¿Humanos o algoritmos en las bibliotecas?
¿Algoritmos o bibliotecarios para recomendaciones de libros fiables? Una pregunta alguien se puede hacer a raíz de un artículo de Jessica Leber en Fastcoexist.com.
En este blog hemos dado cuenta de numerosas iniciativas digitales de recomendación de libros, con todo tipo de enfoques y desde diversos modelos (plataformas, bibliotecas, apps). Esto nunca ha querido decir que un algoritmo valga más que un bibliotecario que, sabiendo los gustos de los usuarios, supiera recomendarle sus siguientes lecturas.
Lo digital no se limita necesariamente a lo automatizado; abarca un aspecto muy amplio que va desde la web hasta las más ultimísimas tecnologías. Pudiendo ser todo perfectamente compatible, así como lo es el espacio físico con su representación más virtual, funcionalmente –y en relación a los servicios posibles – hablando.
En el mencionado artículo se dan a conocer dos interesantes, útiles y sencillas iniciativas web para que sea la propia biblioteca la que recomiende libros a sus usuarios. La Biblioteca Pública de Brooklyn, con «BookMatch«, y la Biblioteca Pública de Seattle con el programa “Your Next Five” recomiendan libros a sus usuarios a través de la web.
Para ello, no tienen más que registrarse y rellenar un cuestionario. Un bibliotecario le contestará con sus recomendaciones, en ocasiones con amables explicaciones de por qué los títulos elegidos son esos y las razones. Sin duda, un servicio inteligente y personalizado.
Frente a ello, los algoritmos tipo Nextfix o los de Amazon frente u otros mixtos, como los de comunidades de lectores de Goodreads. Algoritmos en relación a hábitos, compras similares o comentarios de naturaleza más subjetiva como la de Goodreads.
Pero lo cierto –y aquí está el centro de la cuestión- es que los bibliotecarios del programa BookMatch también están utilizando herramientas de análisis y recomendación de software basado en algoritmos para acertar mejor en sus recomendaciones. Es decir, que sería el uso de la tecnología a través de un programa y manejado por una persona, y no sencillamente automatizado, aunque el algoritmo está ahí, al servicio del bibliotecario, y del usuario.
Es decir, que no hay incompatibilidad sino un uso funcional e inteligente de la tecnología que hace posible que las bibliotecas sigan dando cada vez más y mejores servicios.
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