11 octubre 2018

El libro impreso ante el inexorable avance del mundo digital

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Diverse business team managers with gadgets over blurred cityscape. Graphs and immersive interface foreground. Hi tech and fintech concept. Toned image double exposure mock up, Por ImageFlow/Shutterstock

El escritor y periodista británico Will Self ha escrito un largo artículo, cerca del ensayo, en Harpers a propósito de la transformación que está suponiendo la lectura en pantallas, también la escritura, y este nuevo mundo multimedia y en parte ya virtual, en general, en el que estamos inmersos.

Se esté o no de acuerdo con todo o parte de lo que apunta –invitamos a nuestros lectores a leer detenidamente, nunca mejor dicho siguiendo el tema tratado, el artículo completo-, es muy pertinente en cuanto que, como autor, trata y defiende asuntos que parecen tabú en algunos foros.

Bajo el título de la “La palabra impresa en peligro” repasa algunas de las opiniones que otros autores (por ejemplo Nicholas Carr y su famoso y pesimista libro The Shallows, aquí titulado Superficiales)  han hecho sobre el presunto daño que está haciendo la lectura digital o en pantallas, junto a todo lo que esto ahora le rodea: los aparatos, las redes sociales, la hiperconectividad, las distracciones digitales, la superficialidad del conocimiento adquirido hoy en día por los medios también digitales (que él denomina “bidireccionales”, es decir, Internet y la World Wide Web), etc.

Justo ahora acaba de publicarse un libro que va en la línea del de Carr, Reader, Come Home, de la neurocientífica Maryanne Wolf y que Jeniffer Howard,  en su reseña para el Washington Post, señala acertadamente su juicio erróneo y que se suele dar en argumentos similares en defensa del papel como preservador de la lectura profunda, y es precisamente la idea de dar por hecho que todo lector en papel está capacitado para leer “profundamente” (citando a Howard, «la capacidad de leer bien nunca ha sido universal»).

Frente a estas opiniones en parte tremendistas del fin de la escritura y la lectura por la llegada de ‘lo digital’ a nuestras vidas, también de opiniones conservadoras y tradicionales sobre lo que define a ambas, Self apunta a una transformación necesaria, y sin retorno. Es decir, a que la escritura y la lectura sufren una transformación lógica, ni mejor ni peor que otras.

No está de acuerdo tampoco con la lectura sesgada de datos de venta que señalan una subida de libros de papel sobre los digitales, argumentando en parte estos datos que sólo los libros de papel permiten una lectura profunda. Si los libros que hacen aumentar las ventas en papel son libros para colorear, novela romántica, ilustrados, o infantiles, este argumento se ve notablemente debilitado.

Mientras, la novela tradicional impresa compite no con la digital, sino con videojuegos, redes sociales, ahora también Netflix y cualquier otro medio de entretenimiento. De modo que, aunque haya teorías que defiendan que incluso la capacidad de empatía con los personajes se pierde en la lectura digital, aún más se pierde enfrentando la lectura con la lectura, cuando la ‘competencia’ es otra.

Por eso, pretender que el fin de la narrativa se debe a lo digital es entender poco, señala, los nuevos modelos de producción, distribución y economía de escala que rigen nuestro mundo y que obligan a aceptar determinados cambios en todos los aspectos de la sociedad.

Self se dibuja como un escritor sin miedo a los cambios, un autor, de hecho, que escribe sus manuscritos a mano y al que a su vez leer en un iPad no le ha restado capacidad crítica. Los amantes del ‘esqueumorfismo’ siguen empeñados entender de un único modo la creación y la narración, sin querer entrar en valorar que la diferencia no les hace mejor ni peor, sino la calidad en cada caso, y dentro de sus particulares áreas.

El paso ya está dado, y aunque la lectura en papel nunca vaya a desaparecer, conviene empezar a aceptar nuevas formas de expresión.  Quizá debamos ser aún más prudentes frente a este nuevo mundo al que nos enfrentamos.

La Historia está llena rechazos y críticas audaces que el tiempo se ha encargado de corregir. Para aquellos a los que les gusten estas curiosidades puede ir a la web Pessimist o ver su Twitter para ver múltiples y divertidos ejemplos de que en muchas ocasiones el tiempo le sube los colores al catastrofismo.

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