27 julio 2006

Los cojos bailan solos

Resulta bastante inusual el hecho de que en una novela sobre un asesino en serie conozcamos al propio autor de las muertes desde el principio mismo, exactamente desde el primer párrafo de la obra, donde él mismo se presenta. Y más inusual, si cabe, que a pesar de esto, o precisamente por esto, nos mantenga enganchados de principio a fin.

La primera novela del portugués José Prata nos presenta a un personaje protagonista, cuando menos, peculiar: un inspector de policía que debe investigar una serie de crímenes cometidos por él mismo, en una continua autopersecución. Si bien al principio resultan un poco chocantes algunas situaciones y comentarios cómicos, que hacen soltar más de una carcajada en un entorno tan sangriento, uno se va dando cuenta de que no se trata de algo gratuito. Todo tiene una razón de ser y el autor nos lo va desvelando a lo largo de la novela.

Con la acción centrada en la ciudad de Lisboa, el inspector Porto Brandao se dedica a asesinar mujeres de una edad concreta y de una determinada apariencia física, y lo hace por placer y dentro de un contexto "artístico". Se siente realmente bien matando, es feliz y se enorgullece de su trabajo, disfruta cambiando e inventando falsas pistas para despistar a sus perseguidores, que son sus propios compañeros. Todo para él resulta fácil, un juego de niños, y más teniendo en cuenta la incompetencia de sus colegas, que en algunos casos raya lo ridículo. Pero todo cambia cuando aparece un segundo asesino que se dedica a rematar sus faenas dejando en los cadáveres su sello personal. Doblemente perseguido e irritado por la insolencia del nuevo criminal, Brandao decide actuar en consecuencia estableciendo una lucha de poder por el reconocimiento de los asesinatos.

Frío, calculador, amante de las lenguas muertas (tiene un genial doble sentido en la novela), extremadamente sanguinario, elegante, obsesionado por el culto al cuerpo y consumista de marcas de moda, inteligente, ególatra y con un enorme complejo de superioridad, el inspector Brandao es un personaje que, a pesar de todo, nos resulta simpático e incluso nos lleva a ponernos de su parte durante toda la novela, bien mostrando la parte más ridícula del resto de los personajes, bien manifestando su optimismo y sentido del humor.

Paralelamente a la acción principal, el autor va completando cada uno de los capítulos con una segunda historia, escrita en cursiva, donde se nos van ofreciendo las claves para explicar el comportamiento criminal del protagonista y su actitud ante la vida y quienes lo rodean. Un magnífico recurso literario, clarificador, evocador y plagado de matices.

Relatando la acción directamente por boca del protagonista, y en un permanente diálogo con el lector, a quien continuamente mantiene implicado, José Prata nos sumerge en un juego de intrigas, suspense y buena literatura, ágil, sugerente y marcado por un profundo sentido del humor, patente incluso en los agradecimientos finales. Un libro realmente curioso, con un concepto diferente, directo, gráfico, atractivo y fácil de leer, aunque al principio desconcierte su aparente ligereza, que desaparece al entrar en escena los fantasmas del pasado.

Me gustaría por último hacer mención de la labor del traductor, Mario Merlino, por su tan acertada adaptación al castellano y por mantener ese constante diálogo con el lector de una forma tan cómoda y coloquial, involucrándonos y transmitiendo tan fielmente la esencia del protagonista.

José Prata ha trabajado como periodista cultural de diversos diarios y revistas portugueses durante más de diez años. En la actualidad colabora con el diario O Independente y para la revista Os Meus Livros. Los cojos andan solos es su primera novela.

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