26 julio 2006

Parece mentira

Parece mentira todo lo que puede pasar en ocho años. Parece mentira cómo cambian las cosas y la cantidad de historias que configuran la realidad cotidiana de un país. Esto es lo que nos viene a decir Fernando Delgado en esta crónica de los últimos ocho años de España. Parece mentira es una libro difícil de calificar. Podría definirse como una reflexión irónica sobre la vida política, social y cotidiana, una reflexión que oscila como un meandro sinuoso de uno a otro tema, de un personaje a otro, de un hecho divertido a otro escalofriante.

Todo tiene cabida en este entretenidísimo libro que repasa el día a día de nuestro país en los últimos ocho años, unos años difíciles, extraños a veces, sorprendentes otras. Desde los santos invocados por Almodóvar en la entrega de los Oscar, al fundamentalismo de Jordi Pujol. De la fascinación por la liturgia católica al intento de canonización de la Constitución española. De la patria y la bandera y sus disputas eternas.

Es la historia a vuela pluma de estos años y de sus protagonistas más destacados. No pretende ser una crónica pormenorizada de los acontecimientos, ni un ensayo sociológico, ni un análisis político. Es, simplemente, una visión caleidoscópica de la vida, observaciones sobre lo que nos ha hecho sufrir, lo que nos ha escandalizado, lo que nos ha divertido, lo que querríamos borrar de nuestro recuerdo o lo que nos gustaría recordar para siempre.

Si hay un protagonista en este libro éste es, sin duda, José María Aznar. Fernando Delgado no oculta su opinión sobre el personaje ni sobre su política y lo deja muy claro en las páginas de esta crónica. Desde su actitud personal y vital hasta sus decisiones políticas. Desde su toma de posesión, hasta su sempiterna despedida, cuando nunca parecía llegar a irse del todo. De sus actitudes a sus controvertidas decisiones que desembocaron en la participación en una guerra que nadie quería y a sufrir el mayor atentado de la historia.

Nos habla también Fernando Delgado de las políticas del PP, como en el caso del Plan Hidrológico, un plan que saldría "por huevos". Y, a raíz de ello, de la filosofía del insulto, del taco y la bronca constante que se instauró en la vida política y social española. Y las relaciones de Aznar con Bush y también de la política americana.

"No había más que oír en la radio a aquellas enloquecidas de Dios y de la patria, defendiéndose de la inmoralidad con el nombre de Bush en los labios, y añadiendo a continuación el insulto al candidato demócrata, para temer que el mundo quedara en las manos de gente tan ordinaria como simplona, como quedó al fin. (…) La pura ordinariez abunda. Y acaso el exceso testicular determinó no sólo un período de la historia de España, sino el propio destino del valiente Aznar López."

Pero Fernando Delgado habla de mucho más que de política. Entre otras cosas, de los españoles y sus pecados. Como homenaje a aquel famoso libro de Díaz Plaja, El español y los siete pecados capitales, el autor repasa los pecados más frecuentes de finales de siglo. Unos pecados que, al parecer, no son muy distintos de aquellos otros.

Nos habla de sexo y lo hace desde las múltiples y en muchos casos absurdas estadísticas con las que nos bombardean un día sí y otro también y las muy variadas iniciativas políticas de los también muy variados políticos de la geografía española.

Y del peor de los pecados, la crueldad, cuyos vestigios aún perduran en múltiples demostraciones. Como los cazadores que ahorcan a sus galgos cuando ya no les son útiles, o los skin que apalean a un vagabundo por el simple placer de torturar. Estos seres, a quien Fernando Delgado denomina excrecencias humanas, forman para nuestra desgracia, parte del paisaje de nuestro tiempo.

No se olvida el autor de hablar de las lacras sociales que aún se ciernen sobre la vida española: la violencia de género o la lentitud insoportable de la justicia. Y de las instituciones más ancestrales: la Iglesia y el ejército y la evolución que han experimentado en estos últimos tiempos. Evolución que, en ciertos casos, más se parece a una involución.

