Tratamiento informativo de la discapacidad en los medios de comunicación
Considero oportuno comenzar este análisis sobre el tratamiento informativo de la discapacidad en los medios de comunicación exponiendo el significado de los dos términos en torno a los cuales se desarrolla el artículo. Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, ‘discapacidad’ es calidad de discapacitado. Por su parte, la acepción de ‘discapacitado’ es: Persona incapacitada por lesión congénita o adquirida para ciertos trabajos o movimientos.
Respecto al segundo concepto, es decir, los medios de comunicación, el Tribunal Constitucional reconoce a la profesión periodística como el instrumento más eficaz para el ejercicio de la libertad de expresión y de información, ambas creadoras de la opinión pública. Este derecho a informar y a estar informados acerca de noticias actuales, veraces y con interés público, que recoge el artículo 20 de la Constitución Española, es aplicable a todos los ciudadanos. Y como ciudadanos que son, las personas discapacitadas también forman parte de la realidad informativa, ya que constituyen un colectivo amplio (el 10% de la población europea sufre algún tipo de discapacidad, lo que supone casi 40 millones de personas) con unas determinadas particularidades, preocupaciones, necesidades y reivindicaciones que quieren informar, informarse y tener un fácil acceso a los medios de comunicación.
Y, además, es importante que lo hagan, que se informen y que estén conectados a la actualidad, porque los medios constituyen una vía de contacto del hombre con el mundo. Puede decirse que las noticias son trozos de la vida real, y la discapacidad es una realidad que merece y exige un correcto tratamiento informativo.
La dificultad surge cuando existen problemas de accesibilidad a los medios de comunicación como consecuencia de una discapacidad. En este sentido, el Libro Blanco ‘Política Social Europea. Un paso adelante para la Unión’, de la Comisión Europea, del 27 de julio de 1994, aboga por garantizar que los individuos con discapacidades puedan ejercitar los mismos derechos y obligaciones que el resto de los ciudadanos, y entre estos derechos figura el de la libertad de información. Por ello, el documento promueve el diseño de acciones específicas que aseguren el acceso de las personas discapacitadas a cualquier servicio público, incluidos los informativos y periodísticos, de manera que tanto el diseño como el contenido de todos los sitios públicos de Internet deben ser creados considerando a las personas con discapacidad. Asimismo, las instituciones deben también fomentar sus vínculos con entes privados en busca de ese acceso generalizado.
Por su parte, el documento de la C.E ‘Estrategias para la creación de empleo en la Sociedad de la Información’, del 4 de febrero de 2000, recomienda a las industrias de la Sociedad de la Información que procuren trabajar en el diseño de equipos de fácil utilización.
Cada discapacidad genera un handicap diferente que precisa de una solución distinta y específica. En el caso de las personas con limitaciones visuales o con ceguera, su problema para acceder a los medios multimedia (televisión e internet) puede solucionarse mediante el empleo de amplificadores de pantalla, lectores de pantalla, archivos de sonido, sistemas de audio-descripción de contenidos o la disponibilidad de una línea braille. Las personas sordas pueden salvar sus dificultades auditivas haciendo uso del teletexto, el subtitulado o el lenguaje de signos. Por otro lado, existen dispositivos que favorecen el acceso de una persona con discapacidad física a, por ejemplo, la web de un diario digital. Entre otros aparatos, figuran ratones alternativos como el ratón de cabeza, el apuntador de boca, y los sistemas de seguimiento del movimiento del ojo y reconocimiento de la voz. Además, también son recomendables, siempre según el caso, los teclados alternativos con teclas de mayor tamaño o con mayor separación entre teclas. En definitiva, ayudas técnicas que permiten una manera diferente, pero igualmente válida, de acceder a la información y de disfrutar de la interactividad emisor-receptor que hoy día permiten los medios de comunicación.
Evolución de la imagen pública de la discapacidad
Los medios de comunicación desempeñan tres funciones útiles para la sociedad: informar, formar y entretener. Respecto a la segunda función: formar, sobra decir que los medios son grandes formadores de la opinión pública. A lo largo de la historia, han sido empleados como un instrumento para influir en la sociedad, convencer a las audiencias e incluso, y tristemente, para manipular a los ciudadanos. Los mass media gozan de credibilidad y, especialmente los medios audiovisuales, son creadores de tendencias, modas, lenguajes y estereotipos.
