14 julio 2007

El secreto de Christine

Leyendo El secreto de Christine (Editorial Alfaguara) uno no puede evitar imaginar la película que tiene esta historia, casi construida como un guión cinematográfico. La descripción de la escena es tan minuciosa que nos mantiene permanentemente inmersos en la acción rodeados de cientos de detalles que muchos escritores ni soñarían con poder ofrecer al lector. Y esto se debe, fundamentalmente, a dos razones: que la obra fue escrita originalmente como guión para una serie de televisión (que no llegó a realizarse) y, sobre todo, que su autor es uno de los mejores escritores actuales en lengua inglesa, el irlandés John Banville, medio escondido tras el seudónimo de Benjamin Black, que estrena para este libro.


Y está escondido a medias porque Banville nunca ha ocultado, ante la publicación de la novela, su verdadera identidad. Más bien necesitaba sacar a ese otro joven escritor que tiene dentro para escribir desde otro punto de vista, con otra temática, descubriendo lo que se siente al contar una historia en tercera persona, el ritmo de los diálogos, involucrar al lector en la trama, romper, en definitiva, con el elegante clasicismo de su “yo” Banville pero aprovechándose de todo su buen hacer.

La acción se desarrolla en Dublín durante los años cincuenta. Quirke, un médico forense con problemas con el alcohol a raíz de perder a su mujer, descubre cómo Malachy Griffin, reputado ginecólogo y casi un hermano para él, falsifica el informe de una tal Christine Falls, una de las recién llegadas al depósito de cadáveres. A partir de aquí, Quirke, sustituyendo al clásico papel del detective de otras novelas,  no parará hasta descubrir  la verdad sobre un formidable complot donde no falta de nada: complicadas relaciones familiares, identidades ocultas,  organizaciones clandestinas, tráfico de niños,  pactos entre poder e Iglesia, así como algún que otro asesinato.

Todos estos ingredientes, que podrían parecer los de tantos best sellers y tantos thrillers, se combinan por el contrario en esta magnífica novela negra cuya lectura engancha desde el primer momento. La descripción de los personajes es realmente brillante, así como la ambientación. Es particularmente llamativo el hecho de sentirse dentro de la escena controlando todos y cada uno de los ángulos, viendo y percibiendo lo que hay en cada rincón, oliendo al personaje, sabiendo lo que piensa. Todos esos gestos que hacemos, en los que, por instintivos, no reparamos,  nos son introducidos solapadamente por Banville,  inteligentemente dosificados, lo que confiere al relato una veracidad y una naturalidad arrebatadoras. Además, el autor aborda temas delicados y actuales, como los malos tratos o las organizaciones basadas en determinados tipos de fe, y lo hace sin recurrir jamás a lo fácil, sino con absoluta delicadeza y exquisito gusto.

Su impecable y elegante lenguaje (estupenda traducción de Miguel Martínez-Lage), su trama sin fisuras, su ritmo y su desarrollo expositivo donde todo cuadra y queda en su sitio, hacen de El secreto de Christine obra de lectura obligada no sólo para los amantes del género negro, sino para todo el que disfrute con un buen libro.

John Banville (Benjamin Black) nació en Wexford, Irlanda, en 1945. Ha trabajado como editor del The Irish Times y es colaborador habitual del The New York Review  of Books. Con El libro de las pruebas (1989) fue finalista del Premio Booker. Es autor también de Ghosts (1993), Athena (1995), El intocable (1997), Eclipse (2000), Imposturas (2002), Prague Pictures: Portrait of a City (2003) y El Mar, novela con la que ganó el Premio Booker en su edición de 2005 y el Irish Book Awards a la mejor novela del año.

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