04 abril 2008

Un paseo accidentado

Hacía lo que se dice una buena tarde. El adelanto de la hora permitía que, antes de las ocho, el sol calentara la fachada del Teatro Real como suele hacerlo cuando el verano se aproxima. El clima también era propicio en el interior del recinto, donde se esperaba con expectación a la orquesta francesa Les Musiciens du Louvre, con su director Mark Minkowski al frente, y a la mezzo sueca Anne Sofie von Otter.
El itinerario que proponía el director francés hubo que modificarse un poco al principio, donde se nos anunció que nuestro paseo por las campiñas francesas de Auvernia se dejaba para el cierre de la primera parte y el comienzo de la segunda, y que los fragmentos orquestales de la Carmen de Bizet concluirían el concierto. La apertura, con la Sinfonía nº 2 de Saint-Saens, nos desvelaría las principales virtudes que aúna esta formación: un sonido nítido, carnoso y con cuerpo, procedente de instrumentos acordes con la época: flautas de madera, violines que habían recuperado la mentonera que aportara Spohr pero que mantenían sus cuerdas de tripa. La orquesta tocó con detalles de gran calidad en las dinámicas, como el diminuendo con que nos obsequió al cierre del segundo movimiento. La Odelette para flauta y orquesta es una obra menor que la anterior, que subraya el carácter grácil, sutil y a veces cartesiano del estilo de composición sinfónica del autor francés, donde hubo ocasión para el lucimiento de varios de los solistas de la orquesta.
Y en esto llegó uno de los momentos más esperados de la noche. Le tocaba el turno a las sugerentes Chants d’Auvergne, de Canteloube, interpretadas por la admirada Anne Sofie von Otter. Una verdadera excursión bucólica por los verdes prados y los horizontes montañosos de esta zona del Macizo Central francés, donde pastores y aldeanas entremezclan requiebros, divertimentos y nostalgias. Sin embargo, el paseo dejó de ser lo apacible que prometía. La voz de la mezzo sueca no tuvo una buena noche. Convaleciente, voz cansada o el efecto inexorable del paso del tiempo. Tan solo dejó asomar su clase deslumbrante en la deliciosa La delaïssádo (La abandonada), que devino en espejismo al irse apagando con cada canción. Ni el descanso sirvió para que los negros nubarrones que irrumpieron en nuestra partida de campo terminaran por desaparecer. “Ay! Souï delaissádo!/ Que n’aï pas vist lou mio galant;/ crésio que m’aïmábo,/ è ton l’aïme ieu! (¡Ay, me han abandonado!/ No veo a mi amor,/ !yo creí que me quería/ tanto como le quiero yo!)”.
Tras la fallida excursión, Minkowski se resolvió a arreglarlo con el Bizet que cerraba el concierto. Sonaron los primeros compases del Preludio de la ópera Carmen, y el sol volvió a brillar sobre los atriles de la orquesta francesa. El director abordó esa primera parte con un ímpetu que parecía en ocasiones algo descontrolado, como el pura sangre que inicia su primera carrera tras un largo periodo encerrado en el establo. La serenidad volvió con las siguientes partes que concluyeron con una coda final que nos devolvía a la diversión y mordiente mostradas al principio. Concluyó el concierto con dos bises, el adagietto y la farandole de L’Arlesienne, que resultaron a la postre dos joyitas que permitieron al público, que tosió con la intensidad acostumbrada, irse con un buen sabor de boca.

Les Musiciens du Louvre. Obras de Saint-Saëns, Canteloube y Bizet. Anne Sofie von Otter (mez.), Mark Minkowski (dir.). Teatro Real. 2.4.08.

Texto: Felipe Santos
Fotos: Muriel Vega y Mats Bäcker / DG

2 Responses

  1. Iñaki

    Estupendo texto, Felipe, enhorabuena. No pude asistir al concierto, pero el paseo que nos ofreces ha sido una fantástica «escucha» virtual.

  2. Un paseo accidentado

    Hacía lo que se dice una buena tarde. El adelanto de la hora permitía que, antes de las ocho, el sol calentara la fachada del Teatro Real como suele hacerlo cuando el verano se aproxima. El clima también era propicio en el interior del recinto, dond…