09 junio 2011

Fetichistas no sólo del papel

Si algo distingue a los defensores del papel como lo únicamente válido para la lectura es su amor por todo lo que les sugiere. Más allá de la importancia del contenido, se argumenta en su defensa motivos que van entre lo sensorial y lo fetichista. El olor del libro nuevo, de la tinta, el olor del libro viejo, las sorpresas y recuerdos que pueden esconder. El tacto de un buen papel (cuando no amarillea a los dos meses, se entiende), una bonita y cuidada cubierta, un lomo de cuero que identifica una excelsa edición, etc. En fin, un serie de razones, más o menos razonables, que identifican al libro sólo con el formato impreso y sus circunstancias.

Desde la llegada de los soportes de lectura digitales, marcas y presuntos inventores han tratado de crear todo tipo de gadgets o consumibles para que estos dispositivos se semejen lo más posible a libro de siempre. En algunos casos sólo por aparentar lo que no son o por estética clásica, en otros, para llevar al límite, pareciera, la paciencia de los adoradores del libro de papel.

Por ejemplo, son varios los “inventos” que van por el camino del olfato. Desde un espray que desprende olor a libro viejo a otro –como el del vídeo- que, similar al famoso pino ambientador para los coches (que ni huele a pino ni ambienta el coche de un fumador), desprende olor a libro, de papel, por supuesto.

Aparte de estas «ingeniosas» ocurrencias, y del tiempo libre del que parece que gozan muchos de estos inventores (o de lo que les gusta pinchar los viejos fetichistas), lo cierto es que el fetichismo es algo que surge en todas los ámbitos (el de la música, vinilo vs CD vs Mp3, no se queda corto).  Y si hay un tipo de fetichista destacado es el del apasionado por las tecnologías y los aparatitos, el geek a la última.

Para algunos lectores en pantallas también existen los argumentos estéticos y sensoriales: que si mi iPad 2 es más plano que tu iPad 1, que si la funda es más moderna que la del vecino, que si el teclado de mi Kindle es  mejor que el rollo táctil de tu SonyReader, que mi iPhone no pesa y tu edición en papel de Milenium no cabe ni en la maleta, que tu libro no tiene Wi-Fi y mi tableta me dice hasta lo que pasa en Andrómeda (vía aplicación Nasa), y así un largo etcétera que va mucho más allá de la simple y llana pasión por la lectura.

Vaya, que si hay algo que no cambia es el comportamiento humano, a pesar del cambio de hábitos.

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