26 agosto 2007

Arnold Schönberg

El libro que ha elaborado Jordi Pons (Tarragona, 1960) para la Editorial Acantilado constituye todo un cuaderno de bitácora de una generación de músicos e intelectuales cuya influencia sobre el mundo de la creación musical y del arte en general ha llegado hasta nuestros días. No en vano el autor es profesor del Conservatorio Superior de Música del Liceo de Barcelona y el germen de este libro, su tesis doctoral sobre el pensamiento del compositor vienés Arnold Schönberg (1874-1951). Por sus páginas desfilan los pensamientos de Ludwig Wittgenstein, Karl Kraus, Adolf Loos, Otto Weininger y Vasili Kandinsky.

El viaje que propone lleva al lector a través del progreso hacia un lenguaje musical sin restricciones; una ruta que conducirá, inevitablemente, a la superación de la idea de que la música debe “expresar” inequívocamente algo. Con Schönberg y los músicos de la llamada Segunda Escuela de Viena, Alban Berg y Anton Webern, se iniciará una renovación del lenguaje de la música. Su intención radicaba en la convicción de que la música tenía significado per se, donde el qué y el cómo son indisolubles y no pueden identificarse.

Tras Wagner, la música se halló en un callejón sin salida ante el agotamiento de la forma, como consecuencia de sus hallazgos armónicos. “Dejó una obra demasiado perfecta —diría Schönberg— como para que alguien, después de él, pudiera añadirle algo”. Esta necesidad de ir más allá también la experimentó el compositor Gustav Mahler, al que Schönberg y los suyos decidieron nombrar su inspirador principal. El propio Webern, como glosa de la obra de Mahler, diría que, en su tarea como músico, “hay que hacer ver abismos bajo los lugares comunes”.

El secreto de esta nueva música estará en esa superación de todo lo anterior, formalmente agotado. Una emancipación que el autor glosa de esta manera: “Así, la crisis que supone la saturación cromática de la armonía tonal, ‘punto límite de este exceso de semejanza con el lenguaje hablado’ que presenta la música tras la experiencia wagneriana, ‘exige una reducción para hallar de nuevo la propia autenticidad significante’”.

El libro de Jordi Pons nos conduce, apoyado en numerosas citas y en una extensísima bibliografía, por los vericuetos que inspiran el pensamiento, podríamos decir, schonberguiano, y que se plasmaría en su famoso Tratado de armonía (1911). Serán las bases para una nueva forma de concebir la composición: la idea musical. Una idea cuya misión no será la representación de algo, sino que irá más allá de la forma; huirá de repeticiones y estructuras para concentrarse en la idea. Al fin y al cabo, como lo absoluto es irrepresentable, toda representación es, en sí misma, una limitación. Una conclusión que el Schönberg judío también encontrará en el libro del Éxodo: “No debes hacerte ninguna imagen/Pues una imagen restringe, /delimita, aprehende/lo que debe permanecer ilimitado e inimaginable” (Éxodo 20, 4-5). El objetivo será, como dirá Webern, “expresar algo, un pensamiento que no podría ser expresado de otro modo más que mediante sonidos”.

Texto: Felipe Santos, colaborador de Dosdoce y autor del blog Diplomacia Pública.

Leave a Reply