También hay lugar en estas reflexiones, cómo no, para la boda del siglo. Los amores de Felipe de Borbón durante estos últimos años quitaron el sueño a mucho "monárquico de toda la vida", dejaron correr ríos de tinta y permitieron opinar a todo bicho viviente sobre con quién debería casarse nuestro príncipe. Un hecho así no puede quedar fuera de la divertida mirada del periodista.

"Como Madrid ha sido refugio de dictadores jubilados y escapados de la justicia, a poco que te dieras un paseo por La Moraleja, te salía una nieta guapa de un sátrapa y encandilaba a un príncipe encantado que pasaba por allí, entre otras cosas porque los príncipes no frecuentaban precisamente casas del pueblo, y las obreras, eso creía yo, no corrían riesgo de que las sometieran a pruebas de idoneidad para reinas."

No faltan, por desgracia, hechos luctuosos en esta crónica. Como el desastre del Prestige y la actitud de avestruz del gobierno tanto nacional como autonómico. O el accidente del Yak 46, con Trillo como protagonista de un mar de despropósitos y mentiras.

Hechos que forman parte del apartado al que Fernando Delgado presta mayor atención: las actuaciones, en ocasiones bufonadas, de nuestros representantes políticos. Como, por ejemplo, la patriótica toma de Perejil, hecho heroico que el autor achaca a los sueños guerreros del niño Trillo-Figueroa y también al intento de conseguir despertar de una vez en los jóvenes el deseo de formar parte de las Fuerzas Armadas.

Y de la isla de Perejil al fenómeno de las pateras y de éste a los acuerdos del Fondo Monetario Internacional con la ONU y la OCDE para erradicar la pobreza y de ahí a la cerril actitud ante la inmigración, mantenida tanto por políticos como por gente de a pie que ve peligrar su bienestar conseguido, en muchos casos, gracias a una emigración previa.

Un acontecimiento al que Fernando Delgado decida especial atención es, por supuesto, el atentado del 11 de marzo. Parece que ya está todo hablado sobre este terrible hecho, pero el autor no pretende ofrecer datos nuevos o teorías definitivas, sino una visión personal como ciudadano testigo de unos hechos insólitos, de unas actuaciones incomprensibles y un desenlace inesperado.

"Algunos dirían que nos habíamos salvado de pura chiripa, pero yo sostenía que nos había salvado la Divina Providencia. Y ahí era donde Acebes había actuado, en su condición de Legionario de Cristo, como nuestro verdadero ángel de la guarda. Coordinar no parece que hubiera coordinado nada, es más, ni siquiera se había enterado de que fuera necesaria la coordinación, pero estoy seguro de que había rezado mucho."

Mosaico divertido y esclarecedor de una España convulsa, de unos tiempos crispados y de unos personajes que para bien o para mal forman ya parte de nuestra historia. Una visión inteligente e irónica de una realidad con toques surrealistas que Fernando Delgado ha sabido plasmar en estas páginas, que sin duda serán referente de la España de fin de siglo y de sus protagonistas.

Fernando Delgado, (Tenerife, 1947), estudió Filosofía y Letras y Ciencias de la Información. En Santa Cruz de Tenerife escribió en los periódicos desde los catorce años, pero fue la radio el trabajo del que vivió desde muy joven. En 1971 se fue a Madrid, donde ha desarrollado casi toda su carrera periodística y literaria.

En la actualidad dirige el programa de la cadena SER "A vivir que son dos días", que se emite todos los sábados y domingos en horario de mañana. También colabora habitualmente en varios diarios como El País. En 1995 recibió el Premio Ondas por su tarea de difusión cultural en los telediarios del fin de semana.

Publicó su primera novela en 1973, titulada Tachero. En 1980 apareció Exterminio en Lastenia, seguida de Ciertas personas en 1989 y Háblame de ti en 1993. En 1995 ganó el Premio Planeta con la novela La mirada del otro y al año siguiente publicó No estabas en el cielo, la primera de una trilogía familiar. También en Planeta ha publicado Isla sin mar. Su poesía se contiene en dos libros: Proceso de adivinaciones y Autobiografía de un hijo.

 

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