se limita a leer primero y a editar después, sino que –antes y durante y después– también observa.

De ahí que me atreva a definir estas piezas breves en longitud pero amplias en su alcance como “miradas”. El resultado de años de pasearse por librerías cercanas y extranjeras, por ferias internacionales, por presentaciones de libros y por bares y fondas y restaurantes de todas partes.  Para Herralde el métier de la edición –como el de la escritura– es una tarea de 24 horas, sin séptimo día en el que descansar. No hay tregua ni descanso, y para mayor prueba y evidencia de esto leer el ensayo/método “Un día en la vida de un editor” incluido en estas páginas.

Herralde es un tiburón con la elegancia y la inteligencia del delfín. Un tiburón que estaba leyendo Moby Dick cuando el resto de sus colegas leía Tiburón. Un eximio animal social y un sensible hombre en lo privado. Un experto a la hora de sintonizar –de observar y de mirar antes que muchos reparen en ello– algo que está en el aire o en el agua y, enseguida, llevarlo a su territorio. Prueba de ello es este libro.

Los textos reunidos aquí pueden disfrutarse como privilegiados panoramas desde el puente, belicosos despachos desde el frente de batalla, apuntes para futuras memoirs selectivas y selectas.
Las relaciones entre editores y escritores son y serán –siempre, por género, definición, contrato– relaciones peligrosas. Lo que no impide que Herralde sea una persona apreciada por escritores (formen parte o no de su team) y admirada (a veces a regañadientes) por colegas editores a los que a menudo lanza sonrientes y perfumados dardos, pero dardos al fin y al cabo.

En una ocasión le preguntaron a Jorge Herralde lo inevitable, lo obvio, lo pertinente: “¿Por qué edita?”. Su respuesta es ésta: “Editar me permite: explorar, descubrir, apostar, compartir placeres y entusiasmos; practicar una variada gimnasia mental; subirme de vez en cuando a las montañas rusas y otras atracciones; seguir desde el principio la excitante metamorfosis que conduce del manuscrito al libro. Y, durante el trayecto, ‘escribir’ una particular novela-río: el catálogo de Anagrama”.

Leave a Reply