06 junio 2007

Las mujeres que leen son peligrosas

La editorial Maeva nos presenta con elegancia un conjunto de imágenes que adjunta con exquisitos textos; en el libro titulado LAS MUJERES, QUE LEEN, SON PELIGROSAS de Stefan Bollmann.

Los amantes de la literatura y de las palabras se deleitaran con las hermosas imágenes de este libro. Por primera vez prevalecerá la imagen a la palabra pero sin dejarla de lado puesto que este libro es toda una dedicatoria a todas las lectoras de la historia desde que el mundo es mundo. ¿Quién no se ha visto embargado por un extraño sosiego al observar a un persona cercana y amada cuando está ensimismada en un libro? Un sosiego lleno de belleza. ¿Quién al pasear por una alameda, un parque o una estación de ferrocarril ha envidiado la serenidad de la persona que ha encontrado en su camino sentada en un banco, en una piedra o en una asiento de tren, inmersa en una historia ajena, impresa en las páginas de un libro? Quién en ese momento no ha querido cambiarse por ella o descubrir cuál era la historia que le tenía ausente del mundo. En el universo hay millones de momentos donde si nos fijamos podemos contemplar como en las pupilas de las personas se reflejan palabras de sus lecturas. Palabras ajenas, escritas por otros, que las han hecho suyas como lectores.

He tenido muchas veces ganas de fotografiar a todas esas personas que depositan su alma por unas horas en un libro ya sean mis personas queridas o extraños que he encontrado en mi caminar. Ese mismo deseo lo han sentido a lo largo de la historia un gran número de pintores y han pintando hermosos cuadros, hermosas estampas de gente leyendo. Les contaré una pequeño chascarrillo o una anécdota de la historia: «En los siglos del XV al XVII, los bienes más preciados de un hogar eran las camas y los libros. Una cama y un libro se convirtieron en valiosas posesiones que podían ser exclusivamente de una sola persona y no se tenían que compartir con el resto de la familia si no se quería hacerlo. Pero dado que el patrimonio familiar lo heredaba el primogénito varón poco le quedaba a las hijas de la familia. Fue una época donde a las mujeres se les permitía tener sus propios libros, de hecho eran las únicas posesiones que tenían. Entonces fue cuando en el año 1432 una madre dejó en herencia a su hija sus libros y este hecho se convirtió en costumbre. Las hijas heredaban solamente los libros de sus madres, los Romances, nunca las Biblias y los Libros de Oraciones que perteneciendo al patrimonio familiar pasaban al heredero varón. Así se convirtió en tradición que las madres entregaran sus libros a sus hijas y éstas a las suyas. Una madre le decía a su hija: «heredaras mis libros» y con éstas palabras le traspasaba a escondidas toda la libertad que encerraban sus páginas.»

Muchos pintores tuvieron y han tenido el hondo deseo de plasmar en una imagen el placer, el sosiego y la belleza que se desprende cuando se observa a alguien leyendo, comprendieron, que si la persona era una mujer abrigaba en su cuerpo una especie de magia y poder infinitos pues traspasaba un límite establecido y se comprometía con ella misma y con la historia, dando un paso adelante cada vez que entre sus manos sostenía un libro y sus ojos discurrían con agilidad por las líneas compuestas de palabras. Cagnaccio di San Pietro, Edward Hopper, Ramón Casas, Rembrandt, Vilhelm Hammershoi, François Boucher, Johannes Vermeer y un largo etcétera retrataron y siguen retratando a hermanas, amantes, hijas, amigas, conocidas, anónimas desconocidas en esa actitud. Stefan Bollmann ha recogido muchos de estos cuadros en este excelente libro con un título a la vez que elocuente provocativo: LAS MUJERES, QUE LEEN, SON PELIGROSAS. Un libro que es toda una delicia para todos los sentidos.

Cuando las palabras son el nexo de unión de las imágenes es un verdadero sacrificio resistir la tentación de no tener como en los cuadros este libro entre las manos.

Abrir LAS MUJERES, QUE LEEN, SON PELIGROSAS, sentarse, tumbarse, recostarse con él y en él y contemplarlo es un placer inagotable donde se recorre la historia de la mujer lectora a través de los pintores y les prometo que después de cerrarlo querrán de nuevo abrirlo y si usted es mujer y lectora, será una privilegiada pues estará formando parte de la misma reunión. ¿Quién puede privarse de ciertos placeres cuando se tienen tan cerca, al alcance de la mano?

Texto: © MARIA AIXA SANZ

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