26 julio 2006

El miedo es el mensaje. Riesgo, incertidumbre y medios de comunicación

Si quieres entender el papel que jugaron los medios de comunicación durante esos cuatro días que cambiaron España, te recomendamos leer este libro.

Enrique Gil Calvo divide este interesante libro en seis capítulos, que analizan diversos factores de riesgo (reales y percibidos), los diferentes niveles de incertidumbre que se generan en la sociedad y, lo más interesante de este libro, el papel que juegan los medios en el proceso de creación de climas de opinión. Exceptuando el primer capítulo, que actúa como introducción, y que es algo más técnico/académico, el resto de los capítulos son muy didácticos, aportan muchas claves para entender el papel de los medios de comunicación y se leen de un tirón.

Desde comienzos del nuevo siglo XXI estamos asistiendo a un sensible incremento de la alarma social, que parece superar en todo Occidente los niveles hasta ahora habituales. A la inseguridad económica, la propagación de virus como el SARS o las vacas locas o el incremento de delincuencia callejera en nuestras principales ciudades, se viene a añadir ahora el terrorismo islámico. Pero ¿se está incrementando el nivel objetivo de riesgos reales? ¿O lo único que aumenta es el grado subjetivo del alarmismo percibido, dada la inflación mediática?

El segundo capítulo (El miedo es el mensaje: climas de opinión) lleva a cabo un minucioso análisis sobre los procesos de creación de los climas de opinión a través de los medios de comunicación, y su repercusión en la intención de voto de los electores. Así como muchas veces tomamos decisiones o silenciamos nuestra opinión, por temor al "qué dirán de nosotros si saben que pensamos así…", mucha gente no dice abiertamente qué vota o por qué va a votar diferente en alguna ocasión. Gil Calvo analiza varias teorías sobre esta "espiral del silencio" y su repercusión en sondeos electorales que tantas sorpresas nos dan. ¿De dónde obtienen los electores la información que les permite estimar el cálculo de las preferencias ajenas, cálculo que es la base sobre la que construyen su expectativa de cuál será el resultado final de las elecciones? Ante todo, de su entorno interactivo más inmediato, pues es hablando y discutiendo con iguales y con otros interlocutores de diferente rango – superiores o subordinados – como las personas se hacen una idea del modo en que se manifiestan los demás.

¿Imponen los medios su principio de qué es realidad? "Piensa mal y acertarás" , reza un refrán español que parece representativo, no sé si del género humano pero sí de muchos géneros mediáticos, como la novela policíaca, el cine de suspense y el periodismo actual. El capítulo tercero aporta muchas claves para intentar entender cómo funcionan los medios de comunicación ante la realidad. Los medios de comunicación, predestinados por deformación profesional a ser los mensajeros del miedo, siempre están dispuestos a suspender su programación en cuanto se produce alguna emergencia/amenaza. El modo en que la prensa y los medios de masas imponen su principio de realidad, determinando qué es real y qué deja de serlo, es precisamente el de administrar la alarmante sucesión de emergentes revelaciones. Sólo es real lo que se descubre, lo que se revela: lo que se da a conocer rompiendo el velo del secreto que lo mantenía oculto.

El capítulo cuarto analiza el papel de la "sociedad invisible" como institución encargada de controlar y hacer transparentes los actos del poder. Si ésta descubre y revela al público las verdaderas intenciones de las autoridades, entonces la intervención estatal fracasará, pues sólo tendrá éxito si nadie la conoce antes de tiempo. Gil Calvo afirma que la vocación de los medios no es servir la voluntad oscurantista del poder – por ilustradas o benéficas que sean sus intenciones – sino, antes al contrario, adelantarse a las sorpresas que pueda dar éste, revelándolas antes de tiempo.

El capítulo quinto entra de lleno en el llamado efecto contagio informativo, que constituye la materia prima del llamado comportamiento colectivo, hoy ampliamente difundido por los medios de comunicación tanto masivos como clandestinos o minoritarios, pues también estos últimos resultan ahora capaces de afectar globalmente a millones de ciudadanos por todo el mundo, según demuestran ejemplos tan opuestos como las redes de pederastas o de militantes antiglobalización. ¿Quién provoca este efecto contagio? No sólo te influyen localmente tus más inmediatos interlocutores cara a cara – tus padres y tu pareja, así como tus colegas y rivales –, a quienes imitas y contagias en estrecha reciprocidad circular, sino que además te dejas influir – tanto a favor como en contra, y ya sea para bien como para mal–, por todos los plurales y contradictorios modelos mediáticos que circulan a tu alrededor en la esfera de la realidad virtual. En suma, el efecto contagio se multiplica geométricamente.

Gil Calvo también lleva a cabo en este capítulo un inquietante análisis sobre el terrorismo espectáculo que estamos sufriendo en los últimos años (ataque a las Torres Gemelas del 11- S, los atentados de Madrid del pasado 11-M, etc.). Gil Calvo deduce que los terroristas no tratan de dar una batalla militar, ni siquiera una batalla política, sino que ahora es una batalla de opinión, una batalla mediática que busca imponer por la fuerza un cierto clima de opinión. El objetivo de los terroristas es manipular la agenda pública de un Gobierno para establecerla desde fuera, llevando la iniciativa y condicionando la toma de decisiones. Mediante sus atentados, los terroristas manipulan y distorsionan la gestión de la visibilidad, imponiendo su propia iniciativa en el orden de prioridades a resolver o decidir por el poder. Lo que equivale a ejercer el poder a distancia, sin ocuparlo ni formar parte de él. Y eso sólo se puede lograr mediante el control mediático de la opinión pública. Para recuperar el honor del poder, hace falta reenmarcar la realidad social, creando un nuevo clima de opinión ya no derrotista o desmoralizado.

Al final de este capítulo, Gil Calvo analiza el papel de los escándalos mediáticos y su influencia en el poder. Nos señala que de no ser por el temor al escándalo público, los gobernantes abusarían mucho más de su desmedido poder. Por eso el escándalo constituye un modo informal de ejercer la accountability horizontal, entendiendo por ello el proceso de exigencia de responsabilidades a los gobernantes, que han de rendir cuentas ante el público tanto por sus visibles actos de poder como por sus invisibles omisiones.

La lucha política se ha convertido en una batalla por la reputación, que sólo se puede adquirir superando con éxito las cruciales pruebas de confianza a las que deben someterse los políticos ante los medios de comunicación. Y entre tales pruebas destacan, por supuesto, los escándalos públicos, que los políticos deben superar para demostrar que son dignos de confianza por su probada integridad moral.

Para los expertos en comunicación, Gil Calvo les augura mucho trabajo, dado que concluye que la lucha por el poder ya no se decide en la arena política ni en sede parlamentaria, sino que ahora se ventila en las primeras planas de los periódicos y ante las televisiones, que escrutan cada gesto, cada frase y cada lapsus del personaje en cuestión.

En el capítulo de conclusiones, es muy interesante la comparación que establece entre las técnicas de los medios de comunicación y el cine. Tras leer estas páginas se pueden entender mejor las diversas opiniones sobre si los medios manipulan o no a la sociedad, si favorecen una causa o un partido político o una ideología determinada. Gil Calvo señala que los medios están necesitados de identificar a los buenos de la película con su propia audiencia mediática, a la que representan y de la que se benefician. Y es aquí, en la paranoica invención de unos amenazantes villanos de la película y no en su presumible alarmismo, donde los medios de comunicación incurren en su mayor riesgo de peligrosidad social.

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