28 septiembre 2009

Claudio Magris: el rostro del tiempo

Lo escribió Joseph Roth en una de sus crónicas berlinesas: “Yo dibujo el rostro del tiempo”. Quizá no hay mejor forma de describir el trabajo del cronista, de ése que intenta encontrar, en los resquicios de las pequeñas historias acerca de lugares y gentes, las huellas de la humanidad. Ese camino lo encontramos en esa obra maestra que es El Danubio y en casi todos sus escritos.

En la charla que mantuvo con el escritor José Angel Rojo en el Hay Festival de Segovia nos desveló algunos de los secretos que le alumbraron aquella larga e intrincada senda. “El primer libro que leí fue El misterio de la selva negra, de Emilio Salgari. En realidad, no lo leí yo, que tenía cinco años, sino que lo hacía mi tía”. Así fue cómo aquella voz de mujer llegó a estar inseparablemente unida a las aventuras de aquellos personajes. En las páginas leídas, Claudio Magris tuvo el primer encuentro literario con un río: el Ganges. Tan acaudalado y lleno de misterio como lo está el Danubio. “Es curioso, pero hay que recordar que Salgari sólo viajo una vez en su vida. El resto de los viajes los hizo sobre un atlas, con los libros de su biblioteca”. Así es como escribió toda su saga de aventuras viajeras. Un mundo cercano que puso a un niño de cinco años en relación directa con el mundo. “La lectura me dio una sensación de hermandad”.
Luego vendría el acercamiento intelectual todo lo que leía. Magris recuerda la figura de uno de sus maestros, en Trieste, que le dio una de las lecciones más importantes de su vida. Era su profesor de alemán. Tenía catorce años y una vez debió preparar una clase que iba a versar sobre las relaciones entre Fausto y la Revolución Francesa. Cuando le tocó el turno, se levantó y dijo: “Yo pienso que…”. “Usted no puede pensar nada porque no sabe nada”, le interrumpió. El joven Claudio Magris debió mirar con amarga sorpresa a su maestro, que continuó definiendo cuál era el objeto de análisis. Fausto se escribe en estos años, trata de esto y su relación con la Revolución Francesa puede estar en lo siguiente. Y concluyó: “y sobre esta cuestión, el señor Magris piensa que…” y le dio la palabra. Aquello significaba pensar, recuerda el escritor: “tener la capacidad de acercarse al objeto de análisis”.
Así es cómo Claudio Magris se acerca a los grandes temas de su literatura. Uno de ellos es Europa y su evolución en los últimos años. “Yo soy moderadamente optimista. Europa es una necesidad y por eso las dificultades se terminarán superando”. Aunque los protagonistas de ese espacio europeo hayan cambiado tanto en las últimas décadas. “Hay que admitirlo. La sociedad ha cambiado: hay nuevas gentes con nuevas costumbres”. Quizá por ello hoy se habla tanto de valores, de recuperarlos, de instaurarlos de nuevo. “Se habla de ellos como si fueran una mercancía, un objeto que no es parte de nosotros”. Para Magris, éste es el primer error. Por ejemplo, las relaciones entre el Estado y el individuo. El primero debe estar al servicio del segundo, y no al revés. “Pero el individuo, a su vez, ha de pensar que el mundo no termina en la punta de sus dedos, sino que está implicado en el mundo que le rodea”.
Lamentablemente, se perdió un tiempo precioso durante la charla para proseguir por esta senda, pero parece que hoy en día es una obligación preguntarle a un italiano por Berlusconi. ¿De verdad merece la pena que se lo dediquemos? Por suerte, Magris conectó el tema con el camino del que veníamos. Que un país como Italia pueda elegir a alguien como Berlusconi corrobora que la escala de valores de la sociedad actual está trastocada. Refirió una conocida anécdota, que se encuentra en sus libros, sobre su padre, demócrata liberal, y una amiga de la familia, comunista. Gustaban de sentarse a una mesa a discutir e intentar convencerse. Pero cuando se hablaba del vecino que vivía encima, siempre se zanjaba la cuestión de la misma manera: «Ya se sabe a quién va a votar la de arriba». La renuncia a intentar convencer al semejante, rehusar la confrontación serena de ideas, nos lleva a una sociedad que políticamente está muerta. “Tampoco ayuda que, en el último gobierno Prodi, tres de sus ministros se manifestaran en la calle contra su propio gobierno”. Pero ya no hubo tiempo para más.
Texto: Felipe Santos
Foto: Hay Festival Blog

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