Leer o escuchar, ni mejor ni peor
El auge de los audiolibros ha generado, como no podía ser de otra manera, todo tipo de debates en las redes sociales sobre si es mejor leer en papel que escuchar un audiolibro, que si la comprensión lectora es más alta si usamos los ojos en vez de los oídos, que si escuchar un texto mientras haces otras cosas te distrae dado que no estás concentrado en la lectura…
Antes de nada, los profesionales del mundo del libro (autores, editores, agentes, libreros, bibliotecarios, etc.) cometerían un grave error posicionándose en favor de un formato (papel) frente su homólogo digital. Desde un punto de vista académico, todos sabemos que leer un libro en papel no es lo mismo que escuchar un audiolibro, pero los profesionales del mundo del libro no debemos olvidar que cada uno de estos formatos aportan diferentes caminos que nos llevan a un mismo destino: el gusto por la lectura.
Cada formato (papel, ebook, audiolibro) genera experiencias diferentes que activan, según los expertos, partes del cerebro diferentes y que hacen que en cada caso, la historia narrada se visualice, se entienda, se perfile e incluso se recuerde de una manera distinta, ni mejor ni peor. En este contexto, denigrar la lectura en pantallas o la escucha de audiolibros es contraproducente para el mundo del libro dado que estos formatos pueden ayudar al sector a recuperar lectores o hasta crear nuevas audiencias. Lo importante es leer, independientemente del formato (libro en papel, ebooks o audiolibros).
El último Barómetro de Hábitos de Lectura y compra de libros de 2018, realizado por la Federación de Gremios de editores de España (FGEE) y el Ministerio de Cultura y Deporte, indica que los adolescentes han dejado de leer una hora a la semana el último año. A partir de los 15 años, la situación se grava dado que las estadísticas señalan una ruptura drástica con la lectura: los lectores pasan de representar al 70,4 % de los jóvenes a quedarse en el 44,7 %. Este mismo informe indica un notable ascenso de lectura en móviles: en 2012 era solo el 1,1% y ahora llegamos al 6,7%. Si el móvil se ha convertido en una de las claves del nuevo consumo de contenidos culturales (películas, series, música, etc.), ¿cómo puede los nuevos formatos (ebooks, apps y audiolibros) ayudar al sector editorial a recuperar los lectores que estamos perdiendo?
Leer y escuchar audiolibros, aun siendo distintos, no son ninguno mejor o peor que el otro
Según los doctores Art Markman y Bob Duke, de la Universidad de Texas, los resultados de leer y oír, aun siendo distintos, no son ninguno mejor o peor que el otro. Lo único es que cerebro procesa la información de forma diferente. Por ejemplo, la lectura en papel o pantallas permite la relectura inmediata, supone la decodificación, la relación de palabras y símbolos con aquello que no queda dicho, esos espacios en blanco que el cerebro, a la manera de una voz interior, se encarga de aportar. Cuando leemos libros en papel o ebook, la mente llena, por así decir, los sonidos de las voces, la escena, la inflexión, el significado más profundo, la trama, etc. Con los audiolibros, muchos de esos espacios están dados, si bien permite prestar atención a otros detalles.
En el caso de la ficción sonora, al no poder ‘releer’, el cerebro trabaja más para extraer y comprender lo que se está oyendo. Cuando alguien oye audiolibros, como no puede volver atrás y hacer un acto inmediato parecido a la relectura, es mucho más probable que haga un mejor esfuerzo al tratar de extraer la esencia de lo que la voz quiso decir en la locución, más que cuando uno lee, que sí puede retomar la lectura cuando se quiera (ponen el ejemplo de la lectura de Shakespeare, cuya obra, aseguran, es más fácil de comprender oída que leída).
En cada caso los recuerdos del texto son diferentes según el formato en que se ‘consumen’. En un experimento que el Dr. Markman llevó a cabo en su laboratorio, vio que cuando escuchamos locuciones como por ejemplo unos proverbios, es más probable al oírlos se conecten con otros proverbios que tienen un mismo significado similar más profundo. Esto también tiene relación con la posibilidad o no de volver a atrás en un texto. Por el contrario, cuando se lee ese mismo proverbio, es más probable que se recuerden otros proverbios que usan palabras o sustantivos similares o iguales. Es decir, leyendo el escoge los elementos de manera más literal.
También señalan los mencionados doctores que una diferencia esencial entre los audiolibros y le lectura es que los primeros pueden provocar una respuesta más emocional frente al contenido, sobre todo porque se asemeja a una experiencia social, donde poder oír diferentes matices vocales que señalan sarcasmo, ironía, etc., como los que se pueden escuchar en una conversación entre personas. De hecho, la lectura es un acto solitario, y un audiolibro se puede oír de forma compartida con otras personas, lo que permite ver diferentes tipos de reacciones, tiene un componente social que puede hacer de la experiencia algo más interactiva. Por tanto, son maneras diferentes de disfrutar de las obras escritas y cada una puede ser complemento de la otra.
En esta misma línea, el psicólogo de la Universidad de Virginia Daniel Willingham, que ha escrito libros sobre cómo inculcar en los niños el gusto por la lectura, señala claramente que la diferencia entre la lectura de libros en papel y audiolibros en que la experiencia es diferente, no mejor o peor, y cómo cada persona puede elegir cuándo está disfrutando más de una historia. Según lo que ha encontrado Willingham en diversos estudios lo concerniente a la comprensión es que existen muchas correlaciones entre la comprensión lectora y comprensión auditiva. Es decir, que “aquellos que leen libros bien los escucharán bien”, y viceversa, se supone.
