Hillary Clinton, candidata y mujer
Hillary, tras mostrarse como una política dura e insensible, no duda ahora en aprovechar las sutilezas de una feminidad embaucadora y romántica, utilizando la seducción antes que la convicción. Sus largos silencios durante algunos de los más escandolosos episodios de la administración Bush delatan una personalidad paciente y calculadora que provoca recelo. Coquetea sin disimulo en sus ya famosos desayunos con oración, mientras sirve café a sus invitados. Algunos de sus rivales y colegas senadores babean al ser preguntados por cuántos terrones de azúcar desean, mientras Hillary sigue avanzando por una selva de testosterona y machismo misógino.
Hillary ganó la nominación de candidata a senadora, por uno de los dos escaños que tiene Nueva York en el Senado, con un abrumador 83% frente a su oponente Jonathan Tisani, del ala izquierda del partido Demócrata. Este había hecho de la oposición a la guerra de Irak el eje de su campaña apoyado por numerosos grupos y redes progresistas movilizados por blogs y redes de izquierdas. No pudieron contra el poderío de Hillary aunque sí fueron capaces de apear, en el proceso de primarias entre los demócratas de Connecticut, al que fuera número dos de la candidatura de Al Gore, el senador Liebermam.
El rival de Hillary, el aspirante republicando John Spencer que va 35 puntos por debajo en las encuestas, ha embarrancado definitivamente sus aspiraciones electorales. A Spencer le salió el tiro por la culata al afirmar que la senadora debía haberse gastado una fortuna en cirugía estética a juzgar por “lo fea que era de joven” y se atrevió a comentar, creyéndose simpático: “¿No has visto sus fotos cuando estaba en la universidad? No entiendo como Bill pudo casarse con ella”. Hillary no ha dudado en bromear en público sobre su tiempo disponible “entre cirujano y esteticista” para estar con sus electores en los múltiples actos políticos y cívicos a los que asiste para impulsar su reelección con la vista puesta en las presidenciales de 2008.
El morbo de la madura sexualidad de Hillary y la relación con los cánones de belleza clásicos le permite centrar el debate en una cuestión de género y personal en lugar de la clásica postura ideológica y programática, al tiempo que aumenta su fuerza y su dinero. Entretenidos en el escote de Hillary nadie se centra en sus posiciones sobre política exterior, por ejemplo, y mientras ha recaudado 35 millones de dólares y cuenta con el apoyo del 65% de los neoyorquinos. Despierta temor entre los rivales y una mal disimulada envidia entre los colegas.
Las acusaciones y denuncias con contenido sexual han marcado la campaña. La estrategia es destruir la credibilidad moral del oponente que, en la sociedad conservadora norteamericana, hace más daño que la corrupción. Esta se perdona, el adulterio se castiga si se hace público. Pero las denuncias sobre el uso indebido de teléfonos y mails institucionales para el acoso o la compra de favores sexuales inhabilitan definitivamente a los políticos y han inundado la campaña hasta la náusea.
Mientras, de manera más recatada y púdica, en el campo contrario, el cerco de la prensa rosa sobre Condoleezza Rice aflora por primera vez para insinuar romances ocultos con los ministros de exteriores británico, italiano y, recientemente, con el joven ministro canadiense. Durante años el zumbido del rumor ha sonado fuerte alimentando una orientación sexual lésbica de quien puede ser, en el bando republicano, la otra candidata. Pero si ser una atractiva mujer puede ser un handicap insalvable para ser candidata, imagínense lo que puede s¡gnificar si además se la etiqueta de lesbiana. Rice es soltera y, para la moral norteamericana, ese hecho despierta mucho más recelo que ser divorciada.
Las presidenciales de 2008 pueden tener una o dos candidatas a presidente. Y el debate sobre la idoneidad de que una mujer ocupe el sillón de la sala oval será inseparable del comentario permanente sobre sus respectivos atractivos, explícitamente sexuales. Son conscientes de las trampas y de las oportunidades y de ellas dependerá administrar sus atractivos políticos, y también personales, para conseguir sus objetivos.
Antoni Gutiérrez-Rubí
Asesor de comunicación
www.gutierrez-rubi.es