25 junio 2019

La llegada inminente de las lecturas de verano

Se acercan las vacaciones de verano y ya se empiezan a ver las primeras listas y recomendaciones de libros para estas fechas, como también ocurre en Navidad.

La diferencia está en que en las fiestas navideñas, los libros recomendados, cuando no son sólo novedades de turno para regalar, se refieren a cuentos, historias familiares, para o con niños. Algo que invita al calor del hogar. Por el contrario, las lecturas de verano se refieren en muchas ocasiones a algo mucho más relajado, casi de poca densidad, para pasar el rato.

En un artículo de Katy Waldman para el New Yorker se hace un repaso a este concepto de ‘lectura de playa’, o de verano a propósito del ensayo Books for Idle Hours. Nineteenth-Century Publishing and the Rise of Summer Reading, de Donna Harrington-Lueker. Libros para horas de inactividad que comenzaron a surgir con el auge, claro, de la novela, en el siglo XIX.

En los tiempos de la industrialización y de las primeras escapadas estivales, propias aún de las clases ‘con posibles’, se empezaron a fomentar las primeras actividades propias para estas fechas: balnearios, baños de sol, cruceros, y con ellas llegaron las lecturas propias de esos meses en tiempo de esparcimiento.

Así, la industria editorial no tardo en  adaptarse a ese discurso, recuerda Waldman, y produjo novelas propias para leer en verano. Historias más livianas en muchos casos,  cada vez más dirigidas a la clase media emergente que también pedía, muy poco a poco, sus momentos de esparcimiento lejos de las ruidosas y ya contaminadas ciudades.

Estas series o colecciones veraniegas, relacionadas también con el formato de bolsillo, iban también en su mayor parte dirigidas a las jóvenes lectoras, “especialmente a las mujeres solteras”. El resultado es casi un género en sí mismo, concluye Harrington: la novela de verano estadounidense, de estructura seriada, de trama sencilla y fácil lectura.

Poco a poco si no el concepto sí la idea de lectura para el verano se ha ido extendiendo, pero posiblemente sin lograr desprenderse de ese halo de literatura facilona, no precisamente muy  trabajada. Quizá por ello todavía hay autores de nuestros días a los que no les gusta aparecer en este tipo de listas de recomendaciones veraniegas.

De momento seguro que los bookstagramers más activos ya están pensando en sus libros destinados este verano para compartir mientras están en la playa. Esperemos que además también los lean, y no se quede en todo en postureo.

Por cierto, ¿no os parece raro que hay tan pocas imágenes compartidas de gente leyendo en formato ebook, a pesar de que es el preferido para llevar a la playa? ¿Igual es que no son tan fotogénicos?

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