En un estudio llevado a cabo en 1977, los estudiantes universitarios que escucharon un relato breve pudieron resumirlo con la misma precisión que los que lo leyeron (aquí es importante de nuevo el nivel de atención, donde se entiende, además, que escuchar un libro es necesariamente más fácil que leerlo). Lo que también sugiere que los oyentes y los lectores mantienen la misma comprensión de los pasajes que han oído o leído.
Las regresiones oculares (o el hecho de volver releer involuntariamente una palabra o frase durante la lectura, que son del 10 al 20% de las veces) tienen su equivalente auditivo en la llamada ‘memoria ecoica’, que supone no haber escuchando bien algo con atención pero, por la entonación de la frase siguiente o una pregunta, saber de qué estaba hablando el interlocutor.
Por tanto, según Willingham, se puede afirma que realmente no hay mucha diferencia entre leer y escuchar un libro. La comprensión lectora mejora cuanto más lees, al igual que el hábito de escucha. En una entrevista más reciente, afirma del mismo modo que, no siempre es cierto que la comprensión es más fácil cuando se escucha que cuando se lee. Los niveles de lectura, la velocidad de lectura o de narración, así como la capacidad de atención, son parámetros necesarios para poder comparar ambos formatos en cuanto a la comprensión lectora, sobre todo si se compara la lectura o escucha como placer o como aprendizaje, como sucede entre la lectura en papel y en formato digital.
Otro artículo también reciente del New York Times apunta en la misma dirección: los adultos obtienen puntuaciones casi idénticas en una prueba de lectura si escuchan algunos pasajes en lugar de leerlos. Como también señala Willingham, la prosodia es fundamental en el caso de los audiolibros. Una locución más o menos rápida, puede influenciar la comprensión, por no hablar de la claridad de la misma.
La comparativa se hace tanto más difícil si se hace entre géneros. Lo es lo mismo leer o escuchar un ensayo filosófico que una novela liviana. En este caso, los experimentos muestran que los lectores tardan más en leer la primera oración de un párrafo porque saben que probablemente contiene la idea fundamental que se va a desarrollar en los siguientes párrafos.
Por tanto, como apunta el artículo, los textos difíciles exigen estrategias mentales adicionales y, quizá en este caso, el formato impreso hace que esas estrategias sean más fáciles de usar. Pero, como se sugería más arriba, es cuestión de hábitos, y es probable que una persona acostumbrada ya a los audiolibros sea igual de capaz de comprenden un texto complejo, y con la misma rapidez. No obstante, en cuanto a la narrativa, los experimentos muestran que las diferencias apenas existen en cuanto a formatos.
Por tanto, podemos resumir que, al igual que el debate sobre la compresión lectora de libros en papel frente a los digitales, estos estudios indican que que existe un mayor índice de compresión lectora en libros en papel si los textos leídos son de carácter informativo o educativo, pero que no existen diferencias de comprensión lectora si escuchas un audiolibro si los textos son narrativos. En otras palabras, nada parece señalar que la escucha de audiolibros de novelas, biografías, historia o literatura no sea igual de profunda que la lectura de esta obra en formato papel, un argumento muy habitual.
El 50% de los usuarios de audiolibros no había leído ni un solo libro en el último año
En la era de la sobreabundancia de entretenimiento y ocio en la que vivimos, junto a la acelerada vida moderna y la demanda por la conexión permanente –tanto laboral como social, está generando una transformación del consumo de contenidos culturales. Ya no necesitamos estar tumbados en el sofá de casa para ver una película, escuchar música o leer un libro. El 60% de los contenidos de la plataforma Netflix se consumen en el móvil, al igual que el 7% de la población española lee en su móvil sin problema alguno, según el último Barómetro de Hábitos de Lectura de la FGEE. Si el móvil es una de las claves del nuevo consumo de contenidos culturales, ¿cómo puede los nuevos formatos (ebooks y audiolibros) ayudar al sector editorial a recuperar los lectores que estamos perdiendo?
Si queremos frenar la pérdida de lectores hacia otras formas de entretenimiento digital, el mundo del libro debería empezar a promover activamente la lectura a través de los ebooks y los audiolibros dado que son los formatos idóneos para dar una respuesta al cambio de consumo de contenidos culturales. En la pasada edición de la Feria del Libro de Frankfurt se desveló que el 50% de los usuarios de audiolibros no había leído ni un solo libro en papel en el último año. Sin lugar a dudas, estos formatos nos pueden ayudar a recuperar lectores dado que aplican en sus modelos de compra y consumo las cuatro claves de éxito anteriormente mencionadas.
Fomentar la lectura digital es fomentar igualmente la lectura, aunque sea en pantallas, y es a la vez ayudarse a sí mismos a crecer en un contexto donde la competencia por el tiempo de ocio es cada vez mayor. Tal y como se analizó en el sexta edición del Congreso del Libro Electrónico, los lectores digitales son muy buenos lectores, con una media de veinte lecturas al año, casi del doble que en papel (donde la media se sitúa en 11,6, según el último Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros). El sector editorial debería fomentar más la lectura en pantallas dado que los datos indican que son buenos lectores.
Abanderar exclusivamente los libros en papel como un formato refugio ante la avalancha de contenidos digitales es no entender la era digital que nos ha tocado vivir. Debemos dar respuesta con formatos (ebooks, audiolibros, apps, etc.) y modelos de consumo (subscripción y precios competitivos) para ser relevantes en el proceso de decisión de los potenciales lectores.