En este sentido, y al hablar de la proyección social, se aprecia una evolución y un cambio en la imagen que los medios han transmitido de las personas con alguna discapacidad durante los últimos cien años. Desde finales del siglo XIX y hasta, aproximadamente, la Segunda Guerra Mundial (siglo XX), la discapacidad inspiraba lástima, compasión y marginación, porque esta circunstancia se relacionaba con una tragedia. De modo, que en la prensa de esta época, así como en otros medios como el cine y la literatura, las personas con minusvalía eran protagonistas de relatos dramáticos, donde, según el caso, desempeñaban el papel de víctima o verdugo. Ejemplo de ello es la película ‘La parada de los monstruos’ (1932), de Tod Browning. La historia transcurre en un circo cuya plantilla está integrada por personas que sufren amputaciones o alguna deformidad física. En la literatura cabe destacar la obra ‘Canción de Navidad’, escrita por Charles Dickens en el año 1844, en la que Tim, un niño que usa muletas, ayuda a conmover y cambiar de actitud al amargado avaro Scrooge a través de sus cualidades espirituales y compasivas. Por su parte, el capitán Ahab de ‘Moby Dick’ (Herman Melville, 1851), representa el instinto vengador de una persona hacia quien es culpable (la ballena blanca le arrancó una de sus piernas a la altura de la rodilla) o se mofa de su discapacidad.
Posteriormente, desde la década de los cincuenta hasta los años setenta, cambió el concepto de discapacidad, y los medios empezaron a mostrar una nueva faceta: la rehabilitación. Es decir, se trataba de lanzar un mensaje optimista que dijera algo así como: «Hay una esperanza de recuperación».
Esta nueva percepción de la discapacidad tenía mucho que ver con las políticas de acción social que empezaron a desarrollarse en el incipiente estado del bienestar [1], y lo cierto es que este cambio y este nuevo tono más positivo de la información indica que los medios iban por buen camino.
Esta imagen distinta de la persona discapacitada, que se rehabilita y hace una vida todo lo normal que le permiten sus circunstancias, ha quedado bien reflejada en el cine norteamericano de estas décadas, donde cobra protagonismo el héroe de guerra, que queda discapacitado, pero que lucha por recuperarse. Es el caso de la película ‘El regreso’ (1978), protagonizada por Jane Fonda y Jon Voight, en el papel de un veterano de la Guerra del Vietnam que queda parapléjico. Se narra la historia de amor entre el protagonista y su enfermera, pero la discapacidad del personaje no se ignora ni se dramatiza, sino que es tratada como una circunstancia que forma parte del propio personaje, y que éste asume como una nueva manera de vivir que tiene que afrontar con una actitud positiva y constructiva; las mismas actitudes que cualquier sujeto, con o sin discapacidad, debe adoptar ante la vida. Además, esta película aborda el tema del sexo en las personas discapacitadas, una cuestión que había sido ignorada durante décadas.
Otra película que refleja las barreras sociales y la capacidad de superación de la persona discapacitada es la romántica, pero real al mismo tiempo, ‘Hijos de un dios menor’ (1986), protagonizada por la artista sordomuda Marlene Matleen, que obtuvo un Oscar a la mejor actriz por su interpretación.
Desde los años 80 y hasta el momento actual, en el tratamiento informativo de la discapacidad prima el tono positivo porque está demostrado que una noticia feliz interesa más el lector, le engancha más y, en definitiva, vende más que una noticia triste; aunque no olvidemos que también es preciso informar sobre acontecimientos poco afortunados.
La imagen que hoy día proyectan los medios sobre las personas discapacitadas está enfocada a la integración social y profesional de estos individuos. Aún existen voces expertas que opinan que la imagen de la discapacidad en los medios es incorrecta y no se corresponde con la realidad. En esta línea de pensamiento se sitúa Mabel Sánchez Calvo, presidenta de la Fundación Audiovisual para la Normalización y madre de una niña con Síndrome de Down, quien opina que «los medios audiovisuales muestran una imagen distorsionada de la discapacidad donde todo es pena; pero esto no es así porque existen muchas personas discapacitadas que son felices. Lo que hay que hacer desde los medios de comunicación es asesorar, informar y educar a la audiencia para que cambie este concepto».
Aunque sería un error generalizar, Mabel Sánchez tiene razón y es importante que las empresas informativas y los periodistas que trabajan en ellas conozcan, apoyen y actúen para potenciar el papel que los medios (prensa, radio, televisión e internet) pueden desempeñar en la integración de estas personas y en la supresión de unas barreras: arquitectónicas, comunicacionales, sociales y mentales, que, hoy día, carecen de sentido.
