Los narradores piden leyes para proteger sus voces frente a la IA
Como estamos viendo de un tiempo a esta parte, cada vez hay más plataformas y editoriales que apuestan por las voces sintéticas para la creación de sus audiolibros.
Una solución para presupuestos más ajustados y también para dar mayor salida al fondo editorial en formato audio.
Algunas de estas voces artificiales han sido incluso diseñadas para narrar géneros literarios específicos, como ‘Madison’ que fue creada para leer novelas románticas y ‘Mitchell’ que se especializa en libros de desarrollo personal.
A pesar de las ventajas que apuntamos más arriba, hay otras voces –nunca mejor dicho- que advierten que tales estrategias tienen el potencial de robar el trabajo de los humanos en la literatura y otros campos.
Así, en Australia son muchos los actores que piden urgentemente nuevas leyes para proteger a los actores de voz contra el uso de sus herramientas, al menos sin su consentimiento o compensación.
El presidente de la Asociación Australiana de Actores de Voz, Simon Kennedy, dice que más de 5.000 australianos trabajan como actores de doblaje o locutores para todo, desde comerciales de radio y televisión hasta programas de televisión animados y narraciones de audiolibros. Tales empleos corren cada vez más riesgo debido al uso “poco ético” de la tecnología de inteligencia artificial.
Según afirma, ya hay casos de personas que están perdiendo su trabajo debido a las voces genéricas generadas por IA y algunos que están perdiendo su trabajo debido a clones sintéticos de su propia voz que se han obtenido sin su consentimiento.
Esto último está siendo un tema muy debatido en cuanto a derechos y límites, por cuanto se han llegado a utilizar voces de narradores para después clonarlas, sin que estos tengan que grabar y sin tener que pagarles por ese uso indebido de su voz.
En Australia de momento no hay ninguna ley que diga que cada australiano “tiene voz propia”, y es ahí donde encuentran un enorme vacío en la regulación.
Si bien utilizar una voz sintética para narrar un audiolibro puede reducir costos a los creadores, esto, señala Kennedy, también pone en riesgo el trabajo de los ingenieros de audio, los agentes de casting y los estudios. No se trata sólo de quienes ponen las voces.
La asociación está aconsejando a los actores que lean los contratos cuidadosamente para evitar firmar accidentalmente sus “derechos de voz”, pero advierte que Australia también necesita leyes para prevenir el “robo de voz”.
Las regulaciones, dice, deberían garantizar que los artistas den su consentimiento explícito antes de que su voz pueda ser reutilizada, brindar control sobre cómo se usa su voz y garantizar que los empleadores los compensen por una posible pérdida de trabajo.
Según el científico jefe del Instituto de IA de la Universidad de Nueva Gales del Sur, Toby Walsh el uso de esta tecnología para narrar libros “está plagado de consideraciones éticas y morales, ya que algunas personas se benefician mientras que otras se lo pierden”.
Una de sus propuestas para dar solución a algunos problemas relacionados con los audiolibros creados por IA es crear con marcas de agua digitales para que los oyentes puedan estar seguros de su origen.
Lo que parece evidente, una vez más, en la necesidad de legislar pero también advertir al consumidor sobre el uso de estas tecnologías en los contenidos que consume, como ya se está empezando a hacer.