27 julio 2006

El viento ligero en Parma

Con un ingenio afilado como una cuchilla de afeitar, este libro desmenuza una asombrosa variedad de temas que ayudará al lector a recorrer el universo de Vila-Matas: sus escritores y lugares favoritos, sus manías y sus obsesiones, sus miedos y sus adicciones. Este conjunto de ensayos, relatos y reflexiones sobre escritores, libros, películas, anécdotas y lugares, es un recorrido circular por el filo de la frontera que separa la ficción de la realidad, donde la ficción y la realidad se confunden, donde la ficción y la realidad son la vida misma. 

Para quienes se acerquen por primera vez a este excelente escritor,  les resultará muy interesante encontrarse con las constantes del autor: la solidez estilística, su peculiarísmo universo y, por encima de todo, su inconfundible, sentido del humor, ácido y melancólico y siempre amenísimo.  Este libro nos brinda reflexiones que parecen hechas en voz alta, como dichas entre amigos. Son escritos que  muestran el fruto de un sedimentado proceso de pensamiento,  que dicen tanto de la vida de este autor como de sus  libros.

Vila-Matas nos va narrando con una prosa suave y desenfadada sus impresiones sobre escritores como Bolaño, Gombrowicz, Beckett, Pitol, Pessoa, el pintor Vicente Rojo, etcétera. Estos 31 relatos y ensayos extraordinarios, nos desvelan un buen número de dimensiones de la experiencia humana, que nos divierten, nos arrastran y nos abren un claro de cielo por el que entrevemos, más allá de la ironía, las frustraciones de los creadores.

Enrique Vila-Matas nació en Barcelona en 1948. En el 68 se fue a vivir a París, autoexiliado del gobierno de Franco y buscando mayor libertad creativa. Estos datos referenciales vuelven a ser el eje de su última novela Paris no se acaba nunca (Editorial Anagrama), que también os recomendamos leer. Esta novela/ensayo es una revisión irónica de los días de aprendizaje literario del narrador en el París de los años setenta. Fundiendo magistralmente autobiografía, ficción y ensayo, nos va contando la aventura en la que se adentró cuando redactó su primer libro en una buhardilla de París cuya atípica casera era nada menos que Marguerite Duras. Y también se nos cuenta cómo el narrador quiso imitar literalmente la vida del joven Hemingway tal como éste relata en su libro París era una fiesta.

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