Por su credibilidad, su amplia cobertura y por el impacto que provocan en la audiencia, se reconoce, por tanto, la importancia de los medios a la hora de consolidar socialmente esta nueva concepción de la discapacidad que debe ser un paradigma de la inclusión. La consecución de este objetivo comienza por mejorar la imagen de la discapacidad que difunden los medios, y para ello se recomienda poner en marcha y cumplir unas pautas de estilo propuestas por el Real Patronato sobre Discapacidad:
– Mostrar a las personas con discapacidad en situaciones sociales cotidianas: realizando tareas domésticas, en su lugar de trabajo, disfrutando de su tiempo de ocio, etc. para que la inclusión social sea entendida como algo lógico y normal. |
– Es entonces cuando la sociedad avanzará hacia un concepto aún más evolucionado que el de la integración: la normalización, es decir, concebir la discapacidad como una circunstancia que potencialmente nos puede suceder a todos. |
– Admitir, incluso haciendo uso del humor, la curiosidad y la incomodidad ocasional que las personas sin discapacidad experimentan al interacturar con personas discapacitadas. |
– Evitar la imagen conmovedora y desamparada de la discapacidad. |
– Ser ecuánimes y mostrar, con naturalidad, los éxitos y las dificultades de las personas con discapacidad. |
– Informar sobre los servicios públicos que existen a disposición de las personas con una discapacidad. Ej. ‘La ley de televisión digital terrestre garantiza la accesibilidad de las personas con discapacidad a los nuevos servicios’ (Artículo publicado en el Diario Solidaridad Digital el 20 de junio de 2005, http:/solidaridaddigital.discapnet.es). |
– Que la discapacidad sea protagonista de cualquier tipo de publicaciones, programas o soportes digitales, y no sólo de espacios especializados en este tema. |
– Que los medios de comunicación contraten a personas con discapacidad. |
Una cuestión íntimamente ligada a la imagen actual de las personas discapacitadas y a la evolución que ha experimentado dicha imagen en los medios de comunicación durante el último siglo es el Tratamiento Informativo que recibe este tema. Es notoria la actual sensibilización que los medios de comunicación han desarrollado ante el asunto de la discapacidad; sin embargo, aún queda un largo camino por recorrer; y un ejemplo de ello es la ausencia, en la mayoría de los casos, de capítulos o apartados que hagan una referencia específica a la forma y al tratamiento informativo de la discapacidad en los libros de estilo (representan la técnica) y en los códigos deontológico (representan la ética) de los propios medios y de las asociaciones de periodistas.
Al buscar la palabra ‘discapacidad’, el libro de estilo de El País nos remite al término ‘minusvalía’ que, a su vez, se define como «Situación desventajosa para un individuo, como consecuencia de una deficiencia o de una discapacidad, que limita o impide su normal desenvolvimiento».
Por su parte, en el libro de estilo de La Voz de Galicia la palabra ‘deficiente’ nos remite al término ‘discapacitado’: «Persona que tiene impedida o entorpecida alguna de las actividades cotidianas consideradas normales, por alteración de sus funciones intelectuales o físicas». Además, este documento recomienda a sus redactores que para referirse a estas personas empleen preferentemente la palabra discapacitado, y como sinónimo, minusválido; y «se evitarán, por su matiz despectivo, anormal, deficiente, disminuido y subnormal».
Una apuesta por la buena información
En base a las normas de estilo y a los principios éticos, el periodista ha de perseguir la máxima objetividad, debe ir siempre en busca de la verdad, contrastar sus fuentes, comprobar la veracidad de los datos, conocer bien a los protagonistas de la noticia, a ellos y a sus circunstancias, huir del sensacionalismo, del morbo y del tono melodramático, especialmente en los temas, como es la discapacidad, donde una información incorrecta o incompleta puede herir la sensibilidad de las personas afectadas o de sus familiares, o puede dañar su imagen social y, como consecuencia, dificultar su inclusión en la sociedad.
En resumen, hay que apostar por la buena información, que es aquella que:
– No omite detalles y presenta a la discapacidad en su totalidad: al sujeto como persona, y como parte activa de la sociedad. |
– Tiene un tono optimista, pero realista, es decir, sin omitir ni enmascarar las dificultades y los problemas que implican una discapacidad. |
– Garantiza el respeto hacia estas personas y la defensa de sus derechos. |
– Es una información que cede la palabra al discapacitado para darle la oportunidad de informar en primera persona a la sociedad sobre las necesidades, preocupaciones y asuntos, en general, que atañen a este colectivo. |
– No emplea un lenguaje peyorativo y utiliza las expresiones, los conceptos y los términos técnicos adecuados, explicando su significado cuando sea necesario. |
Respecto a este último punto, es decir, el lenguaje más apropiado a la hora de informar sobre la discapacidad en toda y cada una de sus vertientes, distintas asociaciones nacionales de personas discapacitadas, y entre ellas el Movimiento Feaps [2], que agrupa a entidades de varias ciudades de España, proponen una lista de términos incorrectos que, sin embargo, se usan habitualmente, así como una relación de sinónimos que, por el contrario, sí son conceptos adecuados para referirse a los distintos tipos de discapacidad. Veamos algunos ejemplos:
Términos incorrectos: defecto de nacimiento, mutilado, sordomudo, cojo, inválido o minusválido, retrasado mental o anormal, subnormal.
