26 septiembre 2009

Mapa de los sonidos de Tokio

No te enfades
Por Beatriz Celaya
Fui a ver “Mapa de los sonidos de Tokio” de Isabel Coixet. Algunas de sus películas me han gustado mucho, así que, entre toda la cartelera, me empeñé en elegirla a ella. La película empieza bien, es muy impactante; Isabel hace que las expectativas crezcan y consigue que el camino que tienen que recorrer las palomitas hasta llegar a nuestras bocas se vuelva mecánico, imperceptible. Toda la atención en la pantalla. Pero luego, no sé en qué momento exacto, ocurre, te preguntas: ¿Pero qué me está contando? ¿Qué quiere hacerme sentir?
Es cierto que toda la cinta es muy sensorial, los personajes comen mucho durante la misma y practican sexo sin edulcorantes, y que la música, las imágenes de Tokio y muchas de las costumbres japonesas que se nos muestran nos sorprenden, como si estuviéramos ante un documental. Pero existe una enorme desconexión entre esas imágenes de la ciudad y los protagonistas, a los que se les ve torpes, no creíbles, intentando ser fríos y solitarios y resultando ser absurdos, sin transmitir ninguna emoción, sin química entre ellos (la voz de Sergi López doblada no ayuda nada). A todo esto hay que sumar la historia que nos cuentan, también absurda.
Luego está un personaje que se dedica a hacer comentarios en off y que bien pudiera no estar en la película, porque su presencia no aporta nada, y probablemente Isabel nos hubiera hecho un favor quitando de nuestra vista a ese ser insufrible que se pasa todo el tiempo escuchando una cinta grabada con el sonido de la protagonista sorbiendo sopa.
No sé. Isabel Coixet está enfadada por la crítica que se ha hecho de su película en España, y sobre nuestras cabezas planea la sombra de la duda de si será la envidia lo que nos mueve a criticarla. Contaba el otro día Andrés Neuman en el Babelia que en las reseñas suele predominar la exhibición cultural (sobre todo en Argentina); en Chile, por ejemplo, gusta más la agresión cascarrabias; y seguía diciendo que más o menos el resto de los críticos dejaba poco espacio para el entusiasmo o placer. Yo, al escribir esta reseña, hubiese querido colocarme en ese escaso espacio para el frenesí, más que nada por darle gustó a Andrés, pero me temo que no ha sido posible.

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