27 julio 2006

La desaparición

A menudo ocurre que cuando una novela es llevada al cine resulte mejor la película que el libro, o por el contrario la película desmerezca un buen relato, o al menos se planteen las inevitables comparaciones entre ambos. En el caso de La desaparición, del holandés Tim Krabbé (Amsterdam, 1943), la novela es brillante, y lo fue también su versión en la pantalla, llevada al cine en dos ocasiones, primero en Holanda (Spoorloos, 1988) y luego en Estados Unidos (The Vanishing, 1993), comercializada en España como Secuestrada. Tanto éxito tuvo la película que provocó que Krabbé se convirtiera en autor de culto. 

Una joven pareja holandesa, Rex y Saskia, de viaje en coche hacia el Mediterráneo decide parar en una gasolinera a repostar y descansar del viaje. Mientras Rex llena el depósito de gasolina, Saskia aprovecha para comprar unos refrescos en la estación de servicio. Pero Rex no vuelve a verla. A pesar de que todos la han visto, ha desaparecido como si se la hubiera tragado la tierra. Ocho años más tarde, Rex tiene una nueva vida, pero aún le sigue obsesionando qué fue lo que pasó realmente, hasta que se le ofrece la posibilidad de descubrirlo en sus propias carnes.

Un breve relato plagado de profundas emociones, que explora los mecanismos que hacen que la maldad aflore en el ser humano y se arraigue y acreciente hasta límites insospechados. Una historia aterradora donde los personajes son gente cualquiera, como nosotros, y donde la evolución de la mente hacia conductas criminales resulta estremecedora por tener lugar en situaciones absolutamente cotidianas.

Comparado con figuras de la talla de Ian McEwan y Patricia Highsmith, Tim Krabbé es uno de los mejores cultivadores de la novela negra contemporánea. Su prosa clara, concisa, dura y descarnada hacen de La desaparición una obra de lectura amena e interesante, donde el hecho de haber visto previamente la película no logra que la novela pierda un ápice de interés.

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