Términos correctos: discapacidad congénita, persona con una amputación, persona sorda, persona con movilidad reducida, persona con discapacidad física, persona con discapacidad intelectual, persona con Síndrome de Down.
Es relativamente fácil teorizar sobre la buena información, pero llevarla a la práctica para lograr día a día los objetivos citados en párrafos anteriores es una cuestión distinta y, sin duda, más compleja, que requiere de la profesionalidad, la sensibilidad y la preparación de los periodistas. Y este buen hacer debe enseñarse en las facultades de Ciencias de la Información. No se trata de formar a periodistas especializados en discapacidad, sino de formar a periodistas que sepan abordar correctamente este tema, elaborando información de calidad, que cumpla con las tres funciones, complementarias y compatibles, de este oficio: informar, formar y entretener, desde la profesionalidad y el respeto.
En este sentido, la buena información sobre la discapacidad se consigue:
– Empleando un tono informativo, objetivo e imparcial, que se aleje del dramatismo y que aporte seriedad y credibilidad a la noticia. |
– Sin recurrir al drama que fácilmente puede desembocar en el morbo. |
– Con historias cercanas, declaraciones de fuentes y protagonistas que son los que confieren un componente humano a la información. |
– Con contenidos positivos y constructivos. Veamos un ejemplo: La información «las personas que sufren alguna discapacidad tienen problemas para acceder a los medios de comunicación» mejor se sustituye por: «las personas discapacitadas pueden acceder a los medios de comunicación mediante el uso de los dispositivos y las ayudas técnicas necesarias en cada caso». |
– Buscando la implicación social porque sólo así se logrará que la ciudadanía tome conciencia del asunto, reaccione y actúe en consecuencia. |
– Con concienciación social, pero sin crear un sentimiento de culpa en el público receptor de las noticias. |
– Con originalidad porque la información de calidad y el entretenimiento son compatibles con la preocupación social. Además, una información original y bien enfocada es una garantía de publicación y emisión; todo un logro teniendo en cuenta que las noticias sobre discapacidad pueden pasar desapercibida entre el ingente volumen informativo que satura a diario las redacciones de los medios, e incluso ser sustituidas por otros asuntos que, según los criterios de los profesionales encargados de la selección de contenidos, sean más interesantes. |
– Huyendo de los estereotipos que son sinónimo de estancamiento social y que, además, denotan pereza mental por parte del periodista. |
Los resultados que se derivan de una buena información siempre compensan el esfuerzo realizado por los profesionales de la comunicación y el tiempo empleado en la elaboración de sus artículos. En este sentido, cuando se informa correctamente sobre algún asunto relacionado con la discapacidad se logra educar a la sociedad, lo que normalmente conlleva un cambio de actitud que favorece la integración de estas personas. Se trata de que los medios contribuyan a cambiar la cultura de la intolerancia por una cultura de respeto, así como fomentar una actitud abierta y de inclusión social para todos los ciudadanos. Por otro lado, los mass media tienen la obligación de plasmar la realidad, de modo que la persona discapacitada se vea realmente reflejada en las noticias que difunden, y vea así garantizado su derecho a informar y a informarse en el ámbito democrático, abierto, plural y global que caracteriza a la Sociedad de la Información.
NOTAS
[1] Entre los años 60 y 80 se construyó un programa institucional de políticas y prestaciones sociales que fue bautizado con el nombre de Estado del Bienestar. Su objetivo era mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos y promocionar la igualdad de oportunidades.
[2] El Movimiento FEAPS es una institución que agrupa, a su vez, a varias entidades federadas, y cuyo objetivo es mejorar la calidad de vida de personas con discapacidad intelectual y la de sus familias.
BIBLIOGRAFIA
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Libro de estilo de El País. |
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(*) Inma Martín Herrera. Periodista. Miembro de la Asociación de la Prensa de Sevilla. Miembro de la Asociación de Periodistas Digitales de Andalucía (España). Directora de La Crónica de Sevilla (versión digital: www.lacronicadesevilla.com).